Opinión
Ver día anteriorSábado 10 de octubre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Consulmex de Barcelona
E

l consulado general de México en Barcelona ha tenido, como todos, altos y bajos. Podemos recordar con enorme gusto, por ejemplo, la reciente gestión de Jaime García Amaral. Lamentablemente, ayuda a enaltecer su recuerdo que ahora esté viviendo esa representación uno de sus peores momentos.

Bien se dice que para que la gestión de un buen funcionario se perciba mejor conviene que la sucesión, como en este caso, sea un verdadero desastre.

Puede basarse este duro aserto en el hecho de que, aparte de los trámites regulares, dicho consulado –bastante nutrido de personal bien cebado– no hace prácticamente nada y, peor aún, se dedica a entorpecer lo que ciudadanos mexicanos y catalanes tratan de emprender por su cuenta en favor de las relaciones entre ambos países.

Dejo a un lado el grosero soslayo de dicho consulado, argumentando mucho trabajo, a dos importantes actividades llevadas a cabo en el norte peninsular, donde México tuvo un papel protagónico.

Una: en junio del año pasado se develó en la entrada de la Universidad de Girona una gran placa en homenaje al presidente Lázaro Cárdenas, como muestra de gratitud por la gesta mexicana que encabezó en favor del gobierno republicano español, legítimamente constituido y a los refugiados de todos colores y sabores a que el golpe militar de los gorilas españoles dio lugar. La ausencia y la pueril disculpa de Consulmex dejaron la sensación de que más bien estaba en favor de los alzados fascistas…

Dos: lo anterior se ratificó en cierta medida poco después, cuando también brilló por su ausencia en un acto en recordación del exilio, celebrado en la mera frontera, con la presencia de cónsules de países que de una manera u otra ayudaron a los vencidos. De no ser por que el suscrito estaba casualmente por ahí y lo improvisaron como orador en representación de los mexicanos, mas no de su gobierno, pues carecía de autorización alguna, el águila y la serpiente hubieran quedado mudas.

Tampoco hubo presencia alguna cuando en Barcelona misma Gonzalo Celorio presentó con gran éxito su novela más reciente.

Hay más: una organización civil llamada Mex-Cat, que por cierto le sacó las castañas del fuego al consulado organizando varias actividades de esas que tiene la obligación de hacer, y saludando, pues, con sombrero ajeno, en el último año ha tenido a bien entorpecer y hasta meterle zancadillas a actividades tan inocuas como un desfile de modas mexicanas…

Pero hay más aún: el caso de aquel niño mexicano que perdió su pasaporte viajando solamente con el papá. Al solicitar otro en Barcelona le exigieron la autorización de la mamá… con trabajos se consiguió, pues ella viajaba por el norte de Europa, pero acudió a un consulado allá, donde expidió el documento, pero ah… nadie pensó en que se especificara la duración del permiso. Gracias a tal omisión, aquellos empleados pagados por el pueblo mexicano dejaron en el limbo al niño en cuestión…

Duele pensar que en consulados que tenemos en Estados Unidos hay gente dedicada a la protección de paisanos que a veces hasta arriesga el físico para ayudarlos cuando están en problemas y que aquellos burócratas barceloneses, que dan servicio solamente hasta la una, deben haberse regodeado creándole un problema más a un paisano en apuros.

Por otro lado, de contrarrestar la mala imagen de México que difunde la prensa local, ni hablemos; un solo dedo no se levanta.