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Breverías: un titipuchal de aforismos, coeditado por La Jornada

El periodista Jorge Mansilla lanza un compendio de bromas doctoradas
 
Periódico La Jornada
Lunes 16 de noviembre de 2015, p. 9

El aforismo es una frase muy breve con el mayor contenido posible de significación, como la poesía. Así definió el periodista Jorge Mancilla los textos incluidos en su reciente libro Breverías.

“Tiene que ser con la menor cantidad de palabras para mayor constancia de testimonios o de lo que se quiera. El aforismo es, además, una broma doctorada que no tiene la implícita violencia del albur o del insulto, mucho menos el tácito corte de caja que hay con el chingasumadrismo.”

Breverías: un titipuchal de aforismos, coeditado por La Jornada, recupera este género que se encuentra en todos lados. Desde los discursos, los sermones, el congreso, los púlpitos, las cantinas, nuestras calles, las peseras, el Metro... el pueblo mexicano es extraordinario para aforismear. Sin darse cuenta dice cosas maravillosas (...) Claro que hay que perfeccionarlo y presentarlo en forma graciosa, explica Mansilla a este diario.

Sobre el trabajo en la prensa, agrega: “Los periodistas somos literatos, estamos haciendo literatura de la noticia, que es la forma pulcra, sintética y bella de presentar una información.

“Cuánto más fuerte, más bello y con más significación escribamos, somos tan literatos como los escritores. No en vano Gabriel García Márquez empezó en el periodismo y murió siendo periodista.

No encuentro mayor diferencia en los que accedemos a la escritura, son militancias: unos son novelistas, cronistas, poetas, compositores, periodistas, editorialistas... pero todos estamos trabajando con el idioma, que tenemos que defender.

En torno al idioma, afirma que el mayor hallazgo que ha tenido España ha sido América Latina. Es una lástima que España no acabé de descubrir a Colón; su país nunca lo entendió. Igual que a Cervantes.

Mansilla recuerda el uso del humor como forma de resistirse a las dictaduras. “Viví la peor época de Bolivia, 20 años de un golpe tras otro. Una forma elegante, audaz e inteligente de oponernos era el humor. Tomar con la mayor amplitud de criterio las idioteces de los dictadores militares para convertir la dictadura en dictaburla.

Nos dimos cuenta, con este periodo de resistencia en radio y periódicos, de que al dictador no le interesa que le digan asesino, ladrón o delincuente; le violenta que hagan burla de él, que hagan sátira, que lo ridiculicen.