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Días de septiembre
D

icen los que lo vivieron que septiembre se inició con una actividad como de hormiguero apasionado que marcaba el ritmo de los trabajos y los días a tambor batiente. Reuniones, sueños de muchos, labores incesantes de todos. Corría 1984 y el caudal de ideas y compromiso encontró cauce plástico en el diseño que Vicente Rojo otorgó a La Jornada.

Así nació este diario ya emblemático de la historia de nuestra nación como un proyecto editorial y empresarial único en México y en el mundo. Impulsada por un amplio grupo de profesionales de la información vinculado de muy diversas formas a la cultura, el arte, la política y los problemas sociales de nuestro país, se fundó la empresa que ha creado un medio informativo independiente y crítico, informado y plural, comprometido con las causas legítimas de las más diversas comunidades de nuestro país.

Sí, desde su fundación La Jornada plantó una apuesta por democratizar la cultura y el quehacer periodístico a través de la construcción de un profundo vínculo con amplias capas de la sociedad.

El mundo ha cambiado radicalmente en los últimos 31 años y México no ha sido ajeno a tal transformación. Hoy vemos que la sociedad civil en nuestro país tiene un gran peso específico que el quehacer cotidiano de La Jornada ayudó a delinear. Y es que este diario, como proyecto y como realidad periodística independiente, ha sido testigo y cronista de esa gran transformación. También ha sido actor: gran parte de la consolidación de una sociedad crítica se debe a su acción cotidiana y a su empuje.

En 1984, cuando se presentó a los mexicanos lo que entonces era un sueño, Pablo González Casanova delineó en pocas palabras lo que era su ideario, el ideario de una comunidad de iguales en la que participó, entre muchos otros, Gabriel García Márquez. Dijo entonces González Casanova: Si queremos la verdad de lo que pasa, alcanzaremos nuestra primera victoria. No sólo se trata de investigar, sino de descubrir lo ocultado. Ese mismo día dijo que “aquí se está decidido a luchar en la información diaria, en el diario reportaje de los hechos, en el análisis de las noticias, en su vinculación con la historia y la cultura… todo dentro de un pluralismo ideológico que respete la convergencia de las más distintas perspectivas, siempre con una vocación democrática”.

En esos días fundacionales miles y miles de hombres y mujeres de la sociedad se sumaron al llamado para salir al paso de los que auguraban pocos meses, semanas y muchos hasta pocos días de vida a este proyecto periodístico. Ya es un icono de México la solidaridad de los artistas plásticos encabezados por Rufino Tamayo y Francisco Toledo, hasta llegar a más de 300, quienes donaron su obra para realizar una subasta multitudinaria. Gracias a esa comunidad cultural y crítica de México se logró obtener la semilla del capital para hacer nacer y vivir este diario. Fue uno de los momentos más solidarios y más felices de estos 31 años.

Desde hace años en México y el mundo se vive en un contexto de concentración de medios que hace que la supervivencia diaria de un proyecto como La Jornada sea el fruto de un juego de equilibrios entre la imaginación y el compromiso con sus ideales. Porque la consecuencia más obvia de esta concentración corporativa es la pérdida implacable del espíritu, de los valores, del pensamiento, de las ideas, del sentido social de cualquier editorial, revista o periódico.

Después de un largo esfuerzo de 31 años La Jornada ha creado una forma de hacer un periodismo comprometido. Con ella ha creado una voz que tiene un carácter especial: es una voz que ha ido creciendo con la suma de todas las voces, la de comunidades campesinas e indígenas, de sindicatos, de grupos de migrantes, de conglomerados universitarios y académicos, la voz de artistas y creadores que buscan una sociedad más justa, que luchan por un país verdaderamente democrático.

A lo largo de 31 años se ha construido un diario que cuenta con la ética, la independencia y un claro contenido social como sus valores distintivos. Hoy se trabaja por hacer más amplia la voz de La Jornada, se continua luchando porque siga siendo ventana de libertad, porque siga siendo bandera de esa voz que nuestra sociedad reclama. Y es que en su casa editorial se sabe que la lectura es una de las mil y un posibilidades para una vida nueva.

Para los que trabajan sin descanso en hacer realidad diaria La Jornada, la lectura es el umbral hacia otros universos: el de la belleza, el de la reflexión, el de la crítica, el de la memoria, el de la esperanza. Por ello siguen apostando día tras día por la lectura crítica como puente para vincular sus páginas con la vida de la cultura, la política y los problemas sociales del siglo XXI.

En La Jornada la heterodoxia del pensamiento crítico ha de alcanzarse cada día viviendo de acuerdo con los valores de la ética que le dieron vida, en los días de septiembre de hace 31 años, a este palimpsesto cotidiano de la vida de México. Ellos son los que le dan razón de ser. Ellos son los que hacen nacer cada mañana un periódico que busca ser horizontal, que trabaja con pasión para tener con sus lectores una relación entre iguales.

twitter @cesar_moheno