Opinión
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Día del amaranto

S

on muy llamativas las espigas rojas, amarillas, naranjas, que nacen de las altas matas del amaranto, planta que como el maíz ha sido considerada sagrada por las culturas originarias de nuestro país. Tiene más de 7 mil años de antigüedad y es resistente a la sequía. Las semillas de amaranto reventadas al calor se usan como cereal solo o en la elaboración harinas para panes y galletas. Al igual que la quinoa andina, el amaranto es rico en nutrientes y contiene los aminoácidos necesarios para la alimentación humana.

Actualmente se producen casi 5 mil toneladas de amaranto al año, de las cuales poco más de dos, provienen de Puebla. Otros estados productores son Tlaxcala, Morelos, Distrito Federal y estado de México. En Oaxaca se han realizado notables esfuerzos desde hace 20 años y la producción es cada vez mayor. Exportamos amaranto a Estados Unidos, España, Bulgaria e Italia.

El 25 y 26 de septiembre pasados tuvo lugar en Puebla el primer Encuentro Nacional de Productores de Amaranto, convocado por Grupo de Enlace para la Promoción del Amaranto en México. El lema de la reunión muestra los deseos de los ahí reunidos: Por el derecho a seguir siendo campesinos. De acuerdo con los datos que nos envía Mauricio del Villar, los temas que se reiteraron engloban varias de las inquietudes de la mayoría de los campesinos mexicanos: soberanía alimentaria, tradición y cultura, amor a la tierra y al campo. También la revaloración del trabajo campesino, la necesidad de organizarse para hacer compras colectivas, la búsqueda del equilibrio entre los saberes tradicionales y la llamada modernidad, empleando, por ejemplo, las redes sociales, y el necesario reconocimiento de los importantes valores alimenticios de esta planta ancestral.

Así que el 10 de octubre, Día Nacional del Amaranto, se celebró con buenos augurios en Oaxaca; fueron anfitriones las organizaciones Puente a la Salud Comunitaria AC y las Redes Regionales de Amaranto de los Valles y Centrales y la Mixteca. Llegaron más de 7 mil personas de ese estado y de otras regiones del país; se elaboró la alegría más grande del mundo, cuyas dimensiones fueron certificadas por el Grupo de Enlace para la Promoción del Amaranto en México (15.78 m2).

Participaron Julieta Ponce, especialista en nutrición; Víctor Suárez de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo, y el activista social Eduardo Torres. Se celebró así el derecho de los pueblos a alimentos sanos y culturalmente adecuados, producidos con métodos sostenibles, y su derecho a definir sus sistemas agrícolas y alimentarios.