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El galardonado Mathias Enard refuta la percepción simplista de un Oriente enemigo

Gana el Goncourt novela que reivindica el mundo musulmán

Cada página del libro Brújula equivale a 90 segundos de una ensoñación lúcida y vertiginosa

Quizá la ciudad siria de Alepo recupere algún día su esplendor, no lo sabemos, pero hoy nuestra estadía es un sueño por partida doble: perdido en el tiempo y a la vez alcanzado por la destrucción

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La imagen siniestra de Oriente que hoy predomina en Occidente oculta lo esencial: las aportaciones de aquella cultura, dijo Mathias Enard (en primer plano) ayer en el restaurante Drouant, en el centro de París, donde se anuncia y entrega el máximo reconocimiento de las letras francesasFoto Reuters
 
Periódico La Jornada
Miércoles 4 de noviembre de 2015, p. 4

París.

El escritor francés Mathias Enard recibió ayer el premio Goncourt, máxima recompensa de las letras francesas, por su novela Boussole, una erudita y densa reflexión que busca transmitir a los occidentales el amor de su autor por el Oriente combatiendo los prejuicios.

Estoy muy sorprendido y feliz, dijo a la prensa el galardonado, quien vive buena parte del tiempo en Barcelona y aspira a seguir escribiendo libros.

Boussole (Brújula) es una compleja novela con elementos de ensayo y poesía que reflexiona sobre las relaciones entre Oriente y Occidente –un tema que acaparó esta temporada literaria francesa– lejos de los clichés del choque de civilizaciones.

El libro con su fraseado musical transmite amor por Oriente y sus tesoros a preservar, dijo el primer ministro francés Manuel Valls, antes de agregar: Es una brújula para nuestra época.

Fascinado por la cultura oriental, Enard, de 43 años, es un intelectual políglota, pues habla árabe, persa, español y catalán, entre otros idiomas.

Combatir los prejuicios

Su novela sume al lector en las divagaciones del narrador, Franz Ritter, un musicólogo vienés que rememora entre las volutas del opio su vida y sus obsesiones, todas vinculadas a la música y Oriente.

Intentemos respirar profundamente, dejemos deslizarse los pensamientos hacia un inmenso blanco, con los párpados cerrados, las manos sobre el vientre, imitemos la muerte antes de que ésta llegue, dice Ritter, acostado en su habitación de Viena, la ciudad considerada en otra época la Puerta de Oriente. Son las 23:30 horas. Las divagaciones durarán hasta las seis de la mañana.

Como en su novela Zone, en la que cada página correspondía a un kilómetro de trayecto entre Milán y Roma, cada página del nuevo libro de Mathias Enard equivale a 90 segundos de esta ensoñación lúcida y vertiginosa.

El lector acompaña a Ritter a Estambul, Palmira, Alepo, Damasco y Teherán, ciudades que el autor conoce bien. Vivió además en Egipto, Líbano y Siria.

Es difícil no marearse en este periplo mental. El narrador divaga, pasa de una cosa a la otra o vuelve un instante a la realidad para percatarse de que no apagó su equipo de audio. Por momentos aparecen las sombras de grandes figuras del pensamiento y el arte occidental: Heine, Balzac, Bizet, Wagner...

Una de las fuerzas de esta novela ambiciosa –y tal vez al mismo tiempo su punto débil– es su densa erudición.

Tras anunciarse el Goncourt el autor aseguró en sus comentarios a la prensa que su novela es muy accesible. Escribí con sencillez: alcanza con abrir el libro para darse cuenta de que es mucho menos horroroso de leer que lo que he escuchado por ahí, dijo Enard.

Uno de los objetivos del libro, explicó el autor, es luchar contra la imagen simplista de un Oriente musulmán y enemigo, mostrando en cambio todo lo que le ha aportado a Occidente.

La tragedia siria aparece aquí y allá en la narración. Los degolladores barbudos se hacen la fiesta, abriendo carótidas por aquí, cortando manos por allá, quemando iglesias y violando infieles a voluntad, escribe Enard.

Tal vez Alepo recupere algún día su esplendor, no lo sabemos, pero hoy nuestra estadía es un sueño por partida doble, a la vez perdido en el tiempo y alcanzado por la destrucción.

La imagen siniestra hoy predominante en Occidente oculta lo esencial, aseguró el novelista.

“Nosotros, los europeos vemos (a las atrocidades cometidas en Siria y en otras partes de Medio Oriente) con el horror de la alteridad, pero esa alteridad resulta igualmente horrorosa para un iraquí o un yemenita (...) Aquello que identificamos en esas atroces decapitaciones como ‘el otro’, ‘el distinto’, ‘oriental’, es ingualmente ‘otro’, ‘diferente’ y ‘oriental’ para un árabe, un turco o un iraní”, aseguró.

El premio fue anunciado al término de las deliberaciones de los integrantes de la Academia Goncourt. Este grupo de literatos se reunió como siempre en el restaurante Drouant, en el centro de París, donde tradicionalmente se anuncia el galardón. Es el más prestigioso de los reconocimientos literarios que se atribuyen cada año en Francia y asegura al ganador un éxito de ventas –en promedio unos 400 mil ejemplares– en las librerías.

El premio Renaudot, anunciado al término del almuerzo de escritores, fue para la francesa Delphine de Vigan, por su novela D'après une histoire vraie (Según una historia real).