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¿El fin del Partido Republicano?
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a competencia por la presidencia de Estados Unidos empezó temprano. A más de un año de distancia, el electorado está hoy asediado por los precandidatos, en particular por el amplio grupo que se disputa la candidatura del Partido Republicano. Hasta ahora al menos, Hillary Clinton en las filas demócratas ha recibido el reto importante de Bernie Sanders, cuyas credenciales liberales son impecables, incluso más avanzadas que las de la antigua primera dama. Sin embargo, los debates más intensos ocurren en torno a la disputa en el interior del Partido Republicano, en la que se han inscrito 32 precandidatos, aunque sólo una docena están realmente presentes en el debate nacional. Según la encuesta más reciente de Reuters (18 de noviembre), el indescriptible Donald Trump está en el primer lugar de las preferencias del electorado, con 34 por ciento; le sigue un grupo de tres encabezado por el neurocirujano Ben Carson, que tiene 14 por ciento, Marco Rubio con 13 por ciento de preferencias, Ted Cruz con 11 por ciento, y el ex gobernador de Florida, que era inicialmente el favorito, Jeb Bush, se desploma a 6 por ciento; despues un pequeño grupo recibe entre 4 y uno por ciento.

Todavía es muy temprano para saber quién será el candidato republicano. La incertidumbre se ha acentuado porque el multimillonario Donald Trump no fue eliminado tan rápido como predecían observadores y analistas. No sólo sigue ahí, sino que se ha mantenido en el primer lugar desde hace ya un buen número de semanas, y nada, ni sus groserías ni su insolencia, parece detenerlo. Más bien, lo impulsan con más determinación, para horror de muchos. Trump ha violado todas las reglas posibles de la correción política, y como los burlones crueles que conozco, luego de mofarse de un defecto físico, o de las palabras de otro, si éste se ofende Trump mira sorprendido a su alrededor y con cara de inocente reprocha: No tienes sentido del humor. ¿Por qué no te ríes de mi chiste con el que ridiculizo tu cojera? ¿Qué, no te parece chistoso que señale que tienes orejas de Dumbo, o que te sonroje tartamudear? ¡Ay! Francamente, qué amargado eres; ríete, como los demás nos reímos de ti. Pero ni se te ocurra mirarme de través, porque eso sí me ofende.

El martes pasado, en un gran mitin en Georgia, cuando un asistente gritó que el presidente Barack Obama era un asno, Trump sólo dijo: Yo no fui el que lo dijo, y provocó lo que buscaba, una carcajada general. Ese es el nivel de la campaña del candidato hoy más fuerte del Partido Republicano.

Más allá de sus chistes, malos y vulgares todos ellos, Trump ha expresado un gran desdén por los mexicanos. Ha dicho que si llega a la presidencia construirá una larga muralla en la frontera, que además tendremos que pagar nosotros. La verdad es que si llega a la Casa Blanca, y el tal muro nos evita siquiera verle la cara, tal vez valga la pena.

El problema que tiene el electorado republicano, al menos una parte importante, es que los otros precandidatos no son mucho mejores. Frank Bruni en The New York Times (2/12/15) publica un artículo titulado Cualquiera menos Ted Cruz. ¿Cualquiera? ¿Incluso Trump? Aparentemente la soberbia, el egocentrismo, el desprecio por los demás, las ofensas y los insultos en serie contra sus colegas senadores lo han convertido en el republicano más temido y más odiado del Congreso estadunidense.

En las últimas semanas se han publicado viñetas aterrorizadoras de cada uno de los precandidatos: el que no se inventó una autobiografía (Carson), causó pérdidas millonarias a la empresa que dirigía (Florina). Además sus propuestas frente a la inmigración, la economía –concretamente la propuesta fiscal–, son insensatas y, por consiguiente, irrealizables. Lo único que tienen en común, y que se ha convertido en la estrategia más socorrida, es la crítica contra el presidente Obama. Más allá de denunciarlo por su reforma al sistema de salud, por una política exterior que –según ellos– ha debilitado la presencia internacional de Estados Unidos, o simplemente porque les resulta insoportable que un hombre de color ocupe la Casa Blanca, los precandidatos republicanos no han logrado encontrar un tema general para movilizar a sus votantes.

En fin, el panorama no podía ser más desalentador para los republicanos. Lo es tanto que me pregunto si el partido va a sobrevivir la elección de 2016. Más de 30 precandidatos sólo nos habla de una fuerza política fragmentada que no sabe dónde encontrar coherencia ni un rumbo claro. Esta incapacidad es por lo menos sorprendente si recordamos que el electorado estadunidense está firmemente polarizado. De los 51 estados de la Unión Americana sólo siete estarían indecisos en la próxima elección. Sin embargo, los republicanos parecen desorientados. La situación actual es prueba de la victoria del ala radical del partido, el Tea Party, que ha logrado concentrar la disputa en el extremo derecho de esta corriente política. Nadie busca el centro: mientras más descabellada es una propuesta, mayores son las probabilidades de que la adopte un precandidato. Sin embargo, no es eso lo que busca el electorado estadunidense. Un programa como el que ha esbozado Trump conduciría al colapso al Partido Republicano. Un resultado inferior a 30 por ciento sería mortal para el partido de Lincoln, que lo fue también de Barry Goldwater. Todos los analistas coinciden en señalar que en 2016 los demócratas retendrán la Casa Blanca. Y si los republicanos se autodestruyen, ¿qué queda en su lugar?