Opinión
Ver día anteriorDomingo 24 de enero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Marie Jo Paz
N

unca en mi ya larga vida había conocido a una mujer que viviera sólo en función de un hombre. Nunca hasta que conocí a Marie Jo Tramini, segunda mujer de Octavio Paz. Vivía para él, por él, con él, a través de él. Por eso, cuando encontré en el libro Octavio Paz y el Reino Unido, publicado por el Fondo de Cultura Económica y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y leí lo que escribe de ella el poeta inglés Richard Berengarten me emocioné y pensé en la Marie Jo sobreviviente, la que hoy habita un departamento en Polanco, en la noche se comunica con Octavio y durante el día lee y corrige la obra de jóvenes creadores en torno a una mesa, frente a una tasa de café o simplemente accede a satisfacer su curiosidad sobre la vida y la obra del gran poeta mexicano.

El poeta laureado Richard Berengarten escribe: “Por mi parte no puedo dejar de mencionar lo espléndidos que fueron los momentos que pasé en compañía de Octavio y Marie Jo. Ese año se vio vitalizado por su presencia. Ambos tenían una chispa, un brillo, una joie de vivre contagiosa. Marie Jo contribuía enormemente a eso. Una mujer exquisitamente hermosa, de Córcega, con sus delicadas características aquilinas, cabello largo hasta los hombros y una elegante figura normalmente envuelta en faldas hasta el piso.

“Tenía estilo y una gracia natural y elegante. Todo lo que se le acercaba fluía como ella misma. Era hospitalaria, interesada en lo que hacíamos y a menudo muy graciosa. A todos sus amigos en Cambridge, Octavio y Marie Jo les parecía la pareja perfecta. Cuando se dirigía a ella, ya fuese de frente o desde otra habitación decía ‘Marie Jo’, con ese tono afectuoso y crepitante tan suyo que siempre sugería la necesidad de consultar su opinión… urgentemente. Y, aunque cada uno aparentaba ser una personalidad fuerte, quedaba claro que el uno pertenecía al otro y que él no podía estar sin ella. Cuando se fueron de Cambridge, éste parecía un lugar mucho más aburrido y monótono.”

En alguno de sus múltiples viajes con Paz, al llenar el formulario que reparten las azafatas antes del aterrizaje, Marie Jo preguntó a Octavio: ¿Qué pongo?, en el renglón que se refiere al trabajo: Pon musa, le dijo Octavio. Tenía razón. Marie José sigue siendo la más leal, la más solitaria, la más atribulada de las musas.