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Irrumpieron en escena un socialista y un bufón millonario

A unos días de que arranquen las primarias en EU, todo está al revés
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Bernie Sanders, el socialista democrático que aspira a contender por la Casa Blanca abanderado por el Partido Demócrata, y el magnate Donald Trump, favorito en las encuestas para ganar la candidatura presidencial por el Partido Republicano. Ambos han ganado más reflectores de lo que se esperaba cuando arrancó la contiendaFoto Afp y Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 21 de enero de 2016, p. 21

Nueva York.

Un precandidato cuenta que fue a comprar una pistola esa noche de paz, noche de amor del 24 de diciembre; otro, un multimillonario que asegura que volverá grande otra vez a este país; una más dice que puede regular Wall Street porque es la que mejor lo conoce (lo segundo es cierto), y otro –el más viejo, pero con el mayor apoyo de la juventud– afirma que la democracia en este país ha sido secuestrada por la clase multimillonaria.

Faltan diez días para la primera contienda, de las más de 50 que se realizarán en cada estado y unos territorios para seleccionar el/la candidato/a presidencial de cada partido, y todo está al revés de lo que se esperaba hace unos meses.

En lugar de que la realeza hereditaria de ambos partidos –Hillary Clinton, del Partido Demócrata, y Jeb Bush, del Republicano– se preparara para su coronación en una sucesión predeterminada, de repente irrumpieron en el tablero un socialista democrático, por un lado, y un bufón medio fascista por el otro. No es exactamente como Juego de Tronos –no llega a tal sofisticación y menos entretenimiento– pero sí hay un elenco igualmente raro en este espectáculo electoral.

Ambos partidos ahora se preparan para la muy buena posibilidad de una contienda mucho más larga de lo que esperaban, gracias a que las filas de los dos partidos expresan fastidio, si no es que hartazgo, con los precandidatos de la cúpula.

Del lado demócrata, algunos comentaristas dicen que es una pugna entre los pragmáticos y los idealistas, los primeros representados por Clinton, los segundos por el definido socialista democrático Bernie Sanders. Nadie esperaba que Sanders tuviera tal éxito a estas alturas, sobre todo porque hasta hace poco la simple etiqueta de socialista era una descalificación instantánea en las elecciones estadunidenses.

Pero, además de recaudar fondos de más de un millón de donantes individuales para casi igualar lo recaudado por Clinton de sus fuentes mucho más ricas –Sanders afirma que no recibe nada del sector financiero, algo que Clinton no puede decir–, la otra gran sorpresa que está cambiando el juego por ahora es que Sanders goza de una ventaja de 2 a 1 entre los jóvenes, según una encuesta reciente de CBS News/New York Times.

Si Sanders gana las primeras dos contiendas –Iowa el 1º de febrero (donde están empatados) y Nueva Hampshire el 9 de ese mes (donde Sanders está ganando)–, los estrategas políticos suponen que el concurso se alargará meses más de lo anticipado. Vale recordar que hasta hace un mes la ventaja de Clinton sobre Sanders en las encuestas nacionales era de más de 20 puntos y hoy día se ha reducido a más de la mitad.

Algunos de su círculo, reporta Político, empiezan a experimentar con el uso del término socialista en contra de Sanders, con la afirmación de que no es un demócrata, sino algo raro, y que esa etiqueta dañaría su elegibilidad en la elección general.

Sin embargo, Clinton goza del respaldo de la cúpula política y económica de su partido, es mucho más conocida, sigue apostando a la atracción de hacer historia como la primera mujer que puede llegar a la Casa Blanca (sin ser primera dama), y la lealtad de bases claves del partido (varios sindicatos nacionales, organizaciones afroestadunidenses y latinas ligadas al partido, las mujeres), todo lo cual indica que, si no hay más sorpresas, al final ella será coronada. Por lo menos esa es la narrativa que su campaña y sus promotores manejan. Pero el problema para ellos hasta ahora son, justo, las sorpresas, sobre todo el inesperado nivel de entusiasmo por un socialista.

Del lado republicano, Donald Trump persiste como el favorito ante la cada vez más incrédula cúpula política de su partido, y de la clase política en general. Buscan retarlo dos cubanoestadunidenses en el arranque de esta contienda, y uno de ellos, Ted Cruz, podría obstaculizar su carrera en Iowa. Pero Cruz, junto con Marco Rubio, ambos senadores novatos, lleva su intento de ser el más conservador y macho a extremos de caricatura (aunque nadie se está riendo).

Por ejemplo, Rubio contó ante un mitin en Nueva Hampshire que la pasada Nochebuena fue a una tienda de armas para comprar una pistola, y que la tienda estaba llena de clientes. En Iowa, declaró: “si, Dios no lo quiera Isis (el Estado Islámico) viene a visitarnos… Lo último que se interponga entre ellos y nuestras familias podría ser la habilidad de protegernos con armas”.

Mientras tanto, Cruz goza de un mayor apoyo más allá de las filas religiosas ultraconservadoras y de la corriente Tea Party para posicionarse como la mejor alternativa derechista a los que empiezan a desencantarse con Trump. A la vez, Cruz intenta enmendar relaciones con algunas partes de la cúpula republicana a la que hasta recientemente pertenecía, pero fingía que no, para su carrera política oportunista (por ejemplo, denunciaba los intereses especiales de Wall Street, a pesar de que recibió en secreto préstamos de Goldman Sachs y Citibank –recientemente revelado por el New York Times– para su campaña, y el hecho de que hasta hace poco su esposa era ejecutiva de Goldman Sachs).

Las cosas se volvieron más raras cuando esta semana Sarah Palin reapareció para respaldar a Trump. La ex candidata a la vicepresidencia que en gran medida hundió la campaña presidencial de John McCain en 2008 es símbolo de la parte más ignorante y cavernícola de la base republicana. Su discurso en Iowa junto a Trump es casi imposible de traducir…. ¡al inglés! (el Washington Post y el New York Times aún lo están intentando), pero en esencia fue un elogio a la supremacía de su país en el mundo, y a Trump como su mejor defensor, y agregó: es un empresario, no un político, digan aleluya. En cualquier otra coyuntura su respaldo habría sido contraproducente, pero están tan extraordinariamente raras las cosas que ahora no lo es, ya que se suma a una campaña que precisamente se distingue por su elogio a la ignorancia y su apelación al temor y el odio racial y xenófobo.

Algunos se preguntan si es posible que se acerque el día en que un multimillonario populista de derecha del condado de Queens acabara enfrentándose a un socialista democrático del condado de Brooklyn en la elección presidencial.