Opinión
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México SA

Pemex: situación crítica

Exprimida y endeudada

Suma de números rojos

E

xprimida hasta el último centavo por la Secretaría de Hacienda y, por lo mismo, endeudada hasta la coronilla (binomio que la ha llevado a registrar una catarata de números rojos en su balance financiero y la degradación de su solvencia), Petróleos Mexicanos, ahora empresa productiva del Estado, ha sido condenada por su propia saqueadora a resolver sus problemas como pueda, si puede, porque el gobierno federal no destinará recursos públicos para resolver su crítica situación.

A lo largo de los años la política confiscatoria de Hacienda no le dejó un clavo de dónde asirse, pero ahora, en voz de su ministro del (d) año, Pemex no tiene para dónde hacerse, porque su presupuesto ya está aprobado y en la reforma energética se separó de Hacienda el control presupuestal de la otrora paraestatal. Por tanto (dijo el susodicho), quien toma las decisiones financieras es su propio consejo de administración. Ese fue un objetivo de la reforma, que Pemex deje de ser una dependencia burocrática y se convierta en una empresa productiva con autogestión. Eso está ocurriendo (La Jornada, Susana González).

Bien, pero ¿quién forma parte del consejo de administración de Pemex? Pues, entre otros y en primerísima línea de mando, el propio ministro que, con todo y saqueo y creciente endeudamiento, hoy condena a la otrora paraestatal a rascarse como pueda, si es que puede. Y la decisión se da justo cuando la empresa productiva del Estado registra endeudamiento histórico, caídas en producción, exportación y precio y, por si fuera poco, la degradación de solvencia por parte de la calificadora Moody’s.

La misma calificadora detalla que el acelerado ritmo de contratación de deuda por parte de Petróleos Mexicanos, en un entorno de bajos precios del crudo, estuvo entre las principales razones por las que bajó la calificación de solvencia de la empresa, dijo Nymia Almeida, analista de la firma financiera. En los últimos 12 meses Pemex incrementó en 28 mil millones de dólares su deuda, de los cuales 21 mil millones fueron contratados de enero a la fecha. ¿Y por qué se debilitó su calificación? Por la sencilla razón de que en los últimos tres años Pemex ha incrementado su deuda para financiar grandes egresos para impuestos, derechos e inversiones de capital, sin lograr incrementos sostenidos en su producción o eficiencias operativas, y es muy difícil que pueda subir su calificación a corto plazo (Moody’s dixit).

De hecho, advierte la calificadora, los indicadores crediticios de Pemex se deteriorarán aún más a corto a mediano plazos debido a que los precios del petróleo continúan deprimidos, la producción continúa cayendo, los impuestos permanecen altos, y las necesidades de inversión de la compañía son financiadas con deuda.

Tanto la exprimió Hacienda y tanto se endeudó Pemex para tapar los agujeros financieros, que a estas alturas el pasivo total de la empresa supera por más de 50 por ciento al activo total (con todo y que oficialmente le quitaron de encima el fardo de los Pidiregas), lo que denota la quiebra técnica del corporativo. Y la deuda alcanza niveles inimaginables para una empresa que, pese a sus corruptelas e ineficiencias, a lo largo de los años aportó al erario cantidades multimillonarias que al final de cuentas bien a bien nadie sabe dónde quedaron.

Pemex mantuvo un nivel razonable de endeudamiento, amparado con una producción de crudo cercano a 3 millones de barriles por día, hasta que los panistas arribaron a Los Pinos. Fue entonces cuando la deuda de la otrora paraestatal tomó la ruta ascendente de forma por demás veloz. Cuando Vicente Fox se instaló en la residencia oficial, la deuda total de Petróleos Mexicanos se aproximaba a 286 mil millones de pesos; cuando Felipe Calderón felizmente se fue a su casa, tal débito superó los 780 mil millones, un aumento de 173 por ciento a lo largo de la docena trágica blanquiazul (las cifras son de Petróleos Mexicanos).

Con Fox y Calderón, Pemex enteró al fisco (léase Hacienda se quedó con) alrededor de 8 billones de pesos por concepto de impuestos y derechos, y todavía endeudaron a la empresa de manera permanente, sin olvidar que en ese periodo los alcistas precios del crudo mexicano de exportación registraron niveles históricos. Nunca como en ese lapso se obtuvieron tantos excedentes petroleros. ¿Y dónde quedaron?

Pero llegó la modernidad peñanietista y la deuda de Pemex rebasó las nubes, porque de aquellos 780 mil millones al cierre de septiembre de 2015 (la información más fresca de la empresa) el débito trepó a un billón 485 mil millones de pesos, y contando, o lo que es lo mismo un aumento superior a 90 por ciento en menos de tres años. En el mismo periodo Hacienda retuvo a Pemex, por concepto de impuestos y derechos, alrededor de un billón 475 mil millones de pesos, el doble del endeudamiento de la otrora paraestatal en idéntico lapso.

Y quien toma las decisiones de Pemex (por ejemplo en materia de endeudamiento) es el consejo de administración, como detalló el ministro del (d) año, quien olvidó mencionar que él mismo, como recaudador forma parte del consejo de administración de Petróleos Mexicanos (el presidente de ese órgano colegiado es el titular de la Secretaría de Energía, Pedro Joaquín Coldwell). Debe ser muy moderno funcionar a la vez como juez y parte (cobrador y pagador) en una empresa del Estado que han condenado a morir por inanición financiera, cuando en plena celebración por la reforma energética la promesa original fue que competiría en igualdad de condiciones con los inversionistas privados que compartirán la renta petrolera.

Ayer se divulgó el más reciente reporte financiero de Pemex, y sus resultados son una verdadera masacre: números rojos por doquier, en vías de empeorar. Lo mejor del caso es que Luis Videgaray afirma que hoy Petróleos Mexicanos tiene oportunidad de hacer cosas que antes el marco jurídico no le permitía. Las oportunidades surgen de la implementación de la reforma energética.

Entonces, como bien dice un lector de La Jornada: Pemex está como la vaca de pobre: mal comida, pero bien ordeñada.

Las rebanadas del pastel

Con tanta altura que lo separa del suelo, al inquilino de Los Pinos ya le dio el síndrome de Felipe Calderón: a veces la sociedad no advierte ni valora la transformación positiva de México, dijo el susodicho. De inmediato, 63 millones de mexicanos en pobreza se pusieron de pie para ovacionarlo.

Twitter: @cafevega