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Ayotzinapa, la herida abierta

El joven, herido en el ataque a estudiantes hace un año, continúa en estado vegetativo

Madre de Aldo Gutiérrez Solano demanda ayuda para que su hijo sea atendido en Cuba

La Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas no ha cumplido con el apoyo ofrecido

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Familiares de Aldo Gutiérrez exigen castigo por la negligencia médica que lo mantiene en comaFoto Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 27 de septiembre de 2015, p. 10

Gloria Solano Vázquez le habla al oído a su hijo: Mi niño, ya llegué. Te ves mejor, papi. En la casa te tengo tu chilate y tu mole de marrano con arroz y frijoles fritos, con chile serrano y queso, como te gusta. Te estamos esperando. Su hijo Aldo Gutiérrez tiene sus ojos abiertos, pero no habla, ayer cumplió un año en coma.

Siento que me oye y se pone alegre cuando llego, dice Gloria, sin perder la esperanza de que su hijo de 20 años, estudiante de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, herido la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, finalmente vuelva a la vida.

Aquella bala disparada por un policía municipal le traspasó la cabeza, dejándole lesiones en 65 por ciento del cerebro. La negligencia médica lo dañó aún más. Estuvo 10 horas sin atención médica en el Hospital General de Iguala y luego un mes sin ser trasladado al Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, donde actualmente es atendido.

Aldo vive en estado vegetativo y su familia ha solicitado desde hace 10 meses su traslado a un hospital en el extranjero, preferiblemente en Cuba, donde ya se solicitó que un neurólogo lo atienda.

Pero este gobierno no nos hace nada de caso; si hubiera querido, ya nos habría apoyado para llevárnoslo a Cuba y para que venga el neurólogo a verlo, pero no me canso de pedir que el Presidente nos apoye para que a mi hijo se lo puedan llevar al extranjero.

Gloria, al igual que su esposo, Leonel Gutiérrez, dice que tiene fe en Dios y cree que su hijo se pondrá bien, por eso piensa en el recibimiento que le hará en Ayutla de los Libres, donde viven: Quiero que me venga a visitar toda la gente. Voy a poner pozole para velar a la Virgen de Guadalupe con banda, y le vamos a hacer un baile con el grupo Sabroso y Caliente. A mi hijo le gustan las cumbias. Él va a sanar.

El diagnóstico es: malo para la función y reservado para la vida, según un documento que les entregaron hace un mes y que muestra su hermano Ulises, quien también le habla al oído a Aldo.

Hermano, vamos a estar aquí todo el tiempo que sea necesario, el tiempo que necesites; sabes que estamos para ayudarte. No tengas miedo, pronto vas a estar bien.

Cuba, la esperanza

Gloria tiene 14 hijos, 18 nietos y dos bisnietos. A sus 57 años, se muestra agradecida con la vida, a pesar de la pobreza. Su esposo es campesino y siembra maíz, aunque en el año reciente le ha sido imposible, por los cuidados que Aldo requiere en el hospital.

Cada semana se turnan dos miembros de la familia Gutiérrez Solano, e incluso sus vecinos, para cuidar a Aldo. Eso implica un gasto difícil de costear, ya que sólo en pasajes de autobús tienen que pagar casi 2 mil pesos, más la alimentación.

La Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), dirigida por Jaime Rochín, no les ha cumplido. En su momento no recibimos ayuda como se debería. La CEAV sólo nos da para los boletos, pero hemos tenido complicaciones. Nos decían que nosotros los pagáramos y que luego nos lo iban a rembolsar, pero nosotros de dónde vamos a sacar dinero si no tenemos, dice Ulises, el primer miembro de la familia Gutiérrez Solano que fue enviado a estudiar a la normal de Ayotzinapa y actualmente es maestro.

“Y con este problema –agrega– que estamos viviendo, pues no es justo que no nos apoyen, porque cuando les pedimos algo nos lo resuelven después de uno o dos meses. Es algo terrible, la verdad.”

Con 27 años, Ulises era ejemplo a seguir para Aldo. El jueves que fue a la reunión con Enrique Peña Nieto, Ulises le mostró una foto de su hermano postrado en la cama, y le dijo: Necesitamos una segunda opinión de un neurólogo extranjero. Vamos a pedir apoyo a todas las instancias internacionales. Sabemos que la ciencia ha avanzado. Aquí en México ya dieron su diagnostico, pero es nuestro derecho buscar ayuda en Cuba. A mi hermano no se le ha dado esa oportunidad.

Ulises cuenta que Peña Nieto lo escuchó y después sólo instruyó al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, que se hiciera cargo del asunto: Tenemos la palabra del Presidente, pero ya sabemos que eso no significa nada.

La posibilidad de dejarlo de alimentar por una sonda, una especie de eutanasia, es rechazada totalmente por toda la familia, ya que Aldo afortunadamente respira por sí solo. Su madre insiste: Mi hijo sigue vivo, yo lo estoy viendo, lo beso, lo abrazo, le platico. Y, ¿los demás papás cómo se sentirán? Gracias a Dios que a mi hijo lo dejaron tirado allí aquella noche en Iguala porque lo daban por muerto. Él estará con nosotros hasta donde Dios lo deje así despierto.

Gloria se dirige a Dios: si te lo vas a llevar, ni modo, tú me lo diste y tú me lo vas a quitar; si me lo vas a dejar, déjamelo, pero que se componga; déjamelo aquí, él quiere vivir y quiere salir adelante. Espero que pronto lo podamos llevar a Cuba.

Expediente inconcluso

Al igual que en el caso de los 43 normalistas desaparecidos, la cuestión de los heridos no ha sido debidamente investigada ni se ha consignado a los culpables. Además de Aldo Gutiérrez Solano, está también en el hospital, con daño cerebral, Édgar Andrés Vargas.

Por eso Ulises exige aclarar lo sucedido: Hay testimonios de que a mi hermano no lo iban a atender; lo vieron muy grave y seguramente querían que se muriera. Cuando llegué, lo miré en la cama, todavía no lo atendían, no lo metieron a terapia intensiva, lo dejaron allí 10 horas. Vimos que la atención era pésima.

Agrega: Si lo hubieran atendido inmediatamente, mi hermano no estaría así, pero eso que pasó está por investigarse. Tiene que haber una investigación y se va a saber quiénes fueron los responsables de esta negligencia médica.

En el caso Ayotzinapa la búsqueda de los 43 desaparecidos ha centrado la lucha social, pero recuerda que es necesario incluir a los heridos, aún en estado grave.

Esto sigue siendo el mismo caso Ayotzinapa, donde hay desaparecidos, heridos y caídos; formamos parte del mismo expediente. Nuestro caso es un poco diferente, porque mi hermano continúa en el hospital, pero seguimos exigiendo justicia, igual que los demás.

Ulises no puede olvidar que aquella noche del 26 de septiembre fue el último en hablar con su hermano, quien le dijo que estaban boteando y ya se iban al Distrito Federal.

“Al enterarme del ataque a los estudiantes me dieron un golpe en el corazón muy fuerte. En la casa estábamos todos felices porque mi hermano ya había entrado a la normal, que tenía una oportunidad de estudiar, principalmente porque veíamos un futuro para él. Todos estábamos bien confiados, y de repente una noticia como esa, es algo muy terrible.

“Aldo es alegre, le gusta el futbol, es atleta, monta caballos, le gusta la música; es un joven talentoso. Es lo que más duele, que a ese joven le hayan cortado su vida, su futuro de la noche a la mañana; es muy doloroso.

Vamos a seguir exigiendo que se le atienda en el extranjero. No nos dejen solos, concluye Ulises.

Gloria se emociona al recordar la última vez que escuchó la voz de su hijo por el teléfono, una noche antes de los trágicos hechos de Iguala: “Me dijo: ‘Mamá, mañana voy para la casa y me tienes chilate’ –una bebida parecida al atole, hecha de arroz, cacao tostado, piloncillo y canela–, pero ya no llegó mi hijo”.

Ella prefiere rescatar los recuerdos de cuando Aldo tenía salud y llegaba corriendo a casa del Colegio Bachilleres: “Él se agarraba a mece y mece en la hamaca con sus cumbias. Allí dormía; desde chiquito, pura hamaca. Y ya después de una hora, me decía: ‘Mamá, ¿qué voy a hacer?’ Yo le contestaba: ‘Ya sabes lo que vas a hacer, rajarme leña y traerme agua’, y se iba rápido a hacerlo. Luego a jugar futbol…

Quiero que me vuelva a abrazar, quiero escuchar su risa otra vez, verlo bailar o meciéndose en su hamaca cantando, implora.