Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 11 de octubre de 2015 Num: 1075

Portada

Presentación

Hugo
Ricardo Yáñez

Sueño y realidad
Aleyda Aguirre Rodríguez

Berlín a fuego lento
Esther Andradi

Borodinó, Zagorsk
y María Mercedes
Carranza

Jorge Bustamante García

La suerte de los libros
Leandro Arellano

Guillermo Jiménez, un
narrador de provincia

Hiram Ruvalcaba

Juan Manuel Roca: la
extrañeza y la lucidez

José Ángel Leyva

Grecia, una
crisis anunciada

Mariana Domínguez Batis

Théodore Géricault y
la otra mitad del otro

Andrea Tirado

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
La lucha
Thanasis Kostavaras
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Jorge Moch
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Twitter: @JorgeMoch

Pinche populismo

Anda alebrestada la cúpula. Se espanta sola con el petate del muerto y lanza una recocida campaña “en contra del populismo”. Apresta baterías en los medios oficialistas y acomodaticios; prepara estrategias sucias para mover tapetes y desacreditar adversarios; se agrupa en concilios secretos (o ni tanto) lo más rancio del neoliberalismo tecnócrata y usurpador, otra vez reunidos (si es que alguna vez se separaron) personajes tan nocivos para la democracia como Diego Fernández y desde luego, agazapados sus principales personeros, cobardes sin recato, el salinismo redivivo que sigue controlando buena parte del tinglado, incluyendo esos vendidos de una parte de la que se llamaba izquierda y oposición. Se lanzan discursos contra el populismo, se le dedican largas invectivas y presuntos análisis; se lo denuesta a ladridos en reuniones de agremiados al poder. El aplauso a estas proclamas es pura endogamia, disciplina de partido, ausencia de dignidad o el más destilado enajenamiento.

Algo debe estar verdaderamente retorcido en los centros del poder cuando se considera enemigo a quien se opone abiertamente a la corrupción institucionalizada ya de los gobiernos entreguistas y contrarreformistas que con el pregón de que el capital privado nos va a retribuir permitirle explotar nuestros recursos elevando (¿pero cuándo?) el nivel de vida de los mexicanos con una presunta pero nunca saboreada derrama económica, se ha empeñado en ponernos en venta sin nuestro permiso. Mientras por décadas ya, al menos desde 1986, se nos ha prometido Jauja a cambio de cierta permisividad mercantilista en el reparto de lo que es nuestro, como el territorio nacional, los litorales, las riquezas minerales o petroleras entre otros rubros socialmente sensibles, México se ha degradado totalmente en sentido contrario: la seguridad pública es un guiñapo, los niveles de corrupción se han disparado hasta situarnos como uno de los países más socialmente podridos del orbe; empresarios y políticos “chapulines” saltan de un lado al otro a conveniencia: cuando políticos gestionan privatizaciones y prebendas que benefician solamente a unos cuantos entre los que luego, convertidos en flamantes ejecutivos de empresas trasnacionales o sus símiles nacionales, se encuentran ellos mismos. Empresarios que regalan casas o viajes a cambio de concesiones carreteras y contratos multimillonarios en obras que luego, meses o pocos años después, descubrimos fallidas o incompletas, realizadas con materiales de tercera pero cobrados como primera, con facturas infladas, estimaciones de obra falseadas y una bonita cauda de recursos de la imaginación para chingarse al erario. Mientras tanto, el grueso de los mexicanos ni se enteran, felices en sus tradicionales apatía y valemadrismo: mientras haya un partido de fut, una peregrinación religiosa, una feria de pueblo con harto alcohol y enervantes tamboras y elogios a personajes siniestros que viven del crimen glorificado en narcocorridos y similares expresiones de la estulticia colectiva, no pasa nada. Allí la televisión juega un papel fundamental, y lo juega bien.

Porque el discurso antipopulista es risible por esencialmente contradictorio en una barra programática como la de Televisa y tv Azteca, principales vocerías del gobierno mexicano, cuyos contenidos son la quintaescencia del populismo ramplón, paternalista y tramposo. Es populismo puro, pero del verdaderamente dañino, la promoción de partidos de futbol cuyos propietarios son los mismos dueños de las televisoras o sus cuates y el bombardeo publicitario de porquerías que todo ello acompaña. Es populista hasta las cachas, en la más lamentable acepción de populismo, el argumento de cualquier telenovela. Son populistas hasta la náusea los programas de entretenimiento y concursos. Pero sobre todo es populista el contenido de los presuntos espacios informativos que desvirtúan la realidad en función de una agenda dictada por esos mismos consorcios y sus políticos compinches. Recuerdo escenas de una telenovela de tv Azteca en que dos actricillas en un diálogo imposible ponderaban los presuntos beneficios de las privatizaciones…

Populismo ha sido siempre el acarreo, la compra de votos, los programas clientelares de gobierno que lucran en votos con la pobreza, la coerción de la voluntad popular y todo el aparato cosmético de un gobierno criminal y tramposo, incapaz (o flagrantemente negado) a cumplir cabalmente con la más elemental de sus obligaciones: gestionar bienestar para los mexicanos.