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2015: los tejedores del poder social
E

ste año nos ha traído conflictos, normalidades, desgracias, sismos, ajustes, pero también innumerables eventos novedosos, algunos especialmente esperanzadores que aunque están allí nuestra insensibilidad o ceguera no alcanza a registrarlos. Este es el caso de las nuevas batallas por la vida, procesos silenciosos y subterráneos que delinean una suerte de biopolítica o, más precisamente de una ecopolítica. La ecopolítica es una política de ecos, de reflejos, de reciprocidades, fundada en el tejido de redes y en las redes de tejidos. La ecopolítica recuerda la alegoría de G. Deleuze y F. Guattari, es decir, es rizomática. Un rizoma es un modelo que existe en el mundo vegetal en el que la organización de los elementos no sigue líneas de subordinación jerárquica y que, por tanto, carece de centro. La acción que lo identifica y lo hace viable es el tejer, que es el acto de entrelazar hilos, filamentos, fibras u otros materiales flexibles para dar lugar a tejidos. El acto de tejer no es exclusivamente humano, sino una labor que imita a las arañas o a las mariposas que construyen telas y capullos. De este acto peculiar, de esta biomímesis, surgen por igual movimientos sociales, textiles y textos. La ecopolítica no sólo defiende, sino que imita a la naturaleza y en cierta forma habla por ella, es decir, la vuelve (o la de-vuelve como) interlocutora.

Los tejedores forman redes y las redes dan lugar a tejidos, como los de los organismos vegetales y animales, que son estructuras formadas por células distribuidas regularmente y funcionan de manera coordinada. En la arena social, las células equivalen a las comunidades, cooperativas, nodos o núcleos, que al asociarse dan lugar a una organización superior por su extensión o por el número de participantes. Resulta obvio afirmar que estos tejidos, telas y telares ciudadanos han sido potenciados por las nuevas tecnologías de la comunicación y la información. ¿Son estas metáforas y alegorías meros discursos intelectuales, o simples ejercicios de la imaginación? Veamos las evidencias que nos da 2015.

En México, durante estos casi 12 meses tuvo lugar una sorpresiva secuencia de sucesos cuyo objetivo implícito o explícito fue justamente el tejido de relaciones entre actores y sectores de ciudadanos en resistencia. Estos acontecimientos reunieron a cientos de organizaciones de escala comunitaria, municipal o microrregional en ejercicios de reciprocidad, que permitieron o facilitaron la comunicación, el intercambio de experiencias y la solidaridad, e indujeron la creación de organizaciones o redes más amplias e influyentes. Los hechos también abonaron algo inédito o poco frecuente: pusieron en contacto directo a pensadores y a actores sociales, a académicos y a organizaciones, a universidades y a pueblos.

Este autor registró y/o participó (en) una docena de foros auspiciados por organismos civiles, frentes ciudadanos o instituciones académicas que lograron la confluencia de movimientos sociales en resistencia o proyectos alternativos de carácter socioambiental. Todos, en conjunto, contribuyeron al empoderamiento ciudadano, al poder social. Entre los más destacados pueden citarse las varias reuniones realizadas por Serapaz, organismo de la sociedad civil, los talleres interculturales auspiciados por al menos dos redes académicas (la Red de Socioecosistemas y Sustentabilidad y la Red sobre el Patrimonio Biocultural), el magno encuentro de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo sobre agroecología y economía campesina, que reunió a unos 800 participantes de todo el país, y finalmente el seminario Tejiendo Voces por la Casa Común, que aglutinó una secuencia inédita de foros y conversatorios en sedes de Oaxaca, Cuautla, Cuernavaca, Guadalajara y la ciudad de México.

Mención especial merece el primer Congreso Internacional sobre Comunalidad, realizado en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, porque como señalé en una entrega anterior (http://www.jornada.unam.mx/2015/10 /27/opinion/016a1pol) logró visibilizar y posicionar un concepto que fue, es y será clave en las resistencias ciudadanas y en el tránsito hacia una nueva civilización. También deben citarse a escala latinoamericana dos congresos que reunieron a miles de participantes académicos y de la sociedad civil, el de etnobiología, en Colombia, y el de agroecología, en Argentina. En ambos casos fueron los líderes campesinos e indígenas y los taitas, sabedores, curanderos y marakames, es decir, los sabios tradicionales, quienes ocuparon las sesiones centrales. En todos estos foros quedó garantizada una nueva modalidad, basada en el tejido de relaciones, que hace realidad no sólo el diálogo intercultural, sino nuevas alianzas cuyo objetivo político es fortalecer las resistencias ciudadanas y consolidar en territorios concretos los proyectos alternativos a la civilización moderna, tecnocrática e industrial. De manera paralela a estos encuentros, y como acción y reacción a ellos, están los territorios de una decena de regiones bajo control social, y los triunfos jurídicos ante los cultivos transgénicos.

Es el poder ciudadano o social que avanza firme y sigiloso, con sus pies de paloma.

A la memoria de Eugenio Bermejillo, incansable tejedor de sueños.