Opinión
Ver día anteriorMartes 13 de octubre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Arquitectura del purgatorio
A

sí se titula la exposición de Manuel Marín exhibida a modo de instalación en la Fundación Sebastián (Patriotismo 304, San Pedro de los Pinos). Es consabido que el maestro Marín se caracteriza por urdir proyectos que con frecuencia involucran a otros artistas, como el que realizó hace poco en torno a El Greco o como el muy sonado basado en las Metamorfosis de Ovidio. También ha sido proclive a celebrar efemérides en las que es autor único, como Tzompantli, y otras. La Commedia es un gran tema, ver la exposición te lleva necesariamente a ella y ésta parece ser una de las intenciones que mueven al artista en sus propósitos de recordar visualmente determinadas obras claves en la historia de la cultura.

La exposición parte de 100 dibujos a tinta sobre papel, después sometidos a escaneo, a recortes y doblados, y hay algunos de mayor tamaño recortados sobre placas de acero. Para calibrar el significado de la muestra hay que tener en cuenta que el purgatorio es temporal (no es eterno, como el infierno o como el paraíso) y además tiene, por tanto, distancias, más cerca sin duda del cielo que del infierno, pues quienes allí ingresan están salvados, aunque no se sabe por cuánto tiempo, sujetos apenas sean ígnicas o glaciales. Su construcción requiere de conocimientos geométricos y es sabido que Dante fue sapientísimo en geometría y en matemáticas; de hecho su purgatorio es especular al infierno. Éste tiene una locación, viene a ser un cilindro invertido, cuyo vértice va al centro del planeta, en tanto que el purgatorio es una montaña de siete cercos que van en disminución, y antes del ascenso hay un espacio de admisión, adonde llegan las almas. No las trae Caronte, sino Catón, quien indica a Virgilio y a Dante la ruta de la purificación.

Lo que Marín representa en este nuevo trabajo, cuyo destino posterior a su presentación es incógnito (ojalá pueda ser itinerante y por eso escribo esta nota) son las almas. En sí, las almas, como se sabe de acuerdo con la escatología religiosa cristiana, no tienen cuerpo, por eso son almas, de modo que no proyectan sombras, pero Manuel Marín las ha considerado en un vacío porque, salvo las que están colgadas en la pared, todas las demás proyectan sombras; en algunos casos éstas son fabricadas mediante suajes y en otros son pintadas. Esta armazón de la contrucción del purgatorio viene a ser terrestre y hay que tener en cuenta que el purgatorio de Dante lo es. Podemos así deducir que según Dante el purgatorio empieza en la vida misma.

El monte del purgatorio al parecer se ubica en el hemisferio sur, es la antípoda de Jerusalén (Dante sigue la geografía de Ptolomeo). De allí que se tome de pretexto para la celebración de los 750 años de su nacimiento en el Sacro Monte de Varese, constuccción que no existía en tiempos de Dante, pero las palabras sacro y monte sí están en El Purgatorio de la Commedia, que sólo fue divinizada para la posteridad a partir de Bocaccio.

La visión de la construcción de purgatorio por Manuel Marín, puede ser análoga a nuestra visión de un purgatorio terrestre. De hecho, el purgatorio tan es terrestre, que en su cima se encuentra el paraíso terrestre, adonde ya no pudo llegar Virgilio, pues tuvo que dejarlo allí, bañado en lágrimas, a pesar de que su sustitución en cuanto a guía del paraíso sería Beatriz, y ella es la sabiduría no un amor terreno, sino la inspiradora del dolce stil nuovo que Dante manejó espléndidamente en La Vita Nuova, la más conocida de sus obras después de La divina comedia.

A propósito de eso tal vez conviene recordar que Dante vio a Beatriz “gentilmente d’umiltá vestuta” (vestida de humildad y al parecer el color de esta virtud es rojo siena) sólo dos veces. La primera tuvo lugar cuando Dante tenía nueve años y Beatriz ocho, y la segunda 10 años después, según anotan los dantistas. El número nueve se convierte entonces en una cifra simbólica que Marín retoma en las hiladas de almas visibles en el repositorio rectangular, dividido en tres seccciones, que las soporta. Dante se casa y tiene hijos; su hija Antonia toma el nombre de Beatriz al ingresar al convento, pero él genera un auténtico culto a Beatriz, que queda analogada a la sabiduría y a la Iglesia, por más que Dante era un güelfo blanco que pugnó por la separación de los poderes espirituales y temporales, a lo que debió su destierro y en parte, gracias a éste, la creación de la Commedia en lengua toscana. Todo eso viene asociado a las diagramaciones geométricas y especulares de Manuel Marín, que no son representaciones, sino metáforas.

Para ver todas las almas de frente hay que rodear ese tapanco rectangular, lo que querría decir (me lo dijo Marín de viva voz) que para subir al paraíso es necesario rodear el purgatorio. A su vez éste se encuentra flanqueado por otros elementos, más grandes y significativos que posiblemente estén en el lugar de algunos personajes importantes a los que alude Dante, entre ellos el pintor Cimabue, cuyas luces se vieron un poco apagadas con el arribo de Giotto, quien está igualmente mencionado.

Creo que lo que vemos en la exposición es una representación gráfica y espacial de la arquitectura del mas allá. A través de 100 dibujos sobre papel, escaneados e impresos, sometidos a computadora para retrabajarlos con otros colores, y utilizando el aparato como si fuera lápiz, aunque también hay retoques directos. Cada pieza, como cada alma, es distinta de las otras.