Opinión
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México SA

Desarrollo en el suelo

Gurría, el ocurrente

El paraíso perdido

C

uando se instaló en Los Pinos, 33 años atrás, la tecnocracia prometió que con sus reformas y modernizaciones los mexicanos habitarían el paraíso con un nivel de bienestar superior al de los noruegos. Sexenio tras sexenio (y acumula seis sentadas en el mismo sitio) repitió la cantaleta hasta el hartazgo, y todo para que a estas alturas uno de los integrantes del clan –actualmente al frente de la OCDE– sea tan gentil de notificar a los habitantes de esta República de discursos que (¡sorpresa!) México es el país más desigual de la citada organización.

En efecto, el sempiternamente sonriente José Angel Gurría, actual secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y chile de todos los moles desde el sexenio de Miguel de la Madrid, tuvo la cortesía de notificar que pese a los avances en el combate a la pobreza (sic y recontra sic), México es el país más desigual de esa agrupación.

Por ello, Gurría no tuvo mejor idea que proponer al gobierno mexicano una segunda ola de reformas para enfrentar los desafíos estructurales que tiene México. ¿Cómo? ¿Otra?, si la primera tanda ha sido calificada de exitosísima por todos los gobiernos involucrados (es decir, de Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto) y presumida ante la comunidad de naciones. De hecho alguien, con la modestia que caracteriza a los tecnócratas, la ha cacareado como motivo de envidia para el mundo entero.

En el balance, la reformitis crónica desde tiempos de la renovación moral (¡y miren qué tan renovados moralmente están los integrantes del gobierno y zonas afines!) ha sido un verdadero desastre para los mexicanos, y el propio Gurría presentó la síntesis de 33 años de reformas: México, campeón en pobreza infantil; el más desigual de la OCDE; carencias sistemáticas del sistema educativo; fallas en todo el sistema del estado de derecho; no vemos la plena manifestación de la modernización; no es efectiva ni eficiente la administración de la justicia; enfrentar falta de transparencia y corrupción, la informalidad; mucha pobreza; crecimiento raquítico y las desigualdades sociales se han exacerbado, entre tantas otras gracias de la modernización.

Eso y mucho más, pero el tamaulipeco de la eterna sonrisa asegura que en México se ha instrumentado una política macroeconómica responsable y las reformas estructurales están ayudando a restablecer la confianza. De allí la necesidad de una segunda ola de reformas. ¡Ole!

En esas tres décadas y pico, ¿cómo le ha ido a los mexicanos que habitarían el paraíso y vivirían mejor que los noruegos? El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ayuda a entender de qué trata. Por medio de su Índice de Desarrollo Humano (IDH), este organismo especializado de la ONU ofrece los siguientes resultados concretos de tantas reformas y modernizaciones:

En 1982, cuando Miguel de la Madrid se aposentó en Los Pinos, México ocupaba la posición número 53 entre la comunidad de naciones, en lo que a desarrollo se refería; para 2013 (el dato más reciente del PNUD) había caído 18 escalones para ubicarse en el número 71, con un nivel de desarrollo equivalente no al de Noruega (número uno en el inventario), sino de Kazajistán y las islas Seychelles

Al susodicho lo relevó Carlos Salinas, el de la solidaridad, quien metió el acelerador a fondo en materia de reformas y modernizaciones. ¿Resultado? El desarrollo en el país no se movió ni los mexicanos entraron al paraíso. Al cierre de 1994, el IDH de México se ubicó en el escalón número 52,

Y a Los Pinos arribó Ernesto Zedillo, el del bienestar para la familia (revolucionaria), otro gran reformador y modernizador del país, el cual cayó al escalón número 55 en materia de desarrollo humano.

Llegó el cambio, y Vicente Fox recuperó, en 2006, la posición número 53 que México registró en tiempos de Miguel de la Madrid, lo que demostraba que el país acumulaba 24 años de estancamiento en materia de desarrollo.

Pero no quedó allí la cosa. En la residencia oficial se instaló Felipe Calderón, quien a los mexicanos prometió vivir mejor, y tanto logró en ese sentido que al término de su sexenio México se había desplomado al escalón número 70 en materia de desarrollo humano, de tal suerte que ya no se trata de estancamiento sino de debacle.

Felizmente el tal Jelipe dejó Los Pinos, aunque en su lugar llegó Enrique Peña Nieto, quien en tan sólo un año (el de las reformas que los mexicanos quieren) logró que México descendiera un peldaño más en la escalera del desarrollo humano, para ubicarse en la posición número 71. No se conocen los resultados para 2014 y 2015, pero dado el balance a nadie extrañaría que el IDH nacional compitiera con el haitiano.

En treinta y tres años al hilo México ha sido reformado y modernizado de la A a la Z, siempre con la promesa oficial de que el objetivo es el paraíso y la norueguización (valga el término) para los cada día más famélicos habitantes de esta República de discursos. Y a pesar del ostentoso fracaso social, un día sí y el siguiente también el gobierno repite como perico que vamos por el rumbo correcto.

Y para remediar el caos, a tecnócratas como José Angel Gurría no se les ocurre mejor idea que recomendar una segunda ola de reformas para que este deje de ser el país más desigual de la OCDE, a la que México se integró en 1994. ¡Qué tal!

Las rebanadas del pastel

De la lectoría, sobre El Principito: “es vox populi aquí en el Bancomext que entre el séquito de funcionario” con los que arreó Enrique de la Madrid Cordero rumbo a la Secretaría de Turismo, figura Arintzi Méndez García. El caso de esta joven ilustra los usos y costumbres de la casta de funcionarios públicos. Cuando De la Madrid Cordero quedó al frente del banco ella formaba parte del grupo de edecanes, pero sorpresivamente se convirtió en asistente personal del ex director general y su acompañante en frecuentes giras de trabajo, por lo que se le incorporó a la nómina institucional con un sueldo generoso. Ahora ella ocupa el puesto de coordinadora de Giras de la Secretaría de Turismo, con un salario mensual bruto de 85 mil 889 pesos, como se puede apreciar en la página de transparencia de esa dependencia. La meteórica carrera de la flamante funcionaria muestra, en efecto, la discrecionalidad de la que goza la alta burocracia para hacerse servir a cuenta del dinero público (por obvias razones nos reservamos el nombre del denunciante, pero de que existe, existe).

Twitter: @cafevega