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Penultimátum

Wifredo Lam en París

H

ijo de Enrique, un emigrante chino cuyo oficio era la carpintería y el pequeño comercio. Y de Ana Serafina, de doble ascendencia: africana por su madre, esclava capturada en el Congo. Y española por su padre, descendiente lejano de Alvar Núñez Cabeza de Vaca (1500-1560), de los pocos conquistadores que defendieron a los pueblos originarios de América de la codicia de sus paisanos.

Esos orígenes explican en buena parte la vida y obra de Wifredo Lam, cuyo aniversario de nacimiento en 1902 en Sagua la Grande, Cuba, se cumple el próximo martes. El deshielo entre Estados Unidos y la isla coincide con la gran muestra que sobre el pintor por excelencia de la afrocubanidad dedica Francia por primera vez en el Centro Pompidou de París.

La gran sala de exposiciones del museo ofrece una retrospectiva de las facetas artísticas y las etapas principales de la vida, obra y activismo político de quien es considerado el más universal de los pintores cubanos. 300 obras y documentos muestran el camino seguido por el artista desde su estancia en España entre 1923 y 1938, su residencia en Marsella y París (1938-41), su retorno a Cuba (1941-52), su periplo por París, La Habana, Caracas, Italia, Zurich entre 1952 y 1967, cerrando con su etapa final entre Albisola del Mar, en Italia (importante centro de cerámica), y París, donde murió en 1982.

Amigo de los surrealistas, en especial de André Breton, de Picasso y Alejo Carpentier, esta exposición permite conocer la forma de trabajar del artista, sus intereses estilísticos y sus colaboraciones con otros pintores, intelectuales y reconocidos poetas. Por su originalidad, Lam es referente indispensable dentro del arte y por la forma de rendir homenaje en sus lienzos a las deidades que poblaron el mundo de sus antepasados africanos. Como ninguno otro supo combinar el sincretismo de las antiguas culturas con la pintura moderna, que tanto admiraron los surrealistas.

Pero el autor de La Jungla, su obra mayor (engalana una de las salas del Museo de Arte Moderno de Nueva York al lado de la de otros dos consagrados: el chileno Roberto Matta y el armenio Archille Gorki), también ilustró libros y carpetas con los poemas de Rene Char, André Pieyre de Mandiargues, Alain Jouffroy o Ghérasim Luca. O el cuento de García Márquez El último viaje del buque fantasma. También sobresale su colaboración en la revista Orígenes, voz de lo que Lezama Lima llamó la expresión americana.

Abundan los documentos, correspondencia y fotografías de su estancia en diversas partes del mundo. Entre ellas México. Y no falta el libro Mi vida con Wifredo Lam 1939-1950, escrito por Elena Holzer, su compañera y apoyo importante en la carrera del artista. Lam mismo reconoció que Elena fue decisiva en su vida y en la evolución de su obra.