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Celebrará los 10 años de su monólogo ¡A vivir!, con función especial en el Auditorio Nacional

El arte se ha prostituido y a cualquier frase bonita se le llama motivacional, afirma Odín Dupeyrón

Demuestro que el problema de la vida no es que se acabe, sino que comenzamos a vivirla tarde

 
Periódico La Jornada
Miércoles 23 de diciembre de 2015, p. 7

Diez años en la vida de cualquier ser humano es mucho tiempo, y de pararse en un escenario para exponer un monólogo mucho más, como es el caso de Odín Dupeyrón, actor, escritor y director, quien el próximo jueves 7 de enero ofrecerá una función especial de la obra ¡A vivir!, en el Auditorio Nacional.

En entrevista, antes que cualquier otra cosa, aclaró que no se trata de echar el rollo, la perorata eterna ni de sacar la ropa vieja (citar y encadenar frases célebres). “Si de esto se tratara no hubiera durado 10 años con teatros llenos. ¡Son 10 años ininterrumpidos! Demuestro que el verdadero problema de la vida no es que se acabe, sino que empezamos a vivirla demasiado tarde.

Es el único monólogo, obra de teatro, que lleva tanto tiempo en cartelera. Es escrito, actuado, dirigido y producido por mí, por un mexicano. No es una obra extranjera, sino que aparece un actor que no es de televisión. Soy un actor que hace 10 años se lanzó a un teatrito con un monólogo que al paso del tiempo se volvió icono en muchas cosas. Si llena teatros merece celebrarse de esta manera. Es un éxito para mí, como actor, y para quien disfruta del teatro, el público.

Toma de decisiones

Hay quien considera que un monólogo es una cúspide del trabajo actoral, por lo difícil, pero hay quien lo considera un exceso de protagonismo. Al respecto, Odín comentó: “Yo lo ubico como que no tenía otro remedio que hacerlo, que yo era la única persona capaz de contratarme, para pagarme. Tengo manos y un texto, talento para escribir. La gente se identifica. Es un monólogo que habla de la familia, de los papás, de los hijos, de los adolescentes y de los adultos. Es el adulto que está reconciliándose con su infancia. Es sobre tomar decisiones como adulto. De alguna manera la gente se espejea. El trabajo actoral a lo largo de 10 años se ha modificado muy poco en ¡A vivir! Hay papás que quieren traer a sus hijos para que la vean. Yo les doy la misma obra”.

Insistió en que sigue siendo la misma obra con el mismo actor. “Son dos horas sin intermedio. Le gusta a la mayoría. Hay a quienes no y yo les caigo mal. Creo que en el Auditorio Nacional va a ocurir algo impresionante. Es mucha gente, algo inusitado para un monólogo. Es más, es raro presentar una obra de este tipo en un espacio como ese. Con eso podría estar contento, pero si se llena el Auditorio... Me cuido mucho de no llenarme la boca con cosas que no puedo asegurar. No quiero que perdamos. Si no perdemos lo que viene será ya ganancia. Llevo mil 700 representaciones. Ya hemos llenado teatros grandes, como el Josefa Ortiz de Domínguez, con capacidad para 5 mil personas. Yo detecto las necesidades de la gente por medio de mi obra. Hay quienes iban a ver a Shakespeare porque querían burlarse del rey. Uno canta las canciones porque alguien las compone y siente algo común. La gente canta lo que se le queda en el alma. El hecho de que el arte hable sobre la condición humana funcionará. Este monólogo provoca, sobre todo, dos cosas: llorar o reír. Hay quien ha dicho; ¡no me gustó tu obra!, ¡te odio! Una vez alguien me dijo que le había gustado, que la había visto una vez y media. Resulta que había visto la obra seis años antes y le ‘cagó’, así dijo. Se fue a la mitad. Volvió y la vio completa. Hay quienes me han dicho que qué me creo, que soy un pendejo. Resulta que la obra habla de cosas y a algunas personas eso no les gusta. Depende de cómo llegues, con quién vayas, si comiste bien o no... ¡tantas cosas! Vivir es ir sorteando las dificultades de la vida”.

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La obra no se trata de echar el rollo, la perorata eterna, ni de sacar la ropa vieja, aclaró Odín DupeyrónFoto cortesía del Auditorio Nacional

Contra la mediocridad

Se le hace ver que la mesa de las librerías, de Sanborns, por ejemplo, están repletas de libros motivacionales. Se engalló y respondió: “¡El arte es motivacional! Se motivaba para ir a la guerra, contra el rey. El arte es transfornador. Lo que pasa es que el término se ha prostituido y a cualquier frase bonita se le llama motivacional. Víctor Hugo escribió Los miserables y este es, sin duda, un libro motivacional. El arte en general se ha prostituido, como todo en la vida. No estoy en contra de lo motivacional, sino en contra de lo prostituido, Estoy en contra del mal cine, del mal cantante y de todo lo mediocre.”

Instó ¡a vivir! Esta obra ha sido definida como un tsunami emocional y sus funciones un monólogo colectivo.