Opinión
Ver día anteriorMartes 29 de septiembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Apostillas a un discurso
U

no sabe cómo son estas cosas: ante el riesgo de audiencia escasa o nula a la alocución de un jefe de Estado en un foro internacional, sus subordinados se dedican a seducir a segundones y a implorar presencias para que al menos se llenen las primeras filas de butacas. Menuda chamba debe haber tenido ayer el representante de México ante la ONU, el embajador Jorge Montaño, y uno no duda que se haya empeñado en ello, pero el hecho es que no fue posible contrarrestar el ambiente de desolación que imperó en el salón de sesiones de la Asamblea General de la ONU cuando Enrique Peña Nieto tomó ayer la palabra para no decir nada.

Bueno, para ser sinceros, algo dijo, y no le faltó poder de evocación. Uno podía imaginarse, por ejemplo, cómo, al ser mencionados por el príncipe de Atlacomulco, los ideales de la humanidad se conmovían, lloraban y se felicitaban unos a otros. La pieza oratoria también da pie para suponer que el vocablo multilateralismo ha de estar meditando la pertinencia de interponer una denuncia por tortura en contra del Estado mexicano luego de que Peña se esforzó de manera sostenida por descoyuntarlo. Y es concebible, también, que los pocos escuchas del gobernante hayan tomado nota de la advertencia y se encuentren a estas alturas cabildeando para organizar una próxima Cumbre Mundial para Erradicar el Populismo, como casi lo pidió el orador sin que la sombra de una tarjeta Monex le empañara el gesto.

Desfiguros y guasas aparte, llama la atención que los asesores de Peña hayan considerado adecuado llevarlo a la máxima tribuna de la comunidad internacional sin un discurso mínimamente coherente, en una circunstancia histórica en la que su gobierno enfrenta un descrédito mundial sin precedente por corrupto, frívolo y violador de los derechos humanos. Fuera de los estrechos círculos del poder transnacional, que ven el territorio mexicano como un tablero de Monopoly facilitado y servido para el saqueo por la administración peñista, hoy el mundo asocia a México con una palabra: Ayotzinapa. Y esa palabra no fue pronunciada ni en una sola ocasión, ni siquiera aludida, en el discurso ante la ONU. Lo más próximo fue una frase tremendamente disociada que daría risa si no estuviera redactada sobre un trasfondo tan trágico: México es una nación plenamente comprometida con la ley, los derechos humanos y la paz. Qué duda cabe. Lo malo es que su gobierno está plenamente comprometido con la ilegalidad, el atropello y la violencia, y que tales palabras fueron dichas a unas horas del primer aniversario de la barbarie de Iguala y tras un año entero en el que Peña y sus colaboradores han hecho todo lo que han podido para ocultar la verdad de lo sucedido la noche del 26 de septiembre de 2014 en esa localidad guerrerense: toda la opacidad de Estado ha sido puesta al servicio de la impunidad de Estado en beneficio de los culpables de un crimen de Estado.

Parece ser que Peña anda con la pesadilla del fantasma populista desde que, en su fiesta privada del 2 de septiembre, le dedicó una embestida grado exorcismo. Desde luego, el coco implícito en estas diatribas es el Movimiento de Regeneración Nacional y su principal dirigente, Andrés Manuel López Obrador. Pero si aquella mención ya era disparatada, el llevar su animadversión a una formación opositora a la Asamblea General de la ONU constituye una pasmosa muestra de debilidad y hasta de paranoia que, para colmo, se contrapone con su protesta de respeto a la pluralidad política.

El collar completo de perlas fue: respeto para los migrantes (expresado por el jefe de un gobierno que los agrede todos los días), respeto para las mujeres (dicho por quien ha pretendido esconder bajo la alfombra la epidemia de feminicidios en el Estado de México y en el país en general), respeto para todas las razas y religiones (el jefe de un grupo que no puede reprimir sus frecuentes expresiones de racismo y clasismo) y, sobre todo, respeto a la dignidad humana, plasmado este último en la humillante compra de votos entre los más pobres, la violencia sistemática contra los más débiles y el acanallamiento y la depauperación deliberados de la población.

Qué decir de los tintes autorreferenciales de la alusión a los individuos que, carentes de entendimiento, responsabilidad y sentido ético, optaron por dividir a sus poblaciones y a los que siembran odio y rencor con el único fin de cumplir agendas políticas y satisfacer ambiciones personales. Harto proyectadote, el señor.

¿Era necesario gastarse un dineral de nuestros impuestos para ir a Nueva York a decir todo eso?

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Una apenada disculpa a don Emiliano Navarrete, don Epifanio Álvarez, Varinia Cortés, Mario Patrón, El Fisgón y el público de la UAM-X por no haber llegado a la plática de ayer. Vivos se los llevaron, vivos los queremos.