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Ciudad de periódicos

N

ueva York es una ciudad de periódicos, no sólo por el vasto número de rotativos, sus historias y su impacto cultural, sino porque incluso marcan su geografía física. La ciudad se reconoce, dialoga, se educa y maleduca, y se ubica en el universo por medio de sus periódicos a lo largo de casi tres siglos.

Toda gran ciudad se expresa, se define, en sus periódicos, sea en México, Londres, París o Nueva York. Uno sabe quién es quién dependiendo del periódico que tiene en las manos. En Nueva York, los lectores con mayor nivel de educación y sofisticación, o que creen o desean mostrar que la tienen, leen por supuesto el New York Times y el Wall Street Journal, mientras otros –las mayorías– son lectores de los dos tabloides principales para las masas.

El New York Daily News, durante un tiempo el de mayor circulación de todo el país, invitaba desde sus inicios en 1919 al hombre/mujer común. El New York Post, fundado como vespertino en 1801 por Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores del país, desgraciadamente ha sido devaluado al pasar a ser propiedad del imperio de medios del australiano derechista Rupert Murdoch (también dueño del Wall Street Journal, Fox News y más).

Desde sus inicios, los tabloides comparten un propósito: llegar a las masas siempre diversas de esta ciudad. De hecho, el Daily News privilegiaba siempre la imagen, ya que su público no necesariamente podía leer bien en inglés, y se definió como el periódico fotográfico de Nueva York. A la vez, ambos son tabloides porque el formato era ideal para la mayoría que se traslada en transporte público, sobre todo en Metro, y un tabloide era más fácil y rápido de leer que un formato como el del Times o el Wall Street Journal. (Sin embargo, uno de los talentos más esenciales que se pasaban de padres a hijos era cómo doblar el Times verticalmente para poder leerlo sostenido con una sola mano en el Metro o en autobús).

Por otro lado, los periódicos también identifican orígenes y culturas de esta ciudad en la que se hablan más de 200 idiomas. Hoy día hay unos 270 diarios, semanarios y publicaciones mensuales en 36 idiomas que se publican en esta ciudad; 100 de ellos para ese 40 por ciento de la población de la ciudad que es inmigrante (el nivel más alto desde la migración europea de los años 30).

De repente, lectores en un parque, en el Metro o en un café leen en direcciones opuestas, o cambian las páginas de otra manera en periódicos en árabe, chino, español, ruso, creole, coreano, griego, hindi, entre muchos más. En varias etapas de la historia de la ciudad, nacían periódicos para comunidades inmigrantes específicas, desde irlandeses y alemanes hasta italianos y judíos, y más tarde para caribeños, latinoamericanos y chinos.

Como cuenta el gran periodista Pete Hamill, muchos de los periódicos más importantes de la ciudad fueron dirigidos por inmigrantes. El Times empezó su evolución cuando el hijo de inmigrantes judíos alemanes Adolph S. Ochs compró el moribundo rotativo en 1896 y lo convirtió en un periódico serio y correcto en distinción de los que se dedicaban a los escándalos. El New York World fue convertido en un gran periódico cuando tenía como director a Joseph Pulitzer, un inmigrante húngaro, y hoy día los premios de periodismo de mayor prestigio nacional llevan su nombre.

William Randolph Hearst compró el Journal a finales del siglo XIX y compitió contra Pulitzer (referencias a esta era están en la película Ciudadano Kane). La primera tira de caricatura regular era la semanaria Hogan’s Alley, creada para Pulitzer por Richard Outcault, cuyo protagonista era un chavito de un barrio pobre con una camisa amarilla. El amarillo era un color más confiable que otros en las nuevas imprentas, y fue de esa caricatura de donde viene la frase periodismo amarillista.

Y es que Pulitzer y Hearst compitieron en promover la guerra contra España en 1898, la cual se centró en Cuba, y lograron que se realizara, pero desde entonces son acusados de amarillismo.

Los primeros rotativos nacieron a principios del siglo XVIII y florecieron con ese ritmo acelerado que siempre ha caracterizado todo en esta ciudad. Ya para finales del siglo XIX, los más importantes concentraban sus oficinas e imprentas en la zona de Park Row, a un costado de la alcaldía, y a unas cuadras de Wall Street.

Al crecer la ciudad, hacia el norte, se abrieron nuevos espacios metropolitanos, y algunos de los periódicos se mudaron hacia uptown. Sus dueños, junto con la cúpula política de la ciudad, bautizan esas zonas en honor a las nuevas sedes de estos rotativos.

Times Square –que funciona como la plaza central de esta ciudad– no nació con ese nombre, pero cuando el New York Times inauguró su edificio en esa zona, en 1904, se renombró así. Para 1945, el periódico abandonó ese edificio para mudarse a una cuadra de ahí, y más recientemente inauguró un nuevo edificio sobre la Octava Avenida, pero el nombre se quedó en lo que se bautizó como el cruce del mundo.

Una década antes, cuando su dueño mudó al New York Herald a la calle 35 y Broadway, en 1893, los poderes de la ciudad bautizaron ese cruce –conocido hoy por ser la ubicación de Macy’s y otras tiendas emblemáticas– como Herald Square.

Pronto me di cuenta de que los periódicos estaban entre las instituciones que enlazan a las personas tan diferentes de la ciudad. A su manera, eran igual de importantes que los equipos de beisbol, las escuelas públicas, o el Metro, escribió Hamill al contar sus experiencias.

Ya cada vez menos se leen en papel; ahora están en pantallas de teléfonos, computadoras y tabletas, por tanto, es más difícil leer o intentar leer el periódico del que está a lado, y muchos ya pueden ocultar mejor sus culturas. Pero si uno desea participar en esa conversación cotidiana, a veces incoherente pero siempre vociferante, o sea, si desea estar enlazado, para hablar en moderno, aquí en esta ciudad (o en cualquiera), primero tiene que leer un periódico.