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Jóvenes manipulados por la CIA
E

l 14 de abril de 1975, Luis Echeverría increpó con esa frase a quienes rechazaban su presencia en la UNAM y le exigían cuentas por las matanzas del 2 de octubre y el 10 de junio. Con esa frase, resumía una concepción del mundo basada en la paranoia, que inventaba conspiraciones contra México. Paranoia que define su política –y la de su antecesor– frente a la oposición y la crítica.

Esa misma manía conspiratoria, sin pruebas, aparece en dos connotados falsificadores que hacen suya la versión de Gustavo Díaz Ordaz sobre el movimiento de 1968: uno de ellos ocupó altos cargos en los gobiernos panistas y ya nos ocupamos de él. El otro es el best seller Francisco Martín Moreno. Fue justamente cuando lo oí hablar de 1968 en un programa de radio que decidí denunciarlo como lo que es: un falsificador. Ahí, tras alardear de su amor por la investigación y de lo mucho que investiga en busca de la verdad, aseguró:

Hace cuatro años la CIA desclasificó una serie de documentos del 68. Entonces yo volé a Washington, me metí a los archivos ya desclasificados, para saber cuál había sido la injerencia de la CIA en el movimiento del 68. Y quien organiza el movimiento es la CIA para acabar con el gobierno de Díaz Ordaz, porque tenían miedo a una intervención cubana en México.

Supuse que daría cuenta de dichos documentos en el libro que presentaba en ese programa, México engañado. Lo compré y leí lo mismo: el movimiento estudiantil de 1968 fue causado por Estados Unidos. En 1968, la CIA había transformado a México en un enorme centro de espionaje. ¿Qué tal? Winston Scott, jefe de la estación de la CIA en México desde 1956 logró colarse en las altas esferas. Sin su presencia, tanto el movimiento estudiantil como la represión gubernamental son inexplicables (las negritas son mías).

¿Qué tal?, diría Moreno (unas 300 veces): las protestas estudiantiles [fueron] deliberadamente provocadas por los incondicionales mexicanos de la CIA: Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial; Alfonso Corona del Rosal, regente del Distrito Federal, etcétera. “Desde luego, Scott y su gobierno infiltraron el movimiento estudiantil por medio de provocadores que fueron los responsables de los atentados […] y las balaceras nocturnas”.

Y no vuelve a hablar del movimiento: nos cuenta que Corona del Rosal construyó grupos paramilitares desde 1960 y que esos grupos fueron los que dispararon el 2 de octubre (hace una narración disparatada y sin presentar fuentes de aquella tragedia, con el propósito de minimizar el número de víctimas y exculpar al Ejército y a Díaz Ordaz). Al día siguiente de esta tragedia provocada por los agentes de Corona del Rosal, el embajador de Estados Unidos ofreció al secretario de la Defensa Nacional, general Marcelino García Barragán, el respaldo de su gobierno para que diera un golpe de Estado. ¿Para qué querría el gobierno de L. B. Johnson derribar a Díaz Ordaz e imponer un militar? Leí tres o cuatro veces los esfuerzos argumentativos de Moreno y no logré elucidar otra cosa que su paranoia conspirativa.

Busqué, en vano, los documentos de la CIA encontrados por Moreno hace cuatro años. Y brillan por su ausencia (no por falta de espacio, que el libro tiene 600 páginas). Brillan por su ausencia esos respaldos documentales. No aparecen tampoco, ni en la bibliografía, los documentos de Marcelino García Barragán con base en los cuales (y en otras fuentes) Julio Scherer y Carlos Monsiváis dieron la más consistente explicación de la tragedia del 2 de octubre. No hay un solo libro, ni un testimonio sobre 68. En las nueve páginas en que habla de esa conspiración hay únicamente seis referencias: un reportaje de Proceso y cinco citas del ramo Investigaciones Políticas y Sociales del AGN, que no sustentan otra cosa que la existencia de los grupos paramilitares que actuaron el 2 de octubre (y que todos conocemos). Nada de los documentos de que tanto habla. Nada que demuestre la conspiración estadunidense para derribar a Díaz Ordaz.

Y sobre todo, de todo ese batiburrillo sin fundamento, ¿de dónde desprende que el movimiento es resultado de la conspiración?, ¿quiénes entre los dirigentes del movimiento eran agentes de la CIA?, ¿quiénes, en aquellas jornadas por las libertades democráticas, quiénes en aquella gesta cívica? Inventar conspiraciones, exaltar a Díaz Ordaz, exculpar al Ejército, descalificar y desprestigiar al movimiento social y a la oposición, sin fundamentos o incluso con documentos inventados… y así en todo el libro.

¿Por qué?, ¿para qué? Si tienen paciencia, trataré de explicarlo en un tercer y último artículo.

Twitter: @HistoriaPedro