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Número 232
Jueves 5 de Noviembre del 2015




Director fundador
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Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate






Las sociabilidades lésbicas

Una cosa es que una mujer se relacione erótica o emocionalmente con mujeres y otra, muy distinta, asumirse como lesbiana. La sola palabra parece encerrar una militancia política que no todas las mujeres homosexuales están dispuestas a asumir. Sobre esto, conversamos con la antropóloga Andrea Lacombe.

Leonardo Bastida Aguilar




De visita en México con motivo del Día de las Rebeldías Lésbicas y el Congreso Latinoamericano de Antropología, Andrea Lacombe, antropóloga y actualmente en un proceso de obtener un posdoctarado, charla con LetraeSe sobre su concepción de la sociabilidad de las mujeres lesbianas y las complejidad que ésta encierra al no ajustarse a los patrones dictados por las ciencias sociales.
Ex colaboradora del Centro Latinoamericano en Sexualidad y Derechos Humanos (CLAM), con sede en Brasil, y autora del libro Para hombres ya estoy yo, enfoca la entrevista en el tema de las mujeres lesbianas, sector que, considera, merece atención específica en el sentido de que responde a realidades diferentes a las de otros colectivos de la diversidad sexual.

¿Cuáles han sido tus sujetos de estudio en los últimos años, después de haber comenzado tu trabajo antropológico con estudios sobre identidades?
Mi trabajo ha ido sobre sociabilidades lésbicas con el interés de no trabajar la relación entre derecho y sexualidad sino sobre las sexualidades disidentes y la sociabilidad. En un principio, investigué sobre masculinidades lésbicas, después sobre subjetividades lésbicas y ahora la sociabilidad. Quiero analizar la relación entre erotismo, generación y vivencias sociopolíticas en Argentina y Brasil, particularmente Buenos Aires y Sao Paulo.

Esto porque durante los diferentes trabajos de campo que he realizado como antropóloga me he percatado de que hay particularidades entre diferentes generaciones de mujeres lesbianas y éstas están relacionadas con las vivencias sociopolíticas de cada país. Por eso, estudié los períodos de predictadura, dictadura y posdictadura en ambos países.

¿Qué buscas conocer a partir de los estudios de diferentes generaciones de grupos de mujeres lesbianas?
Me interesa conocer la relación entre la sociabilidad y las articulaciones para el activismo, sobre todo porque la palabra “lesbiana” no aparecía entre las mujeres con las que realizaba trabajo de campo, las cuales no solían estar en contacto con los grupos de activistas, ya sea feministas o LGBT.

De esta manera, el reto a trabajar fue cómo pensar dentro del propio activismo aquellas sujetas que no se reconocen a sí mismas como lesbianas pero a la vez reconocen el término como de denominación externa, y son las personas contempladas por las sujetas políticas, es decir aquellas que sí son activistas, para realizar activismo con otras semejantes.

También me interesa analizar la relación entre lesbianismo y feminismo a la hora de pensar en relaciones políticas. Me gustaría saber cuál es el lugar del lesbianismo en la agenda del feminismo. Lo cual es un tema bastante polémico en toda América Latina. Ya desde los años ochenta, Gloria Anzaldúa y Angela Davis muestran esa problemática.

En mi caso, al trabajar con mujeres de entre 40 y 80 años, pienso en cómo se fue construyendo una agenda y las sociabilidades e invisibilidades de las lesbianas. Me han dicho que el tema de lo lésbico estaba vedado, que eran lesbianas activistas en la lucha feminista para hacer concientización al respecto, pero muchas de ellas no se definían como mujeres que tenían relaciones con otras mujeres. Lo más interesante ha sido ver cómo eso va cambiando y por qué la importancia de la lucha de las lesbianas dentro del propio feminismo para establecer determinadas agendas.

Hoy en día, el reto consiste analizar si se sigue haciendo activismo dentro de determinadas agendas feministas o si se hacen agendas particulares, preguntarse cuál será la relevancia de seguir construyendo determinadas agendas cuando están subsumidas a las de derechos sexuales y reproductivos, derechos que no están reconocidos para las mujeres lesbianas.

¿Cómo son las sociabilidades lésbicas en el siglo XXI y cómo consideras que fechas como el Día de las Rebeldías Lésbicas contribuyen a dichas sociabilidades?
Tiene que ver con cómo se construyen los procesos de visibilidad y la importancia o no de éstos. Creo en la importancia de estos procesos porque aún para aquellas que logran adscribirse a determinados espacios de recato para no evidenciar su sexualidad, el hecho de que haya un grupo de personas que hagan activismo por la posibilidad de esa existencia ayuda a viabilizarla socialmente.

¿Qué son las rebeldías lésbicas?
Me llama la atención el uso de la palabra rebeldía, que da pie a mostrar que existen otros modos de vivenciar la sexualidad que no necesariamente se adscriben a esos que normaliza la ley. Las palabras me hacen pensar en la posibilidad de pensar en sexualidades que se escapan de la norma.

Hablando de normas, tú has diseccionado el proceso de matrimonio igualitario en Argentina y procesos similares en otros países de la región. ¿Cómo pensar el matrimonio igualitario? ¿Ha beneficiado más a un sector que a otro? ¿Hubo paridad entre gays y lesbianas durante dichos procesos?
En primer lugar hay que estar conscientes de que en el caso de las lesbianas, muchas han optado por otras estrategias que no son el matrimonio. Lo más importante ahora es el reconocimiento de la existencia de leyes que existen para los otros.

El eje no es tanto la sexualidad sino adscribir los derechos a determinadas sexualidades disidentes que son derechos de clase, liberales. En ese sentido, pensar en matrimonio significa pensar en cuáles son los derechos que queremos. Eso no significa que no sea una ganancia porque sÍ es una igualdad de derechos, pero frente a dicha igualdad, cabe la pregunta: ¿cuáles son los derechos que queremos como sociedad? El reto es pensar leyes que no son necesariamente para dos personas sino para otros, leyes que no solo implican a una pareja sino a las múltiples familias que surgen de este tipo de uniones.

Sobre algún tipo de predominancia, considero que no hay una diferencia en la ley. En donde hay diferencias es en las sociabilidades. Los gays ocupan un espacio de un modo y las lesbianas de otro porque aún utilizan muchos espacios privados.

¿Eso significa que hace falta más articulación entre grupos?
Los colectivos no deben permanecer unidos todo el tiempo. Eso tiene que ver con el sistema político de representación al que estamos acostumbrados y en el que no todo el tiempo nos sentimos representados. Lo que debería lograrse es una plasticidad en las alianzas políticas y las alianzas entre colectivos y sujetos de representación.

Las alianzas son buenas para ver cómo se pueden construir otras. La idea es pensar cómo construirlas con aquellos que son considerados abyectos a algunos movimientos. Lo difícil es que, de acuerdo con el sistema político que tenemos, las alianzas se piensan para siempre. Debemos pensar en que no deben permanecer por siempre y que su disolución no signifique una ruptura, sino más bien que ya se obtuvo lo esperado y es momento de construir otras alianzas con otro tipo de actores.

Desde hace años estamos en momentos de inflexión y de quiebre sobre lo que significa ser político. Yo puedo construir alianzas políticas con determinados grupos pero a lo mejor cambia su parecer y yo ya no deseo seguir con ellos. Una buena forma de pensar es el anarquismo pensando en que propicia una sujeción no tan cristalizada.

¿Qué son hoy en días las masculinidades lésbicas?
El concepto surgió de trabajo de campo en Río de Janeiro, en bares llamados botequines o boticos, que son pequeños bodegones donde abunda la masculinidad popular brasileña. Hay cerveza y cachaza todo el día. Están cerca de las casas y trabajos de las clases obreras. En uno noté que había música tradicionalmente asociada con las mujeres lesbianas. Efectivamente, había muchas mujeres pero con una performatividad corporal masculina. Se consideraban a sí mismas como mujeres masculinas pero no se asumían como lesbianas. Allí fue donde comencé a pensar este problema de que no hay presencia de la palabra “lesbiana” en muchos entornos de mujeres lesbianas.

Cuando hablo de masculinidades lésbicas, traigo a la luz aquellas masculinidades que no están en el cuerpo de un hombre biológico pero tampoco son trans porque no hacen cambios de ese tipo. Más bien son masculinidades de sujetos asignados biológicamente como mujeres, que se siguen considerando como tales pero que adscriben a ciertos performances del género masculino como la ropa, las inflexiones, los movimientos y el llamarse a sí mismas en masculino. Sin embargo, ninguna manifestó su intención de ser hombre. Es una performatividad que también se vive en las relaciones con otras mujeres, muchas de las cuales son más femeninas, o en otros casos, con otras igualmente masculinas.


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