Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 27 de septiembre de 2015 Num: 1073

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

¿Doble o triple
Caravaggio?

Vilma Fuentes

Pequeña guía idiomática
para ser cronista
de futbol

Marco Antonio Campos

Ciudad de México 1985:
lecciones y memoria

Miguel Ángel Adame Cerón

Ayotzinapa en la
caricatura política

Javier Galindo Ulloa

Ayotzinapa: olvido
forzado y justicia

Gustavo Ogarrio

Ayotzinapa

ARTE y PENSAMIENTO:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Ricardo Guzmán Wolfer
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Jorge Moch
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Utopía del golpe de timón

Con perdón de Pedro Miguel

Los mexicanos sabemos que este régimen, la presidencia de Enrique Peña Nieto, ha sido exhibido como lo que es realmente: nido de corrupción y delincuencia desorganizada, de frivolidad absurda, de ineptitud, de mala improvisación, de amiguismos y compadrazgos, y que en términos de coherencia elemental no tiene remedio. Pero en un hipotético, inusitado escenario de contrición y arrepentimiento que enderece tuertos, ¿cuál sería la estrategia ideal para recuperar esa credibilidad que desde los descalabros del entonces candidato de notorio analfabetismo funcional y hasta mediados de este sexenio lamentable se abisma en desplomes y números rojos?, ¿cómo recuperar (o construir, si como es el caso, antes era inexistente) el prestigio perdido, un retazo genuino de confianza popular pero sin reincidir en trucos, chanchullos, simulaciones y embutes usuales de los metecos del sistema? Tampoco hay que descubrir el hilo negro: basta con aplicar la ley. Claro que si se aplica la ley de manera contundente, que convenza, el primer afectado sería el mismo Peña por su evidente debilidad por la mano dura; por su responsabilidad desde que era gobernador del Estado de México en los actos represivos y los abusos policiales en San Salvador Atenco; por sus turbios vínculos con empresarios de dudosa calidad moral, allí sus cenagosos enjuagues con empresas como ohl o el emporio del señor Hinojosa; allí sus indeclinables lazos con la oligarquía televisiva, o aquellos más personales y escabrosos asuntos de su esfera familiar.

Un acto de contrición verdadero pondría desde luego en la cárcel a muchos oportunistas enquistados en puesto público (empezando como he dicho, por el mismo Enrique Peña), pero un genuino golpe de timón que tuviera en cuenta el futuro tendría forzosamente que contemplar el ámbito educativo. Como dice Pedro Miguel (se lo robé de Facebook): “A ver si a algunos les cae el veinte: En el México actual, carcomido por la violencia, la descomposición social, la pobreza, la desigualdad, el desempleo, la negación sistemática de los derechos constitucionales y la erosión general de los principios cívicos, una de las tareas fundamentales de las instituciones públicas de educación superior ha de ser el ofrecer a los chavos un sitio existencial y una posibilidad de dar sentido a sus vidas; es decir, sacarlos de la vulnerabilidad y de la nada en que los han colocado el modelo económico y las políticas excluyentes, represivas y persecutorias. O sea que, antes que nuevos centros de excelencia, necesitamos universidades de masas.” Pero precisamente se requiere ese golpe de timón que le ponga un estate quieto a las intromisiones conquistadoras de la derecha adinerada en el sistema educativo (que no es de fondo más que la erisipela que sigue causando en poderosos rincones cupulares la educación laica, gratuita y obligatoria por parte del Estado mexicano) y sobre todo que cancele esa terrible inercia del amiguismo en política que luego, como es el caso ahora mismo de la Secretaría de Educación Pública en manos de un improvisado más, Aurelio Nuño, cuyo único mérito para ser nombrado secretario federal de Educación ha sido en realidad su cercanía orbital al presidente, ser cuate del papanatas en turno en este país es como sacarse la lotería y eso se tiene que acabar. El puesto público no debe ser materia de cercanías, complicidades o inocentes simpatías, sino de simples, concluyentes, comprobables competencias. Quizá precisamente en la Secretaría de Educación o la Presidencia misma deberían aplicarse las febriles “evaluaciones” aparejadas a la tan cacareada “reforma” educativa. A ver si como roncan duermen los corifeos de la ola (d)evaluatoria.

Pero este es en realidad un puro ejercicio volitivo de buenas intenciones que en realidad no existen en el gobierno. Todos sabemos que el golpe de timón no se va a dar y que las riendas de la vida pública seguirán en manos de una pandilla de ladrones (y hasta cosas peores).

Soñar, como dijo un destacado discípulo de Perogrullo, no cuesta nada. Lo duramente cierto es que nunca veremos una iniciativa de componenda real desde el gobierno que es cómplice de sí mismo. En todo caso, la exigencia de cambio debe brotar de los diversos sectores que conformamos una sociedad que en ejercicio de sus libertades y obligaciones debe evitar a toda costa que la pandilla de ladrones (y hasta cosas peores) siga metiendo sin recato las garras en el país de todos como si fuera su coto personal de pillaje. Esto tiene que cambiar.