Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 1 de noviembre de 2015 Num: 1078

Portada

Presentación

Ángel Pahuamba, testigo
de nuestro tiempo

Gaspar Aguilera Díaz

Roa Bárcena y los
cuentos de aparecidos

Edgar Aguilar

La hermosa
monstruosidad
de los insectos

Armando Alanís Pulido

Santa Muerte,
blanca Niña Bonita

Fabrizio Lorusso

Un viajante llamado
Arthur Miller

Ricardo Bada

La reserva ecológica del
Pedregal de la UNAM

Norma Ávila Jiménez

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Ana García Bergua

Una novela de nuestros días

El síndico Jesús Pastrana, militante de un hipotético Partido de Acción Democrática y aspirante a candidato por ese partido a la alcaldía de Cuernavaca, tiene todas las de ganar. Honesto, decidido a aplicar la ley a rajatabla, Pastrana está confiado en que lo logrará, incluso si en su vida personal ocurre una revolución: se enamora de un travesti que resulta ser el hermano gemelo del capo del narcotráfico en Morelos. En su novela La doble vida de Jesús (Alfaguara, 2014), el gran narrador Enrique Serna desentraña con feroz mala leche una historia no tan descabellada, cuyos rasgos más raros no estriban en la inclinación sexual, sino en la incorruptibilidad del personaje, que lucha por mantenerse puro hasta donde pueda. Y también, claro, por mantener en secreto el amorío incómodo, la inclinación con la que pone fin a su aburrido matrimonio para ser fiel a sí mismo, amorío que si bien lo mete en problemas es también su inspiración, como lo demuestran sus pensamientos la primera vez que Pastrana y la transexual Leslie, como decíamos antes, hacen el amor: “La energía que brota de sus cojones lo encumbra en las lides políticas, lo catapulta a Los Pinos, le coloca la banda tricolor en el pecho. Pastrana, amigo, el pueblo está contigo. Se asoma desde el acantilado al mar que azota los riscos. Un paso más y serás espuma, vamos, cobarde, salta a las olas, entrega una vida que ya no es tuya.”

Enrique Serna es un maestro del grand-guignol , de la farsa grandilocuente y trágica, como lo demostró en El seductor de la patria; también lo es del retrato incisivo de la homosexualidad, tema de la espléndida Fruta verde y de algunos de sus cuentos. En La doble vida de Jesús, el narrador aplica su escalpelo a nuestro drama nacional, en una Cuernavaca cuyos rincones por demás conoce bien: los golpes entre políticos, los sobornos del narco, las amenazas, las cabezas, la violencia, todo ello se pone en escena en esta novela que a ratos da risa y a ratos nos ofusca con el velo trágico de la violencia. A veces Serna ridiculiza a sus personajes sin piedad, en otras páginas los compadecemos. Así, Leslie, el travesti en vías de convertirse en transexual, es uno de los personajes mejor construidos de la novela: hermoso y brutal, vulgar y tierno, manipulador y hasta cierto punto inocente, dramático y risueño, una especie de Dama de las Camelias a la que le sale una barba cerrada cuando deja de tomar el tratamiento hormonal, una flor de asfalto literal en una relación turbia con su hermano gemelo narco. Leslie asciende a los límites del sacrificio mientras Jesús Pastrana, el político dispuesto a pasar todas las pruebas como una especie de mártir con doble vida, como bien dice el título, se hunde poco a poco en los sótanos de las justificaciones, las pullas, la abyección y la corrupción.

Hace días, León Krauze hablaba en su columna de El Universal llamada “Sobre la valentía política”, del secretario de Gobernación y el escape del Chapo Guzmán:  “Cree estar tan cerca del poder, lo desea a tal grado que ningún otro cálculo importa. Lo que sea antes de salirse de la pista, de perder carril en la carrera hacia la hipotética consagración. A él, como a otros políticos dominados por la ambición, se lo ha comido la indecencia. Lo mismo ha ocurrido con muchos periodistas, que interpretan todo lo que ocurre desde la óptica del costo-beneficio de esa misma persecución de poder. Así, lo que importa no son las circunstancias vergonzosas (y el video) de la fuga de Guzmán sino quién quiere pegarle a Osorio Chong con la filtración.”

La novela de Serna toca esta danza de la cuerda floja que se ha vuelto tan común entre los políticos, cada vez más lejos del piso de su propia función, que los ha convertido en algo indecente: en realidad, el secretario trabaja para ser presidente, el alcalde para ser gobernador, el funcionario de poca monta para subir un escalón más, mientras todo a su alrededor se desmorona. El trabajo de los políticos consiste hoy en cuidarse las espaldas y alimentar al hipotético funcionario que serán, haciendo pésimamente el trabajo del funcionario que ya son. Andan por la vida como predestinados, como si por alguna razón merecieran llegar al tope del poder. La novela de Serna espejea las vacilaciones de Jesús Pastrana en ese camino de espinas con la idea –me temo que todos los políticos se engañan así– de que busca el bien común y puede capear la tempestad. Por lo menos, su amor por Leslie es sincero.