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Mi preferencia para la rectoría de la UNAM
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asi todos los candidatos a la rectoría de la UNAM tienen méritos suficientes para encabezar el futuro de nuestra casa de estudios. Sin embargo, yo tengo mis preferencias, entre éstas por el director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPS), doctor Fernando Castañeda Sabido.

Mis razones para expresar públicamente mi apoyo a Fernando Castañeda son de dos tipos: una profesional y otra porque tanto su diagnóstico de la UNAM como sus propuestas me convencen como viables y atendibles para, por lo menos, los próximos cuatro años.

Mi razón profesional es fácil de entender: en 1961 ingresé como estudiante de licenciatura en la FCPS. En 1966 inicié mi carrera docente y desde 2004 el Consejo Universitario tuvo a bien otorgarme la distinción y nombramiento de profesor emérito de la misma facultad. En todos esos años he tenido oportunidad de conocer la UNAM, a sus rectores y a otros funcionarios de la misma y de sus dependencias. Desde mi ingreso hasta la fecha sólo dos rectores han pertenecido a las ciencias sociales: el doctor Pablo González Casanova (sociólogo e historiador) y el doctor Jorge Carpizo (jurista). Me parece que resulta apropiado y conveniente, sobre todo en estos momentos de inestabilidad política y social en México, para no decir en el mundo, que el próximo rector sea también de ciencias sociales. Es mi convicción que estas disciplinas brindan las mejores herramientas a quien vaya a encabezar la UNAM para liderar y coordinar la producción del conocimiento que tanto sus egresados como la sociedad requieren para un México mejor y más justo.

No estoy diciendo que los egresados de otras profesiones sean inadecuados para dirigir la UNAM, sólo enfatizo que de 1961 al día de hoy ha habido 10 rectores y sólo dos han sido de ciencias sociales. ¿Podemos pensar que los de ciencias sociales hemos estado subrepresentados? Obviamente sí, ya que en el nivel de licenciatura (que concentra el porcentaje más alto de estudiantes) la mayor población escolar de la universidad pertenece, desde hace muchos años, a las ciencias sociales; y de las 10 carreras con más alumnos seis han sido de éstas y en segundo lugar las de ciencias biológicas y de la salud. De estas últimas disciplinas la UNAM ha sido dirigida por seis de los 10 rectores aquí considerados y, en mi opinión, es tiempo de que esta asimetría se modifique.

Fernando Castañeda, sociólogo con estudios de posgrado en El Colegio de México y en la Universidad de Sussex, ha sido profesor de la FCPS durante 35 años y, asimismo, de otros centros de educación e investigación en México y en el extranjero (Brasil, Bolivia, Guatemala, España e Italia). Ha sido director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales por casi ocho años y en su periodo, además de reformarse los planes de estudio de todas las licenciaturas, se creó la carrera profesional en antropología, que no existía a pesar de que el Instituto de Investigaciones en esta área del conocimiento había sido fundado hace más de 40 años. No es casual que en el presente el doctor Castañeda sea presidente de la Academia Mexicana de Sociología, reconocimiento de sus pares en el país.

Vivimos tiempos muy complejos, tanto en el mundo como en México. Tan grandes y diversos son los problemas que tenemos que enfrentar que se ha hecho una necesidad relacionar disciplinas de investigación que por muchas décadas funcionaron como compartimentos estancos. La UNAM ha impulsado, como ninguna otra universidad, los proyectos de investigación y docencia (sobre todo en posgrados) multidisciplinarios e interinstitucionales. Esta ha sido la razón de que el posgrado en ciencias políticas y sociales haya sido diseñado de tal forma que se favorezcan la confluencia interdisciplinaria y el pluralismo teórico y metodológico para abordar científicamente el estudio de la complejidad que vivimos. Esta óptica, conocida ampliamente por el doctor Castañeda, es la que requiere la UNAM en su oferta profesional y en sus investigaciones para mantenerse a la vanguardia de las universidades de América Latina y para competir académicamente en el ámbito mundial.

Castañeda ha mencionado en su proyecto conocido por la Junta de Gobierno que ninguna otra institución contiene tanta diversidad y pluralidad en su comunidad. Pocas, si alguna, respeta como la UNAM esa pluralidad de ideas y creencias. Esto, además de su autonomía y laicidad, la distingue de muchas otras universidades públicas y, desde luego, de las privadas. Aunque estas son mis palabras basadas en la lectura de su proyecto, él se ha comprometido, de llegar a la rectoría, a defender tales principios, que en la realidad mexicana no son secundarios. Ha dicho también que, ante el Estado y su responsabilidad para garantizar recursos suficientes para nuestra universidad, habrá que demostrar con argumentos universitarios, con toda la fuerza de la razón, que la inversión en la UNAM, y en la educación pública en general, es la mejor apuesta que un país puede hacer. Y no le falta razón, como tampoco al decir que se requiere mayor equidad de género en las aulas, en la investigación y en los puestos directivos, como lo ha demostrado ya, con hechos, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. En ésta, vale decir, confirmó que con el diálogo respetuoso y la negociación no sólo se podía consolidar la precaria estabilidad que dejó el conflicto de 1999-2000, sino que también se podía fortalecer la proyección de la facultad en el país y en América Latina reactivando el debate teórico internacional de las ciencias sociales.

No puedo menos que coincidir con el doctor Juan Ramón de la Fuente cuando afirmó (en La universidad rediviva, libro de diálogos con Ignacio Solares, publicado hace unos días) que en la nueva sociedad del conocimiento no hay nada capaz de remplazar a las humanidades y a las ciencias sociales. Coadyuvemos a su fortalecimiento desde la rectoría; es tiempo de intentarlo.

rodriguezaraujo.unam.mx