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Déborah Holtz, directora del sello, encabezó la ceremonia en el Palacio de Bellas Artes

Trilce Ediciones festejó 20 años de persistente amor a las letras

Recordó los inicios, con la apertura de la serie Tristán Lecoq, en honor de Álvaro Quijano

Contó su decepción al ver que la poesía es relegada al último rincón del último anaquel en las librerías

Carlos Mapes y Angelina Muñoz-Huberman, entre quienes participaron en la celebración

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Este jardín es una ruina, de Álvaro Quijano (pantalla), abrió la colección poética Tristán Lecoq. En la imagen, Déborah Holtz, Eduardo Hurtado, Hernán Bravo Varela, Carlos Mapes y Juan Carlos MenaFoto María Meléndrez Parada
 
Periódico La Jornada
Lunes 9 de noviembre de 2015, p. 8

La casa Trilce Ediciones cumplió dos décadas de existencia, celebración casi imposible, expresó su directora, Déborah Holtz, quien contó ayer en un acto realizado en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes los vaivenes de la editorial que nació con un libro inédito de poesía, publicado en forma póstuma, del amigo Álvaro Quijano.

Al poco tiempo, sin embargo, nos topamos con la triste realidad de que los libros de poesía se venden poco, y que los espacios en las librerías están peleadísimos. Si algo dura menos de 23 segundos en las mesas de novedades son precisamente los libros de poesía, dijo con humor Holtz.

La editora relató que antes de publicar Este jardín es una ruina (1995), de Quijano, “teníamos una empresa llamada Trilce –por el poema del peruano César Vallejo– con la que más bien nos dedicábamos a lavar y planchar ajeno. Es decir, realizar trabajos y servicios a otros. Cuando nos tomó por sorpresa la muerte de Álvaro y decidimos hacer este libro, bueno, se nos vino el mundo encima porque teníamos que ver cómo se distribuía. Todo ese proceso fue muy duro para Juan Carlos Mena (diseñador) y yo”.

Trilce Ediciones publica todo tipo de libros, pero dado sus orígenes el festejo se centró en la colección Tristán Lecoq, serie que se inició con el poemario de Quijano, cuyo título se debe al escritor y crítico Christopher Domínguez, por ser ese el nombre del personaje principal de la novela El libro de Tristán, del poeta.

Al paso de un año la idea audaz de lanzar un libro especial dedicado a Quijano se convirtió en una tarea que había que resolver de alguna manera. De allí que se editó El turno del aullante (1997), del recientemente fallecido Max Rojas. Empezaron con una velocidad de dos títulos al año. “Pensamos que las ediciones iban a ser un hit inmediato en el mercado editorial, sobre todo con el audaz diseño de Mena”, continuó Holtz, pero no fue así.

Desesperada, la editora empezó a trazar una estrategia para hacer que todo el trabajo realizado en ese tiempo llegara a los lectores. Es decir, comenzaron a organizar una serie de actividades –presentaciones de libros– un poco enloquecidas y espectaculares, que con el tiempo se volvieron francamente desatadas.

Ya que 20 años sí son algo, para su decepción los libros de poesía seguían relegados al último rincón del último anaquel en las librerías. Cuando por fin lograron conseguir distribuidor, éste resultó un ladrón de poesía, al fugarse con todos los libros.

El poeta David Huerta no pudo asistir por cuestiones de salud, sin embargo, su texto fue leído por su colega Hernán Bravo Varela. Para Huerta, la vida de Álvaro Quijano fue una larga querella entre el amor y la amistad, lejos estuvo de escoger. En la intercepción de la amistad y el amor supo plantar un hermoso árbol entre las ruinas de un jardín romántico, el árbol esbelto y frutal de sus poemas.

Los 20 años de Trilce son testimonio de persistente amor a la literatura. Agregó: en el recuerdo vivo de Álvaro Quijano y a la colección a la que sus poemas dieron origen, sus editores y camaradas celebramos los valores del corazón y la inteligencia que suelen animarse en las páginas.

Carlos Mapes, a su vez, leyó un texto que escribió con motivo de la muerte de Quijano, en forma de semblanza. En seguida, Juan Carlos Mena, responsable de la producción en la colección Tristán Lecoq, señaló que ésta ha sido una labor de amistad, ya que la poesía no tiene fines comerciales, mayormente. Pero sirve para nombrar cosas y emociones como no se puede hacer de otra manera. Es decir, la ciencia no puede nombrar las cosas como la poesía. También participó el poeta Eduardo Hurtado.

Terminadas las intervenciones, varios poetas leyeron obras de los libros en el orden en que fueron publicados. Entre ellos, Bravo Varela dio voz al poema 10 de El turno del aullante y Carlos López Beltrán a tres poemas de Las cosas no naturales (1997). Angelina Muñoz-Huberman leyó una selección de Conato de extranjería, mientras Julio Trujillo dio voz a William Ospina.

Afuera del Palacio de Bellas Artes, cientos de personas se reunieron para presenciar en pantalla grande el concierto que en esos momentos ofrecía la Orquesta Sinfónica Nacional con música de bandas sonoras de películas como Star Wars, ET, Tiburón, Indiana Jones y Harry Potter. Había niños pequeños disfrazados de los personajes de La guerra de las galaxias, así como adultos armados con sables láser.