Opinión
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Corrupción, transparencia y rendición de cuentas
D

esde su fundación, Estados Unidos ha diseñado los paradigmas a seguir para la conducción del orden mundial, principalmente en el hemisferio occidental, comenzando por el continente americano, donde influyó en casi todos los procesos de independencia de las colonias. Después de su exitosa y trascendente participación en la Segunda Guerra Mundial, su grado de autoridad para la cimentación de los referentes a seguir se fortaleció.

En un principio, fueron los creadores de la lucha ideológica contra el comunismo durante la guerra fría, sembrando la idea de que ese sistema político era la mayor amenaza para el mundo occidental. Para ello se valió de la propaganda anticomunista difundida por medios de comunicación como la radio y los periódicos, pero también de una forma más especializada, como el arte, el cine, la literatura y el teatro.

Después de que el comunismo dejó de ser la principal amenaza en la percepción de los estadunidenses, así como en la de sus aliados, el entonces presidente Richard Nixon se lanzó a una nueva pugna internacional: la guerra contra las drogas, la cual estaba orientada a la persecución de la producción, comercio y consumo de los narcóticos, sobre todo en América Latina (http://bit.ly/1jXu9so).

Frente a esta amenaza el gobierno estadunidense ha destinado millones de dólares para dotar de herramientas y recursos a los países productores de drogas; su intervención en varias naciones se vio reflejada en la presión no sólo por el condicionamiento de ayuda económica y técnica, sino también porque decidía quién estaba cooperando o no en su campaña internacional antinarcóticos, por medio de certificaciones y las correspondientes sanciones que imponía.

Luego de los atentados del 11 de septiembre, Estados Unidos arreció su campaña contra el terrorismo, misma que ha sido apoyada por miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y otros aliados, con el fin declarado de eliminar al terrorismo internacional y a varias organizaciones insurgentes. Para la lucha contra este denominado gran mal se ha recurrido incluso a la histeria mediática.

En la toma de posesión de su primer mandato en 2009, el presidente Barack Obama ofreció rechazar la falsa elección entre nuestra seguridad y nuestros ideales, en referencia a las acusaciones que el ejército estadunidense recibía por violaciones a los derechos humanos en la guerra de Irak. Comenzaba su gobierno con un nuevo referente, poner fin a la idea de que el poder por sí mismo otorga el derecho de hacer lo que place. El paradigma cambió: ahora se lucha por el respeto a los derechos humanos, el combate a la corrupción, la promoción de la transparencia y de la rendición de cuentas.

Entonces, bajo un esquema similar de certificación y sanciones, el gobierno estadunidense está fijando nuevos ideales para luchar contra la corrupción internacional y sancionando a quienes no quieren cumplir. México ya se encuentra dentro de esta dinámica; esto lo podemos observar en el reciente bloqueo de una parte de los fondos anuales que Washington destina a nuestro país mediante la Iniciativa Mérida, por preocupaciones sobre la situación de los derechos humanos (http://wapo.st/1PJHZAr).

En otro tipo de acciones, están las emprendidas en contra de la FIFA semanas atrás, después de que se descubrió una trama de corrupción que involucraba a siete directivos que fueron detenidos en Suiza, ya que eran sospechosos de haber aceptado sobornos desde la década de los noventa. Al respecto, la fiscal general estadunidense, Loretta Lynch, aseguró que esto sólo es el comienzo de la lucha contra la corrupción. Igualmente el Departamento de Justicia emprendió un proceso por fraude ecológico contra la Volkswagen, que admitió haber falseado las pruebas de emisiones contaminantes de unos 500 mil automóviles diésel vendidos en ese país.

Ante este nuevo paradigma, Estados Unidos no está luchando de forma unilateral; otros líderes, naciones y organismos internacionales coinciden y apoyan esta nueva política anticorrupción, como el papa Francisco, quien en los discursos de sus giras recientes se ha manifestado en favor de esta nueva estrategia, condenando tajantemente la corrupción y a quienes incurren en ella, así como impulsando la lucha contra ese mal: Si un pueblo quiere mantenerse unido, tiene que desterrarla.

Del mismo modo, el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, en múltiples ocasiones ha solicitado tolerancia cero contra la corrupción, a la cual ha calificado de enemigo público número uno de los países en desarrollo.

Por su parte Roberta Jacobson, hasta ahora secretaria adjunta de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental y quien ha sido propuesta por el presidente Obama como embajadora en México, señaló en la 19 conferencia anual del Banco de Desarrollo de América Latina que esta región está viviendo una ola de protestas pacíficas y legítimas; por ello es momento de hablar de corrupción de manera abierta y de la rendición de cuentas. En este sentido, ha manifestado que hay que defender a los ciudadanos y que la problemática se resume en una cuestión: ¿Vamos a responder ante la oportunidad que nos dan los ciudadanos que están furiosos y al mismo tiempo facultarlos y fortalecer la democracia? ¿O acaso vamos a volver a hacer las cosas como siempre las hemos hecho?

En los procesos electorales de 2016, estos temas son los que dominarán la agenda y seguramente estarán impedidos de participar o lo harán con menores posibilidades de obtener la victoria, aquellos que sean señalados por corrupción y que no hayan cumplido con la responsabilidad de rendir cuentas ni de actuar con transparencia.

*Analista en temas de seguridad, justicia, política y educación

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