Opinión
Ver día anteriorSábado 28 de noviembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los de Abajo

Juntas

E

scribo desde Tapachula, junto a una trabajadora sexual violentada todos los días, frente a una mesera que trabaja en uno de los tantos bares de esta ciudad fronteriza. Otra mujer, migrante procedente de Centroamérica, nos mira. Se sabe de memoria el trayecto de su pueblo hondureño a este estado mexicano, la ruta de la migrante que, como ella, se ve forzada a dejar a sus hijos para llevarles algo de comer. Cerca de nosotras se organizan también las que acompañarán dos días a esas otras mujeres que recorrerán México en busca de los hijos expulsados por la pobreza. No saben si llegaron a Estados Unidos, su sueño; les perdieron la pista y ellas, que los tuvieron en el vientre, no pararán hasta encontrarlos.

Aquí hay de todo: mujeres maquiladoras, migrantes hondureñas, salvadoreñas, guatemaltecas o nicaragüenses que trabajan de meseras, comerciantes o trabajadoras sexuales a las que un sistema violento las llevó a ejercer estos oficios. También las hay forzadas, producto de la trata con fines de explotación sexual, engañadas y secuestradas por enganchadores que actúan en complicidad con autoridades migratorias y agentes del gobierno.

Escribo desde uno de tantos botaneros llenos de mujeres violentadas hasta la muerte, como en Ciudad Juárez, donde se visibilizaron niveles de feminicidio jamás pensados. En los seis años pasados, reportan organizaciones, más de mil 900 mujeres y niñas fueron asesinadas de forma violenta en México, casi la mitad con armas de fuego, lo que ubica al país entre los 25 con la mayor tasa de asesinatos de mujeres en el mundo.

Hace exactamente una semana mi domicilio fue allanado. No forzaron chapas; dejaron huellas de botas y registraron cajones y escritorios. Como en el caso de otras tantas mujeres trabajadoras, muchas también periodistas, arrojaron mi ropa interior a la cama, un modus operandi que nos vulnera más, una agresión de género que se suma a la amenaza. Cimac reporta 252 casos de violencia contra mujeres periodistas en México, entre los que hay 13 casos de feminicidio. Ni más ni menos.

Hoy, desde Tapachula, estamos meseras, trabajadoras sexuales, periodistas, migrantes, comerciantes, maquiladoras, madres e hijas. Nos contamos nuestras historias. ¿A ustedes quién las defiende?, me pregunta una. La respuesta es nosotras. No somos una estadística separada. A todas nos está pasando. La mujer periodista, como la trabajadora sexual y la migrante o la maquiladora, tenemos que cuidarnos. Igualito, igualitas. Juntas.