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Los recursos para la ciencia en 2016
E

l pasado jueves 12 de noviembre se publicó en la Gaceta Parlamentaria el Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio fiscal de 2016, el cual contiene variaciones importantes respecto de la propuesta original que entregó el Ejecutivo federal a la Cámara de Diputados el 8 de septiembre del año en curso. El cambio general más relevante es que los legisladores aumentaron en casi 17 mil millones de pesos los recursos para el ejercicio del próximo año. La pregunta que ahora surge en todas las áreas del quehacer nacional es cómo quedó finalmente el presupuesto para cada sector.

Los cambios para la ciencia son al alza, aunque poco significativos. En la propuesta original entregada por el secretario de Hacienda se preveía un aumento para estas actividades del orden de 2 mil 857 millones de pesos respecto de lo asignado en 2015. Los diputados agregaron la semana pasada 726 millones 742 mil pesos más, con lo que el presupuesto para el Programa de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI) en 2016 alcanzará 91 mil 650 millones de pesos (precios corrientes).

Lo que en realidad hicieron los diputados fue respetar casi en su totalidad la propuesta original entregada en septiembre por el secretario de Hacienda y aplicar el aumento referido a dos sectores específicos del programa de CTI: para Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, 477 millones; y para Educación Pública, 250 millones adicionales.

Pero, ¿qué significado tiene todo lo anterior? Lo primero que hay que decir es que en el escenario económico en que se encuentra nuestro país las actividades científicas y tecnológicas no fueron afectadas por los recortes al gasto y en cambio tuvieron un ligero incremento. Este aumento es muy modesto si consideramos que en los primeros años de la actual administración se habían realizado esfuerzos muy importantes para ampliar los recursos a este sector, lo que permitió pasar de 0.4 a 0.57 por ciento del producto interno bruto (PIB)… Luego se aplicó el freno.

El 27 de octubre, pocas semanas antes de la elaboración y aprobación final del presupuesto para 2016, se realizó en la Cámara de Diputados la segunda reunión ordinaria de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados, en la que el coordinador general del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, el doctor José Franco, señaló que el paquete económico de 2016 mostraba una importante desaceleración y el Programa de CTI no era excepción.

En su análisis, Franco observó que la tasa de crecimiento del gasto en CTI era la más baja desde 2011 y advirtió que la desaceleración podría complicar que el gasto en investigación y desarrollo tecnológico pudiera alcanzar el uno por ciento del PIB en 2018. Sin embargo, apuntó que esa meta podría alcanzarse si se lograra incrementar la inversión del sector privado.

Aclaró que en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos el gasto se constituye en más de 60 por ciento por la inversión privada, y dijo: Si nosotros tuviéramos una relación similar a la que tienen Estados Unidos, Corea, Finlandia o Israel, con la inversión del gobierno federal en este momento estaríamos en una inversión de más de 1.5 por ciento del PIB. La inversión federal no es mala, lo que sucede es que la del sector productivo es muy baja.

En el mismo sentido se expresó el presidente Enrique Peña Nieto hace pocos días, durante la inauguración del clúster científico BioMimic, un muy interesante centro de investigación en Veracruz dirigido por el doctor Martín Aluja, que busca desarrollar innovaciones basadas en la naturaleza. Ahí el titular del Ejecutivo hizo énfasis también en la disparidad que hay de la inversión entre los sectores público y el privado.

Lo anterior muestra que, efectivamente, uno de los elementos que frenan el despegue de las capacidades científicas y tecnológicas de México es el limitado compromiso del sector privado. Pero, en mi opinión, esta limitante revela una singularidad estructural, o si se quiere, un defecto en la economía mexicana, que no se resuelve sólo con la voluntad política.

Ante esta realidad no queda por ahora otro camino que asumir la responsabilidad que tiene el gobierno en el desarrollo de estas áreas, lo que obliga a recuperar cuanto antes la tendencia de crecimiento del gasto del gobierno federal en ciencia, tecnología e innovación.