Opinión
Ver día anteriorMiércoles 23 de septiembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los responsables
A

l tiempo que surgen algunos contestatarios del modelo establecido que alteran los pronósticos electorales, una pléyade de autodenominados responsables (políticos, empresarios y difusores) inician un concertado ataque en contra de sus personas y posiciones políticas. Los inquietantes personajes, de reciente aparición y con su revuelta a cuestas, no surgieron en el agraviado tercer mundo ni agitan banderas desde el rencor del vencido o la pobreza extrema. Tampoco son jóvenes rebeldes, melenudos incandescentes, inexpertos conductores o desertores de partidos políticos existentes. Son personas con amplia experiencia ejecutiva, legislativa, de reconocida militancia social, con una agenda consistente y estructurada. Sus temas captan las pulsiones consentidas por amplios segmentos poblacionales de sus países y, por ampliación y sin exagerar, con las mayorías de casi todo el mundo.

Su inesperada aparición en el escenario público acarrea tras de sí hondos significados para el presente, pero sobre todo para el futuro electoral próximo. Afectan de positiva manera no sólo a sus entornos particulares, sino que desparraman su influencia hacia otros confines mucho más vastos. El senador B. Sanders en Estados Unidos y Jeremy Corbyn en Inglaterra se presentan, por ellos mismos, como puntas de un fenómeno sociopolítico cultural de preñados signos para la vida democrática de sus consternados países. Actuar en el seno de esas potencias mundiales sin duda dimensiona su actuar. Por más que se les excluya de los medios de comunicación, sus presencias se imponen por el enorme respaldo de masas que les sirve de catapulta. Sanders es todavía un desconocido para los grandes medios audiovisuales: no aparece en las pantallas de ABC, NBC, CNN o incluso de PBS. Jeremy fue ignorado por la BBC y la mayoría de los reconocidos diarios hasta que se hizo de la dirigencia del Partido Laborista de Gran Bretaña. Y aun así, Sanders no ha dejado de crecer en la atención popular y Jeremy acaba de triunfar con 60 por ciento de apoyos de sus copartidarios. Ambos han alebrestado porciones de la juventud de sus respectivos países. Representan una nueva clase de dirigente que no se avergüenza de sus arraigados principios. Cuentan, en su haber, con sencilla rectitud a toda prueba y donde su incuestionada honestidad se erige como el principal sostén de sus perfiles públicos. Son, en efecto, rara avis que aspiran a liderar sus naciones.

De manera súbita, las alarmas han sonado por todos los confines del sistema de poder establecido. En Estados Unidos Sanders continúa siendo despreciado y nada bueno se le augura: a lo más, sostienen sus críticos, obligará a los demócratas a correrse un tanto a la izquierda. Sin descanso ni tregua, Sanders reúne, en sus apariciones públicas, a nutridos contingentes (alcanza ya las decenas de miles por acto). Asciende de manera veloz y consistente en las encuestas publicadas a costa de la favorita de la dirigencia demócrata (Hillary Clinton) Es, por ahora, el pronosticado ganador de las iniciales primarias de Ohio y Nueva Hampshire.

Jeremy, por su lado, ya provocó la belicosa atención del secretario de la Defensa, que lo llama un peligro para la paz mundial. El primer ministro inglés, David Cameron, usó el trasteado motejo de que Corbyn es un peligro para la economía y en general para Inglaterra. El primero lo sostiene porque el laborista se opone al marcado militarismo de los varios gobiernos ingleses que han llevado a sus soldados a pelear, en aras de un liderazgo responsable, diversas y frustradas aventuras guerreras. Cameron lo pretende encasillar, despectivamente, por su oposición a las duras políticas de austeridad y por su expansiva agenda social que incluye, por ejemplo, dar reversa a privatizaciones thatcherianas como las del transporte público.

Tanto Jeremy (66 años) como Sanders (73) son veteranos del actuar político. Sanders es senador y ha sido elegido en repetidas ocasiones (cuatro) alcalde de Burlington y diputado durante 16 años por Vermont. J. B. Corbyn, dos veces viudo, es parlamentario por el distrito de Islington desde 1983. Abandonó el politécnico del norte de Londres y emigró a una colonia caribeña, donde se desempeñó como profesor por muchos años. Ahora está casado con una mexicana promotora del comercio (café) con equidad. Ambos, Sanders y Corbyn, sitúan la desigualdad, imperante y aceleradamente creciente en sus países, como motor principal de su actuar legislativo y político. De ahí que ya sean combatidos con ferocidad por todos los actores públicos autocalificados como responsables. Para evitar las políticas de austeridad que castigan a las mayorías, proponen aumentar los impuestos a las fortunas y a los abultados ingresos. Se sitúan así en el polo opuesto al modelo imperante. Sanders, por decisión propia, no recibe contribuciones de los grandes intereses corporativos, sino de pequeños aportantes, algo por completo distinto de H. Clinton y de los republicanos.

Las consecuencias de este doble fenómeno social-político, surgido en las entrañas de la cuna neoliberal, tendrá inevitables repercusiones en México, donde son solemnes desconocidos. El sistema de poder local no podrá, al menos con la cínica impunidad actual, trampear el surgimiento y el progreso de líderes que sostengan posturas semejantes a esas que se desarrollan en tan cruciales regiones del mundo. El concepto, tramposamente usado, de populista tendrá, así, poca penetración y nula efectividad.