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Según declaraciones de detenidos, todos eran coordinados por Abarca y su esposa

El cártel Guerreros unidos operaba con cuatro células, incluidos policías y bomberos

Hasta elementos de Protección Civil reportaron sobre los movimientos de normalistas de Ayotzinapa

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El río Cocula, donde, según la versión oficial, fueron arrojados los restos de normalistasFoto Carlos Ramos Mamahua
 
Periódico La Jornada
Domingo 4 de octubre de 2015, p. 5

Estructurado como una empresa criminal, el cártel Guerreros unidos operaba a través de cuatro grupos delincuenciales cuyas ramificaciones le permitían controlar la región de Iguala: Los Peques, Los Bélicos (en el que participaba la estructura policiaca del ayuntamiento), el que manejaba El Chuky y el que coordinaba El Cepillo. Estos dos últimos obedecían a Gildardo López Astudillo, El Gil.

Todos estaban bajo la coordinación del entonces alcalde, José Luis Abarca, y su esposa, María de los Ángeles Pineda Villa.

De acuerdo con las investigaciones de la Procuraduría General de la República (PGR)sobre este cártel, la noche del 26 de septiembre operaron para desaparecer a los 43 normalistas de Ayotzinapa, y esto se posibilitó por la estrecha coordinación entre el grupo criminal, las corporaciones policiacas y otras áreas municipales, cuyo despliegue ayudó al grupo delincuencial.

Según se desprende de la versión pública de la averiguación previa sobre la desaparición de los normalistas, Guerreros unidos tenía una estructura subdividida, por lo que no todas las células se conocían entre sí, dejando que la coordinación se diera a nivel cupular, que en acción conjunta utilizó las frecuencias policiacas para lograr su objetivo esa noche.

A partir de las declaraciones contenidas en el expediente sobre la forma en que operaba esta organización, la estructura del cártel estaba integrada por las células de sicarios identificadas como Los Peques (grupo que actuó en el asesinato de los activistas Arturo Hernández Cardona, Félix Rafael Banderas Román y Ángel Román Ramírez, opositores a la gestión de Abarca), Los Bélicos (integrada por policías con capacitación antimotines y dirigida por el subdirector de operación policial de Iguala), la de El Chuky, y otra coordinada por El Cepillo, que obedecía a Gildardo López Astudillo, El Gil (detenido recientemente).

Asimismo trabajaban para esta estructura criminal las policías de Iguala y de Cocula, la dirección de Protección Civil y el Cuerpo de Bomberos, que a la par que realizaban sus funciones institucionales efectuaban labores de halconeo, es decir, eran encargados de avisar sobre los movimientos de integrantes de fuerzas federales, que se reportaban por las frecuencias de radio. Todos ellos operaron la noche del 26 de septiembre en contra de los normalistas de Ayotzinapa.

La declaración de Raúl Núñez, en calidad de indiciado, deja claro el entramado de la relación entre Guerreros unidos y la estructura policiaca de Iguala. Reconoció su pertenencia al cártel y describió que entre sus tareas estaba la venta de cocaína y mariguana.

Precisó que su función principal, además de la venta de droga, era la de pagar la nómina de los policías de Iguala, y que el dinero se lo entregaba a un tal comandante Valladares (Francisco Salgado Valladares, ex subdirector operativo de Seguridad Pública), siendo que le entregaba la cantidad de 600 mil pesos.

De las confesiones contenidas en la indagatoria, las ramificaciones de Guerreros unidos se extendían entonces hasta el alcalde de Iguala, su esposa, María de los Ángeles Pineda, Sidronio Casarrubias y otros mandos policiacos.

En este entramado entre funcionarios públicos y sicarios, las labores de halconeo incluyeron, la noche del 26 de septiembre, notificar sobre los movimientos de los normalistas, además de los que realizaran los militares y la Policía Federal, para mantenerlos al tanto de su ubicación.

Núñez describió en su declaración que también formaban parte de la organización elementos de la policía municipal, de Protección Civil, de Bomberos y el director de la Secretaría de Seguridad Pública de Iguala.

Incluso señaló que la policía de Iguala debía moverse al paso de una camioneta roja de Protección Civil (propiedad de Salgado Valladares), la cual nunca era detenida en los retenes y era utilizada para la transportación de droga y personas.

El grupo de El Chuky

En las declaraciones de David Hernández Cruz –ex funcionario de la dirección de Protección Civil de Iguala–, del sicario Marco Antonio Ríos Berber y de Sidronio Casarrubias Salgado –presunto líder de Guerreros unidos– se señala que la célula que dirige El Chuky estaba integrada al menos por 15 personas. Todos participaron en los ataques y la detención de los normalistas.

De manera independiente, se identifica como líder de Los Peques a Raúl Camperra, quien también ya se encuentra detenido, pues presuntamente fue uno de los que ordenó que atacaran a los estudiantes.

Estos grupos, según las indagatorias, también están relacionados con los halcones y sicarios que comanda Gildardo López Astudillo, El Gil, quien dependía directamente de Sidronio Casarrubias.

De Francisco Salgado Valladares, subdirector operativo de la policía de Iguala y encargado de Los Bélicos, se menciona que los integrantes de su grupo servían también como sicarios y secuestradores para Guerreros unidos. Se ubica entre sus integrantes a Héctor Aguilar, Alejandro Lara, Édgar Magdalena Navarro, Santiago Socorro Mazón Cedillo, Alejandro Mota Leodán Pineda Fuentes y Cristián N. Mota Leodán (este último se desempeñaba de escolta del entonces alcalde José Luis Abarca).