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Bajo la lupa

Se desvanece la huella de EU en Medio Oriente, según The Wall Street Journal

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Cubierto con la bandera de su país, un soldado sirio observa las ruinas de una casa en Achan, provincia de Hama. Rusia intensificó el lunes pasado ataques contra terroristas del Estado IslámicoFoto Ap
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a intervención militar rusa, que avanza sus líneas defensivas desde el Transcáucaso y el mar Negro hasta la costa de Siria y el mar Caspio, ha tenido mayor éxito en sólo dos semanas contra los yihadistas sunitas que todo un año de estériles bombardeos hollywoodenses de la coalición nominal de 62 (sic) países encabezada por EU –que incluye en forma demencial al “México neoliberal itamita (http://goo.gl/xLVNl9)”–, lo cual ha desnudado el diabólico doble juego de la estrategia subrepticia de Washington en el gran Medio Oriente, cuyo objetivo verdadero, a mi juicio, consiste en desestabilizar, sino demoler, al RIC (Rusia/India/China) en sus entrañas mediante la demográfica “carta islámica (https://goo.gl/OBmoZl)”, según el axioma Brzezinski, continuador de la geopolítica británica de sir Halford McKinder (http://goo.gl/IieRVO).

¿Es posible que la naciente coalición del creciente chiíta del C4+1 –Irán/Irak/alawitas sirios/Hezbolá libanés, más Rusia– sea más eficiente que la bombástica coalición mercadológica de “62 países (incluido el ‘México neoliberal itamita’)” que lidera EU? ¡Qué bufonada!

La intervención rusa en Siria lleva dos semanas y van dos pasmosos game changers (puntos de quiebre) a su cuenta: 1. la consolidación de su presencia costera en Latakia, principal puerto sirio, y en su añeja base naval en Tartús (http://goo.gl/Nuga52) que reconfigura la cartografía del gran Medio Oriente, y 2. el asombroso lanzamiento de 26 misiles letales crucero del sistema Kalibr desde el mar Caspio que al día siguiente obligó a la retirada del último portaviones de EU en el golfo Pérsico, el USS Roosevelt (http://goo.gl/knjOMT), que para los hermeneutas geoestratégicos de China representa un prominente mensaje de Moscú a Washington.

Yaroslav Trofimov, del Wall Street Journal (WSJ), juzga que el papel especial de EU –principal poder en Medio Oriente durante décadas proveyendo a sus aliados guía (sic) y protección– parece “estar derritiéndose (http://goo.gl/NGbDSn)”.

Cita a Ryan Crocker –diplomático de carrera y anterior embajador de EU en Irak, Siria, Líbano, Pakistán y Afganistán– quien considera que la influencia y compromiso de EU en la región se encuentra en su más bajo nivel desde la Segunda Guerra Mundial.

Crocker, ahora decano de la Escuela Bush (sic) de Gobierno y Servicio Público en la Universidad Texas A&M, sentencia que EU se ha ido ahora, y en nuestro lugar tenemos a los aliados chiítas de Irán, al Estado Islámico y a los rusos.

Yaroslav Trofimov aduce que hoy el vacío creado por el retiro de EU está siendo ocupado por los mismos poderes que la política estadunidense había buscado contener.

Evalúa que todavía EU guarda una relevante presencia a lo largo del gran Medio Oriente, con 45 mil soldados y profundos lazos con servicios de espionaje amigables y socios del poder desde Pakistán hasta Marruecos y aún después de las retiradas de EU en Irak y Afganistán, su poder militar en la región empequeñece el reciente despliegue ruso en Siria que solamente tiene una docena de aviones y mil soldados.

No obstante, a juicio de Trofimov, la habilidad de EU para influir en la región ha sido socavada por una convicción creciente de que Washington, repelente al riesgo, enfocado a una política externa pivote a Asia (léase: contener a China) no desea ejercer más (sic) su liderazgo tradicional en Medio Oriente.

Pues sí: hoy el enemigo de EU a vencer es China, más que Rusia, con la cual todavía anhela componer.

En una reciente entrevista Henry Kissinger sentenció que el acuerdo de EU con China en los años 70 sacó a la URSS de Medio Oriente (http://goo.gl/Bg9Obm).

¿Se puede decir que 40 años más tarde la nueva asociación estratégica de Rusia y China saca a EU de Medio Oriente?

Trofimov arguye que la percepción de que EU evita riesgos en Medio Oriente ha cobrado vigencia cuando “sus aliados tradicionales –notablemente Israel y las monarquías del golfo– se sienten abandonados tras el acuerdo nuclear de la administración Obama con Irán”.

Desde 2001, EU dilapidó 1.6 billones de dólares (trillones, en anglosajón) y sacrificó a casi 7 mil soldados en la región y, a juicio del israelí-estadunidense Jeremy Shapiro, becario del Brookings Institution y anterior funcionario del Departamento de Estado, la política estadunidense en Irak no funcionó y ha empeorado las cosas, por lo que mediante la disminución de sus compromisos en Medio Oriente, la administración Obama reconoce en forma correcta las limitaciones del poder estadunidense en una región turbulenta en forma perenne (sic).

Trofimov aduce que hoy EU no ha sufrido un mayor ataque terrorista en su suelo desde 2001, los precios del petróleo permanecen bajos (sic) y los millones de refugiados de Siria e Irak inundan Europa lejos de EU, mientras con la “revolución del petróleo esquisto (shale oil) EU ya no es más dependiente del petróleo medioriental”, cuando Obama ha dictaminado que no habrá una guerra entre EU y Rusia, ya que no se trata de una competencia de superpotencias en el tablero de ajedrez.

Trofimov cita a Camille Grand, director de la Fundación para la Investigación Estratégica: Putin desea establecer un género de condominio (¡supersic!) con EU para supervisar a Medio Oriente en lo que hasta ahora ha casi tenido éxito.

Alastair Crooke (http://goo.gl/Nuga52) –ex espía del MI6, ex-diplomático británico y hoy analista conocedor de los intríngulis de la OTAN– aporta luz sobre la intervención rusa cuando toda la cacofonía estéril “quizá provenga también del significado de que (…) puede marcar el advenimiento de algo más serio –de la Organización de Cooperación de Shanghái (nota: el Grupo de Shanghái) como una alianza militar putativa”. Evidentemente “la alianza 4+1 –Rusia, Irán, Siria e Irak, más Hezbolá– no es denominada como Grupo de Shanghái (y los socios de la coalición no se traslapan con la membresía del grupo), pero la asociación del 4+1 puede muy bien todavía probar ser un ‘piloto’ para los no occidentales, una coalición operativa exitosa”.

Más aún: “su objetivo es precisamente prevenir los proyectos de cambio de régimen estilo OTAN –una preocupación primaria del Grupo de Shanghái” cuando “este prospecto seguramente irritará al establishment de seguridad occidental– y cambiaría potencialmente muchos de los cálculos existentes de la OTAN”, por lo que “en varios cuarteles de occidente es ampliamente importante promover una narrativa de fracaso para la alianza 4+1, y así denigrar cualquier significado de que su ejemplo militar pudiera tener importancia estratégica para el mundo no occidental (http://goo.gl/0hEIF2)”.

A mi juicio, si la intervención rusa en Siria, más el mensaje a EU desde el mar Caspio, ambos representan dos game changers simultáneos, el pasmoso teorema de AC –el C4+1 incrustado al Grupo de Shanghai– constituiría un “ game changer euroasiático” que aniquilaría la teoría geoestratégica del británico sir Halford McKinder y su aplicación contemporánea por Brzezinski que prevaleció un siglo en Occidente.

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