Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 11 de octubre de 2015 Num: 1075

Portada

Presentación

Hugo
Ricardo Yáñez

Sueño y realidad
Aleyda Aguirre Rodríguez

Berlín a fuego lento
Esther Andradi

Borodinó, Zagorsk
y María Mercedes
Carranza

Jorge Bustamante García

La suerte de los libros
Leandro Arellano

Guillermo Jiménez, un
narrador de provincia

Hiram Ruvalcaba

Juan Manuel Roca: la
extrañeza y la lucidez

José Ángel Leyva

Grecia, una
crisis anunciada

Mariana Domínguez Batis

Théodore Géricault y
la otra mitad del otro

Andrea Tirado

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
La lucha
Thanasis Kostavaras
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 


Temporada de estatuas y Biblia de pobres, lo colocan
como una de las voces principales de Colombia

José Ángel Leyva

La poesía de Juan Manuel Roca (Colombia, 1946) responde a una preocupación esencial: la poesía. Cada verso suyo emerge de la extrañeza y de la lucidez ante la realidad que habita y lo contiene, nombra, expresa, descifra. Lo suyo es la imagen, la palabra que alumbra e ilumina, que mueve agua y viento para revelarnos lo que está detrás del sonido, de las vibraciones de la lengua y la escritura. Un pase mágico y allí está el sortilegio, la idea, el sentimiento, la contraparte del sentido. No es una poesía del yo lírico, del tú dramático, sino del nosotros íntimo. Sus versos brotan del espectador, del viajero, del cronista que es a la vez creador, paisaje, suceso. Un yo colectivo se desnuda en su discurso en el que la parte agarra al todo por los cuernos para desconstruirlo y ensamblarlo en el foro de los perplejos.

Dos de sus poemarios más recientes serán publicados en México por la editorial Praxis –amenazada por los escombros de una constructora, cuya acción es ilegal, en la colonia Doctores, según demanda de su director, Carlos López–, en un solo volumen: Temporada de estatuas y Biblia de pobres (Biblia pauperum), obras distintas con temas diferentes; no obstante, ambas van al nervio de la historia, de la conducta humana. Los poemarios intercambian más señales y asuntos de los que anuncian sus títulos. Los une el aliento de sus versos, la voz que ensambla cada pieza, cada sentido, ideas y chispazos de ingenio en toda la extensión de sus dominios conceptuales y emotivos.

Lo suyo, del poeta, es lo visual. Sinestesias recurrentes y metonimias a flor de piel, nos hacen ver lo que el oído fotografía, el color del tacto, la imaginación del olfato, la revelación del gusto y, por supuesto, lo que la vista palpa, huele, toca, gusta, descubre. Roca exhibe destreza verbal, pero también un talento genuino para armar sus textos poéticos con una delicada trama y una resolución impecables. Quizás en parte ello aclare su particular inteligencia cultivada en y con humor.


Foto: Carlos Mario Lema. Fuente: commons.wikimedia.org/ CC

En Temporada de estatuas pone sobre la mesa de trabajo las herramientas básicas de su juego discursivo: la paradoja y la antítesis. Dos instrumentos muy apreciados por él a la hora de mover las piezas del poema, de enhebrar las líneas de su composición verbal. Aquello que parece no es, y aquello que es pasa inadvertido para quien transcurre la vida haciendo cálculos y razonamientos lógicos. “El arte del desdibujo/ y los tratos cotidianos con la mudez/ […] porque ella aprendió en la escuela de la niebla/ el arte del desdibujo”, nos advierte en “Novísima parábola de las manos”.

El humor ironizante es una de sus constantes, uno de sus ingredientes básicos. Recurre a una alquimia de significados y aplica dosis precisas de satirización, de burla, de caricaturización, de farsa, de sarcasmo, de retruécano, de parodia para descomponer en distintos resultados lo que podría parecer de inicio un cuento fantástico, como es el caso del poema: “Del amor y los bienes raíces” en el que emplea esta solución para trasgredir y transfigurar el significado y la forma, para desolemnizar y sorprender.

Roca ensaya descubrir estatuas públicas, ejércitos ocultos –como los guerreros de terracota de Xian, de la dinastía del emperador Qin Shi Huang, en China–, estatuas bíblicas como la mujer de Lot, convertida en sal en la historia de Sodoma y Gomorra, gestos perpetuados en personajes por las cenizas del Vesubio en Pompeya, Italia, o en Acrotiri, Grecia. Formas que pretenden perpetuar una identidad extinta, un gesto sin significado, una anatomía de nadie en un porvenir vacío. Una especie de antropología de lo inútil. Un mundo de seres encantados.

En Biblia de pobres (Biblia pauperum), el autor aborda uno de los temas cruciales de la poesía y de la historia de la civilización: la pobreza. Un asunto que nos hace pensar de inmediato en poetas que no sólo han escrito sino vivido en carne propia este flagelo. El dolor habla desde la carencia y la marginación, la impotencia y el olvido, el hambre y la enfermedad. César Vallejo, Miguel Hernández, Victor Hugo, Antonio Gamoneda, por mencionar algunos nombres que vienen a la cabeza. Una llaga que revela la injusticia, la insolidaridad, la guerra, el infortunio. O desde perspectivas también del sarcasmo, como el poema “Los pobres en la estación de autobuses” del brasileño Lêdo Ivo. Juan Manuel Roca aporta también su mirada y su compendio de revelaciones de la pobreza.

Una vez más, la ironía y las paradojas vuelven a ser instrumentos precisos en el arte de desocultar y descifrar los otros filos de la realidad. “Por carecer de flechas,/ Los mendigos/ Arrojaban/ A los nobles/ Sus propias heridas./ Una raza de pordioseros/ Más mísera aún:/ Robaba heridas ajenas/ Y las vendía/ En la plaza de mercado” (“Mester de servidumbre”). Si la ironía puede tener un propósito o un efecto moralizante, un rastro de enseñanza, en los poemas de Juan Manuel Roca hay una clara vocación transgresora, una liberación de maniobras para extraer significados impredecibles de sistemas morales rígidos, de inercias sentimentales, de historias y promesas sin fin, de falsas esperanzas. No es un ejercicio pesimista, escéptico del profeta de la nada, sino la elaboración estética de quien descubre en su propia fortuna la silueta de los desposeídos, el corazón de los ausentes, las preguntas de los sin voz, la soledad de la muchedumbre, la gratuidad de la poesía.

Temporada de estatuas y Biblia de pobres son una prueba elocuente de por qué Juan Manuel Roca es hoy una de las voces principales en Colombia y un autor imprescindible en la poesía escrita en español.