Política
Ver día anteriorDomingo 27 de diciembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

En sólo dos años han ocurrido más de 4 mil 700 casos, dice grupo de ayuda a víctimas

ONG: alarmante, el número de mujeres guatemaltecas desaparecidas en México

En la frontera, redes de trata de personas las explotan sexual o laboralmente, denuncia

Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 27 de diciembre de 2015, p. 8

Huimanguillo, Tab.

María Ramos García habla q’eqchí, el idioma que predomina en gran parte de Guatemala, y explica en un rudimentario español, con la ayuda de una traductora, la historia de su hija Isabela Melchor, desaparecida en algún lugar de México.

Tiene 63 años y vive en la comunidad de San Pablo, en la localidad de Ixcán, del departamento de El Quiché, donde la guerra civil dejó miles de muertos, entre ellos su marido, ejecutado por el ejército en 1982.

María, que todos los días vende tortillas en el mercado, señala: Solita saqué adelante a mis cinco hijos, y ahora me quedé con tres nietas, hijas de mi niña desaparecida. Es un sufrimiento. Trabajo en medio del calor, el frío, o la lluvia, pero no importa; es muy duro con mi edad, pero hay que comer.

Habla bajito, con silencios prolongados después de cada frase. Tiene unos ojos que expresan la angustia, el dolor y la profunda herida de tener una hija desaparecida desde hace siete años: Se fue a trabajar para sacar adelante a sus tres hijas, para darles estudio, así me dijo. Luego de Cancún, pasó a Chiapas, y desde allí me llamó sólo una vez; nunca más.

A su lado, Nilda Quip Tzalam, de la Asociación Coordinadora Comunitaria de Servicios para la Salud (Accss), le ayuda con el idioma y a ordenar las ideas; ella busca las palabras para hablar: Quiero que el gobierno encuentre a mi hija. Ella vino a trabajar, a buscar una mejor vida, no para estar desaparecida. Yo vengo a encontrarla para llevarla con sus hijas, que siempre piden a su mamá.

María se emociona y se le llenan los ojos de lágrimas. La incertidumbre le resulta insoportable, como el peso de la ausencia de su hija. Dice que tiene 24 nietos y que las tres nietas que sostiene le recuerdan permanentemente que tiene una hija desaparecida, por eso se animó a venir por primera vez a buscarla, con la Caravana de Madres Centroamericanas que recorre distintos estados del país.

Son mercadería

El incremento de las desapariciones de mujeres guatemaltecas es alarmante, dice en entrevista Lourdes Doniz, quien trabaja estrechamente con los comités regionales de búsqueda de migrantes en Guatemala, vinculada con el Movimiento Migrante Mesoamericano.

“Son miles de mujeres guatemaltecas que han desaparecido en México y son invisibles. Se van sin documentos, porque esa es una de las instrucciones de los coyotes (traficantes de personas) o de la gente que se las lleva para introducirlas por los ‘pasos ciegos’ de la frontera, pero esa es también una estrategia para que la desaparición sea mucho más fácil en territorio mexicano”, señala Doniz.

Los comités de búsqueda, distribuidos en comunidades de los 22 departamentos de Guatemala, han seguido el rastro de mujeres, menores y niñas desaparecidas. “Las mujeres y niñas se convierten en parte del pago en la estructura del coyotaje o simplemente las venden, un negocio adicional al pago que recibe el coyote. Las mujeres son usadas como mercadería, casi todas para explotación sexual”.

Comenta que en tan sólo dos años han desaparecido 4 mil 737 niñas, jóvenes y mujeres adultas, según Convergencia Cívico Política de Mujeres, organización no gubernamental que investiga las redes de trata con fines de explotación sexual y que señala que muchas han sido víctimas de violencia o fueron cooptadas por pandillas juveniles o bien utilizadas para explotación laboral en maquiladoras, trabajos domésticos, mendicidad, adopciones ilegales, vientres en alquiler o tráfico de órganos.

Se conocen moteles y zonas rojas que existen en la frontera. Ellas se vienen de las aldeas a buscar trabajo y aquí las enganchan, las usan para explotación sexual y laboral, lavando platos, haciendo limpieza y sin pagarles; incluso dándoles sólo una vez de comer al día, afirma Doniz.

Añade: “No hay un control en la frontera. Esas mujeres guatemaltecas no existen en territorio mexicano, porque no hay un registro. Nadie las está buscando. No hay estadística real sobre ellas. Esos pasos de frontera hacen más vulnerables a estas mujeres que son violadas, traficadas y aún así, si logran sobrevivir, se quedan perdidas o esclavizadas.

Son mujeres muy trabajadoras, buenas campesinas, que si hay que laborar en la tierra todo el día, lo hacen. Tienen esa identificación con la tierra y los cultivos.

Comenta que en este momento trabajan en un proyecto regional de búsqueda durante cinco años: Es para visibilizar a las mujeres migrantes. Ahora no sólo migran los hombres, sino también muchas mujeres. Son hijas, esposas, hermanas mayores... que necesitan cubrir necesidades básicas, por eso migran, tienen que irse.

Foto
Nilda Quip Tzalam ayuda a mujeres guatemaltecas a encontrar a sus hijas desaparecidas en México, como María Ramos García, de 63 años (derecha), originaria del departamento de El QuichéFoto Sanjuana Martínez

Ante la realidad de las miles de desaparecidas, señala que han descubierto que la mayoría no tiene documentos de identidad: Gran parte tiene un papá o un hermano machista que ni siquiera las registró; no tienen acta de nacimiento ni documento de identidad. Piensan que la mujer sólo sirve para casarse y hacer oficios domésticos. Y no están en el registro civil, por lo tanto no tienen esa vía jurídica para buscarlas. Tampoco existen jurídicamente. Están invisibilizadas desde su nacimiento por ser mujeres.

A la discriminación por el hecho de ser mujeres, dice, se añade que son indígenas y pobres: Eso influye para que salgan de sus comunidades, pero se quedan en el camino porque no sólo tienen desconocimiento geográfico, sino también de la maldad y la perspectiva criminal de las redes de trata a escala internacional.

El proyecto de búsqueda intenta ayudar a las madres a encontrar a sus hijas, a través de un mapeo en Guatemala y México: Hacemos una fotografía de búsqueda con la fecha de desaparición, nombre, rasgos, etcétera, con el fin de sociabilizarlas a escalas nacional y regional con un soporte de ADN.

Sin este trabajo previo, considera que las autoridades seguirán ignorando el grave problema: Si el gobierno mexicano no busca a las desaparecidas de su país, menos va a buscar a las guatemaltecas. Exigimos que el gobierno mexicano respete los tratados internacionales que ha firmado sobre derechos humanos y con perspectiva de género.

Sin rastro de ellas

Nilda Quip Tzalam tiene 22 años y decidió dedicarse a la búsqueda de desaparecidas desde que fue observando cómo las mujeres de su comunidad, ubicada en Ixcán Playa Grande, iban migrando sin dejar rastro, pero algunas regresaban embarazadas.

Poco a poco fue identificando enganchadores y las rutas de migración más peligrosas: Esta labor no me da miedo, porque me gusta, es el trabajo social y también me preocupa mucho la grave situación que estamos viviendo. Eso me da más fuerzas para poder venir a México. Decidí hacerlo cuando veía cómo sufrían los papás; uno lo siente.

Tiene el cabello largo y negro y lleva una foto al cuello de Elva de Jesús Gutiérrez Zapata, desaparecida en México: “Ella salió en 2013 de su comunidad. Dejó cuatro hijos con una vecina. Nunca se comunicó. Pasaron tres meses y se los entregó a su hermana, que los está criando. Elva estuvo casada con un coyote, y creemos que él tiene que ver o que ella terminó en una red de trata para explotación sexual. Su hermana no pudo venir a buscarla, pero presiente que está viva. Tal vez hizo otro hogar y tenga más hijos”.

Nilda trae las fotografías de más desaparecidas, como el caso de las hermanas Elizabeth y Zoila Pérez Velázquez, y una amiga cuyo nombre desconoce: “Las tres muchachas salieron de la comunidad con un pollero. Desde que salieron no hubo comunicación. Y no se supo nada más de ellas. Desaparecieron así nomás”.

Entre la fotos está Irma Vicente García: Ella salió de su casa hace 12 años. Se vino a trabajar en Chiapas, pero de un día para otro perdió la comunicación. Sabemos que puso un negocio de cafetería. Y de pronto ya no se supo nada.

Hace dos años crearon los comités locales de búsqueda y empezaron a llegar decenas de casos de víctimas de desaparición por trata, un problema que incluye no solamente la explotación sexual, sino también las adopciones ilegales:

“La gente es la que habla de los ‘enganchadores’ de mujeres en Ixcán. Hay muchachas que se vienen a México con ellos y regresan embarazadas, y cuando están a punto de dar a luz se van otra vez. Tenemos el caso de una que ya ha tenido dos hijos; ahorita está en la aldea, porque va a dar a luz el tercero, sólo va a tardar tres meses y luego se va con el bebé, después regresa sin él, pero con dinero. Ya compró un terreno”.

Existen también los casos de guatemaltecas embarazadas, producto de violaciones o del trabajo sexual forzado: En este momento tenemos siete madres solteras, producto de la migración, de violaciones o porque trabajaban en los centros botaneros de México. Es un problema bastante alarmante. Una de ellas regresó bien golpeada, fue violada y ahora está a punto de dar a luz, concluye.