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La fiesta en paz

De los antojos de una niña de diez años a las visiones de una setentona

En Sudamérica prosigue el ofuscado coloniaje

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En Sudamérica mentalidades acomplejadas mantienen una globalización taurina excluyente, reflejo de añejas ambicionesFoto Imagen de archivo
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ara la temporada 1955-56, cuando la Plaza México cumplió 10 años –hace notar el aficionado zacatecano Jesús Flores Olague–, ya el empresario Alfonso Gaona ejercía, como hoy, su voluntad de espaldas al público tras ocho años de gestión. Si bien incluyó toreros de España –Dominguín una tarde y varias medianías– Portugal –un modesto Antonio Dos Santos– y Venezuela –César Girón cuatro tardes–, el interés estaba en mexicanos como Fermín Rivera, triunfador el año anterior y que a la postre no vino.”

“También los 3 Mosqueteros, Juanito Silveti, El Ranchero o el Güero Miguel Ángel, que alcanzaron sonoros triunfos, pero sobre todo Joselito Huerta en su temporada consagratoria. Hubo tardes memorables pero las orejas no se soltaban como ahora y encierros emotivos de Piedras Negras, La Laguna, Zacatepec o Coaxamaluca. Había una personalidad nacional muy fuerte que se reflejaba también en los toros, a partir del orgullo nutrido, todavía, por el espíritu de la Revolución Mexicana. Fueron los antojos taurinos de una niña.

“El manso de hace 40 años es el bravo de ahora, por lo que no se puede esperar mucho. En todo el mundo la bravura del toro ha sido disminuida en tanto aumentó un trapío artificial. Vienen los de la tauromafia y Roca Rey, que muy pronto será figura internacional, con lo negativo que acarrea. Nuestros nuevos valores, con gran potencial, por distintos factores aún no se han hecho del público.

José Tomás y su mercadotecnia no permiten televisar sus contadas actuaciones, quitándole un escaparate masivo a la fiesta de toros cuando más la necesita. ¿Qué Tomás es el de hoy comparado con el de hace ocho años? La empresa de la México desperdició años diciendo que lo tenía contratado cuando no era cierto. Veremos manos a mano de la manga, sin antecedentes justificados, con comodidad para las figuras, cuando urgen las tercias de rivalidad auténtica. Son las visiones taurinas achacosas de una setentona, remata.

Peruanos, colombianos y ecuatorianos –sin olvidar a los venezolanos– renuevan anualmente el título de plusmarquistas del coloniaje taurino en Latinoamérica, mientras el Nuevo Circo de Caracas, la Santamaría de Bogotá y la Monumental de Quito continúan cerradas, antes que por capricho de autoridades extraviadas o agentes del animalismo, por acomplejados taurinos sin autoestima, empeñados en mantener a Madrid como metrópoli mundial del toreo.

En la virreinalizada Lima el coso de Acho, el más antiguo del continente –1766–, ofrecerá una singular feria, no tanto por la repartición anual de matadores foráneos cuanto por el surgimiento de un excepcional torero peruano, Andrés Roca Rey, triunfador de Europa, y por la importación de cuatro encierros españoles. En la primera, reses de Zalduendo para Morante, Talavante y Joselito Adame, triunfador el año pasado. Segunda, toros de Miura para los españoles Rafaelillo, Manuel Escribano y Paco Ureña. Tercera, reses españolas de Daniel Ruiz para Castella, Perera y López Simón. Cuarta, un encierro español de La Quinta para Diego Urdiales, el relegado diestro peruano Juan Carlos Cubas y Daniel Luque. El 28 de noviembre novillos locales de Santa Rosa de Lima para el peruano Joaquín Galdós. Y el 29 toros nacionales de Roberto Puga para el mano a mano –¡y dale!– entre Ponce y Roca Rey. Son tres matadores peruanos, uno novillero, por 12 extranjeros. ¿Quedará algo para la beneficencia?

En Cali anuncian su feria decembrina: en la inaugural, toros de Salento para Ramiro Cadena, Guerrita Chico, Ricardo Rivera y José Fernando Alzate, modestos diestros locales que aunque triunfen nomás no alternan con importados. En otros carteles se lograron colar el desaprovechado, por propios y extraños, Sebastián Ritter, valeroso diestro de Medellín, y Roca Rey. Y un par de tardes se anuncia al colombiano Luis Bolívar, una con El Juli y otra con Talavante. Los demás puestos son para Castella, Manzanares, López Simón, Posada de Maravillas, El Fandi y Diego Ventura.

En Quito no se quedan atrás y en la Plaza Belmonte –1920– darán cinco tardes, sólo que en este caso los ninguneados locales van en montón en la última corrida –Hinojosa, Campuzano, Samper y Cobo–, un mano a mano entre Ponce y Luque y sendas encerronas de Morante y El Fandi. De lujo, ¿no?

Este círculo vicioso ya se hizo norma: según las empresas los coletas locales no posibilitan el negocio y los extranjeros sí, por lo que siguen importando en vez de lograr, en cada país, que algunos locales sean toreros de exportación, por sistema, no por excepción. ¡Cómo te atreves, cretino! Bueno, pero que no se sorprendan de la falta de respaldo popular a esta globalización taurina impositiva y excluyente, reflejo de añejas ambiciones y no de expectantes idiosincrasias urgidas de verse reflejadas por paisanos de luces. Lo ya dicho pero no entendido: por aquellos rincones la fiesta sigue hecha girones. Es más cómodo responsabilizar a antis y seudoprogresistas.