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El Cigala promete en el Metropólitan una velada de voz y piano, con boleros que hacen daño

En la alegría y la agonía me valgo de la música, que cura heridas del alma

El cantaor dice a La Jornada que no sabe cómo hizo para salir airoso la noche en la que tuvo que ofrecer un concierto en Los Ángeles media hora después de haber perdido a su esposa

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El piano ayudó al deseo de El Cigala de traspasar límites geográficos, culturales y humanos; a trascender en canto profundoFoto archivo
 
Periódico La Jornada
Viernes 5 de febrero de 2016, p. 8

Diego Ramón Jiménez Salazar es un madrileño greñilarga con don de cante que se expresa desde hace unos ayeres en pequeños foros gitanos y escenarios grandes.

Regresa a nuestro país para ofrecer en la Ciudad de México un recital íntimo, como él dice, en el que el bolero y otros ritmos mutarán en flamenco, hecho con voz y piano.

Diego, a quien también llaman El Cigala, es ave fénix, luego de vivir el capítulo más difícil de su vida, según comparte a La Jornada a través del teléfono desde Punta Cana, donde vive y vivió años felices con su querida amparo, ahora con sus otros amores: sus hijos Diego y Rafael.

El cantaor, quien ha actuado en proscenios como el Carnegie Hall, en Nueva York, dice por el auricular que no sabe cómo hizo para salir airoso la noche del pasado agosto en Los Ángeles, California, donde tuvo que ofrecer un concierto media hora después de haber perdido a su esposa.

Amparo, su amor y mánager, estaba en República Dominicana, desde donde le había advertido que, pasara lo que pasara, él debería estar encima de ese escenario californiano.

“En la tristeza, en la alegría, la depresión, la agonía… me valgo de la música, que cura las heridas del alma… Hay muchas cosas maravillosas en la vida por qué llenarse de amor”, reflexiona El Cigala, figura global del flamenco.

De lo que habla el intérprete de tinturas gitanas es del sentimiento compuesto por dopaminas: el amor, hilo conductor de la selección de canciones que interpretará en el foro del teatro Metropólitan el próximo 25 de febrero. Promete una velada en la que, afirma, estará presente Amparo.

Dos horas de piano y voz y vicerversa, con boleros, de esos que hacen daño. Los plenos de sensibilidad. Los seleccioné con lupa, asegura Diego, quien habla de piezas como Adoro, de Armando Manzanero; Cóncavo y convexo, de Roberto Carlos; Se nos rompió el amor, de Rocío Jurado, Lágrimas negras...

Fluir entre las cuerdas del piano hace feliz y estar cómodo a El Cigala: No dejo de ser un cantante de flamenco, pero con el piano se han abierto los caminos, acepta.

Se sabe que este instrumento ayudó a su deseo de traspasar límites geográficos, culturales y humanos; a trascender en canto profundo.

Desde que descubrió que en la sonoridad de la caja de resonancia hay duende, el cantaor decidió fundirse.

Comenzó con un grande, el cubano Bebo Valdés. Luego lo hizo con el hijo de éste, Chucho, y ahora lo acompaña el gitano barcelonés Jaime Calabuch Jumitus, quien, por cierto, dedos virtuosos exhibe en cada presentación.

Siempre dice que conocer a Bebo fue el mejor regalo que le dejó Lágrimas negras, un tesoro de incalculable valor para él tanto a nivel humano como musical.

Dejaba todo para escuchar

Ramón Jiménez nació en 1968, en la calle de Provisiones del Rastro, en la capital española.

De niño pasaba los días corriendo detrás de una pelota, pero cuando oía cantar dejaba todo para escuchar.

A los 12 años ganó el primer premio del certamen Flamenco Joven de Getafe y un premio en un concurso de televisión. Luego frotó su cante con pilares del flamenco como Cristóbal Reyes, Mario Maya, Manolete, Farruco, Manuel Camacho o El Güito, Camarón, Tomatito, Gerardo Núñez o Vicente Amigo.

Se inició profesionalmente en 1997 con el disco Undebel. Vinieron luego Entre vareta y canasta, Corren tiempos de alegría, Directo en el Teatro Real (en directo, con Niño Josele), Lágrimas negras, Picasso en mis ojos, Dos lágrimas, Cigala & Tango, Romance de la luna Tucumana y Vuelve el flamenco.

Placas discográficas en las que también, asegura, ha degustado del silencio, el espacio más difícil en la música, y una de las cosas a las que más le canta, ”así como a la soledad”.

Vuelve el crustacéo de dura coraza para compartir con los mexicanos el canto mágico de la cultura popular gitana, pero con más finura. El Cigala, en el Teatro Metropólitan (Independencia 90 colonia Centro), a las 20:30 horas.