Sociedad y Justicia
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Investigadora propone actualizar propuesta de conservación

Estudio de la UNAM revela existencia de dos especies distintas de quetzal
 
Periódico La Jornada
Sábado 5 de diciembre de 2015, p. 39

Al quetzal se le clasifica tradicionalmente en dos subespecies: Pharomachrus (P.) mocinno mocinno, que habita en México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, y P. mocinno costaricensis, que vive en Costa Rica y Panamá. Pero según investigaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), no se trata de dos subespecies, sino que son dos especies distintas que se separaron hace 3 millones de años.

Sofía Solórzano Lujano, investigadora de la División de Investigación y Posgrado de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM, analizó las diferencias entre ambas aves, como el tamaño de sus cuerpos y la longitud de sus alas; luego realizó exámenes moleculares de secuencias mitocondriales y encontró diferencias significativas en la morfología de ambas subespecies, algo que la información molecular distinguió claramente. La académica propone separar a estas aves en dos especies y, en consecuencia, actualizar la información ecológica, distribución geográfica y propuestas para su conservación.

Quetzal es una palabra de origen náhuatl –asociada con quetzalli, bella pluma brillante– con la que se nombra, desde épocas prehispánicas, al ave considerada la más bella de América. No obstante, este atractivo ha resultado perjudicial, pues la especie ha sufrido tráfico ilegal, que junto con la fragmentación y destrucción de su hábitat –que ha propiciado la desaparición de casi 70 por ciento de los sitios de anidación–, la han puesto al borde de la extinción, explicó la investigadora.

Se trata de un ave con un marcado dimorfismo sexual en la adultez. Los machos se distinguen por sus cuatro plumas de esmeralda iridiscente. En los ejemplares de Oaxaca y Nicaragua, éstas pueden alcanzar un metro, aunque en los de Costa Rica y Panamá sólo llegan a tener de 45 a 60 centímetros.

En contraste, la hembra adulta es menos llamativa y carece de la coloración ventral rojo-verde, de una cauda atractiva o de la cresta y el pico amarillo del género masculino. Ellas también tienen la iridiscencia en todo el cuerpo, pero su cabeza es más opaca, la boca negra y la cola blanca y con barras horizontales.

Es una especie rara –registra una de las poblaciones menos numerosas– y críptica, pues no canta frecuentemente ni con volúmenes altos, además de que es silente al surcar los aires. Esta conducta cambia una vez al año, con la temporada reproductiva y el inicio del cortejo –usualmente por dos semanas a finales de enero–, caracterizado por las nutridas vocalizaciones y vuelos de machos y hembras.

El quetzal es amenazado por depredadores como el tucaneta verde, ardillas y otros mamíferos nocturnos, que atacan sus huevos o polluelos pequeños, o por búhos, halcones y aguilillas, que matan a los adultos. Además, los humanos los cazan, ya sea por sus plumas o para venderlos como mascotas. No pueden sobrevivir en cautiverio; una vez atrapados no se alimentan y fallecen.

Su conservación es compleja, pues como especie migratoria requiere protección y conservación de los bosques de anidamiento y migración. La tala y conversión de estos espacios en sitios de cultivos de maíz y café, así como en pastizales para ganado, disminuye sus posibilidades de supervivencia. Está considerado en peligro de extinción. Los países donde habita –México incluido– firmaron un acuerdo que regula el tráfico de especies amenazadas y señala la prohibición para traficar individuos de esta especie y sus productos o subproductos, concluyó.