Opinión
Ver día anteriorDomingo 29 de noviembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El Caracol
D

esde tiempos remotos el caracol marino ha ejercido fascinación en el hombre. En Mesoamérica tuvo fuerte presencia. Lo vemos en Teotihuacán como decoración relevante en el templo de Quetzalcóatl. En México Tenochtitlan aparece en muchas representaciones, entre otras en almenas que decoraban los palacios más importantes. También es parte frecuente de las ofrendas mortuorias. Se relaciona con la femineidad, la fertilidad y el mundo acuático en general.

Esta fue la forma que inspiró al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez cuando diseñó La Galería de Historia, mejor conocido como Museo del Caracol, por su forma espiral. Está ubicado a medio camino de la rampa que conduce al Castillo de Chapultepec.

Se creó en 1960 como un museo didáctico para niños y jóvenes. Mediante sus 12 salas, muestra los hechos más importantes de la historia de México, desde finales del virreinato hasta la Constitución de 1917. No tiene una colección, son básicamente dioramas y maquetas, que muestran escenas de la historia de nuestro país, mediante figuras de barro y escenografías en tercera dimensión, elaboradas en madera y materiales plásticos. Además de la parte histórica, admira la maestría de los artesanos mexicanos que las elaboraron. Cada diorama cuenta con iluminación interior y audio, que permite escuchar una narración de los hechos representados. El recorrido es muy grato porque se desciende suavemente por la espiral.

Este recinto fue parte de ese magno proyecto cultural que se llevó a cabo durante el gobierno del presidente López Mateos, que incluyó la creación de varios de los museos más importantes de México, de los que ya hemos hablado en varias ocasiones.

Como la mayoría de ellos al Caracol se le integraron obras de arte; en este caso, se invitó al escultor José Chávez Morado a realizar la puerta cancel de la entrada. Elaborada en bronce, hace alusión a la fusión de las culturas europea y americana, que dio como resultado el mestizaje que nos define. También diseñó uno de los primeros altares a la Patria; edificado en mármol blanco, verde y tezontle rojo exhibe un facsímil de la Constitución de 1917 y una gran águila estilizada. De gran altura, el domo que lo cubre deja penetrar una luz dorada que le imprime al recinto un aire de misticismo.

Este solemne y bello recinto es el remate de la visita que comienza en la sala I con los años finales del virreinato. Exhibe diversos aspectos de la vida colonial en los últimos años del periodo virreinal, además de los antecedentes y causas que propiciaron el movimiento de Independencia.

La sala II se titula La epopeya de Hidalgo y comienza con el levantamiento de Independencia y concluye cuando es apresado. La III aborda las hazañas de Morelos y Mina, y concluye con la captura y el juicio del primero.

La sala IV muestra escenas de la consumación de la Independencia con acontecimientos relevantes del movimiento. En la V nace la República con todas sus vicisitudes y pasamos de la VII a la IX en las que vemos representadas la Reforma y la República Restaurada.

La época porfiriana con sus marcados contrastes socio económicos es el tema de la sala X, que prepara para entender el movimiento revolucionario que se exhibe en las XI y XII.

Todos estos episodios son gratísimos de ver en las maquetas y dioramas elaborados con gran cuidado. Están apoyadas en una sólida investigación histórica y con el talento y encanto de los artesanos que realizaron tanto las figuras como las escenografías, mobiliario y vestimentas. Aunque el público mayoritario son niños como adulto es muy disfrutable.

Al salir del recinto le queda a unos pasos la cantina el Mirador, que se encuentra en avenida Chapultepec 606. Desde 1904 ofrece sabrosa y abundante comida cantinera. El coctel de la casa con ostión, pulpo, camarón y atún es casi una comida. Si le añade una sopa de lentejas con tocino y plátano macho y de postre una crema de piñón con un buen café, queda listo.