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Nosotros ya no somos los mismos

La aventura de crear un instituto de estudios avanzados en Guerrero

Palabras del fascículo: Querido Fito

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“Todos lo sabíamos enfermo, aun grave en momentos e irrecuperable siempre, pero, a la vez, en el deseo común, en el imaginario colectivo, siempre presente entre nosotros. Pero en este iluso juego nunca se gana: Fito (Adolfo Sánchez Rebolledo), hace un rato, se fue”Foto José Antonio López
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inopsis: Pues que resulta que desde 2002, a instancias de unos jóvenes académicos egresados de la UNAM y la Universidad de Guerrero, y posgraduados en la Complutense de Madrid, da inicio una aventura a la que, los siete capítulos (y los dos que nos faltan) de la Guerra de las Galaxias quedan reducidos a una simplona excursión de boys scout.

La sola concepción de la idea ya resultaba, lo menos, desorbitada. La posibilidad de constituir en el huracán, fenómeno meteorológico de extrema violencia, un territorio, si no de amor y paz, sí de tolerancia, civilidad, diálogo y acuerdos esenciales, no dejaba de ser una de esas elucubraciones calificadas de guajiras, es decir, unos good wishes ilusos y tropicales. Sin embargo, las actuales investigaciones científicas, confirman la versión shakeaspearana, de que en el centro de la tempestad, siempre hay calma (Esta cita, por supuesto, es un invento de la columneta para ver si alguna reputada revista dedicada a la alta literatura le solicita profundizar al respecto). Pero lo que sí es más cierto e inatacable que un fallo del Tribunal Federal Electoral, es decir, es que El ojo del huracán, es siempre el lugar donde se registra la presión barométrica más baja de la tormenta. Así dice la enciclopedia consultada, en cuya oficina central un primo mío es el encargado de las fotocopias, aclaro, por si hay algún ácido comentario de los que nunca faltan, y que ponga en duda el acierto de haber creado en el centro de la tormenta –Acapulco– una ínsula tan exótica como el Instituto Internacional de Estudios Avanzados Manuel Altamirano. En la entrega pasada les mencioné a dos de sus ideadores, diseñadores y constructores: Rosa Icela Ojeda Rivera y Rogelio Ortega: su vida académica está ampliamente acreditada, pero lo que pienso le dio factibilidad al proyecto fue su probado enraizamiento con la realidad de su entorno. Ella fue secretaria general del PCM en Guerrero y becaria en la finada URSS.

Conocedores (no detractores) de las ideas de Genaro y Lucio supieron reflexio-nar y ayuntar los saberes académicos con las experiencias de la vida de a deveras la que, en el Guerrero de siempre, no puede implicar sino una actitud crítica y una postura protestataria. Su aportación fue, en un mundo de odio e irracionalidad, en un momento de condiciones objetivas adversas, haber encontrado una opción que no era la patología calderoniana de apagar el fuego con gasolina. No sé a qué políticos convencieron ni como superaron la burocracia universitaria que suele ser tan dura como las otras (y además doctoral), pero tan consiguieron su propósito que a finales de diciembre pasado realicé una hazaña de deporte extremo (escalada y rapel): me trasladé a la sede del multicitado instituto y disfruté un fin de semana largo platicando con la crema y nata del perredismo local. Este partido solicitó a esta institución, como pueden hacerlo todos los demás, un seminario de actualización de conocimientos sobre la normativa que rige los procesos electorales, y principalmente acerca de la emisión de propaganda política. Sobre este último tema, el doctor Fernández consideró que yo tenía un rollo muy probado y me invitó a clausurar los trabajos. Ante su asombro, me apersoné un viernes a mediodía a un peñasco, a un risco en el que, de entrada, estuve seguro que terminaba tierra firme. Al nivel de la calle están un estacionamiento y las oficinas de la recepción, luego se abre un cono a lo que don Julio Verne llamó, en 1864, Voyage au centre de la terre. Para llegar al auditorio hube de descender más escalones que los que el siglo pasado subí corriendo en la pirámide de Malinalco. Una escalera, nada amigable (se dice ridículamente en la actualidad) descendía y descendía, cambiando intempestivamente el lado del pasamanos de una curva de la escalera a otra, provocando en este tembeleque visitante susidio y temblorina. Cuando me dijeron que ese viaje de ida y vuelta se tendría que repetir varias veces durante el fin de semana, pensé seriamente en contestar como el candidato presidencial Ruiz Cortines durante su periplo electoral. El gobernador de la entidad (entonces los gobernadores no tenían que disfrazarse para ocultar sus simpatías y su permanente actitud de posternación ante el ungido por las fuerzas vivas), quien organizaba personalmente la gira de don Adolfo, detuvo el vehículo y le explico: mire mi candidato (cada gobernador, en su estado, se otorgaba la propiedad de candidato), el irresoluble problema que significa la dispersión de nuestra población, agravado por la carencia de vías de comunicación, hace imposible llevar a cabo todos nuestros planes de desarrollo. Mire, MI candidato, allí de donde surgen esos cohetones y ve usted esa pequeña torre, es la comunidad en que se congregará la gente de muchos pequeños poblados tierra adentro. Les cambiamos el tradicional día de mercado para hoy, a fin de que tuvieran la oportunidad de conocerlo y expresarle su apoyo incondicional. El acto tiene que ser muy breve porque de aquí allá haremos unas tres horas, pero al regreso, como es de subida, nos echamos como cuatro. El candidato se quedó pensativo. (Los jerarcos locales musitaban: Buena perorata del jefe, impresionó a nuestro candidato. De improviso, El habló: O sea qué: ¿hay que ir y regresar? Así es, mi Candidato, le responden. Pues, entonces, termina la discusión don Adolfo: ¿qué les parece si yo aquí los espero?

En este momento en que iba de la columneta y me disponía a compartir lo que más me interesa del tema: la voluntad, la decisión de un grupo de ciudadanos de la entidad más violenta del país, por apostar consciente, libre, entusiastamente por la opción de la racionalidad, la civilidad y, por supuesto, la del patriotismo (hacía años que no tenía razón para emplear este arcaísmo) para enfrentar el drama nacional de nuestros días, cuando recibí la noticia: la fatalidad había decidido la fecha: Fito acababa de fallecer dos horas antes. Una enfermedad, un deterioro larvado de la salud termina por acostumbrarnos, por construir una resignación ad libitum. Todos lo sabíamos enfermo, aun grave en momentos e irrecuperable siempre, pero, a la vez, en el deseo común, en el imaginario colectivo, siempre presente entre nosotros. Pero en este iluso juego nunca se gana: Fito, hace un rato, se fue.

Evidentemente sentí la necesidad de, en unas cuantas letras, expresar la dolencia, describir el hueco en el bajo vientre, en las entrañas, que produce una noticia como éstas (por cierto: cada vez más cotidianas). Pero recapacité: No soy yo a quien corresponde esta tarea. En abril de 2012, 25 amigos escribieron breves opiniones sobre el Fito que ellos conocían y amaban. Los comentarios se publicaron en un librito al que tuve acceso gracias a Pepe Bravo, a quien le platiqué mi deseo de escribir algo sobre el cuate al que, al principio por torpeza y luego por joder, insistía yo en alterar su apellido. Lo tenía hoy por la mañana sobre mi escritorio y tomé la decisión: Nunca, con mis palabras, podría yo elaborar un perfil de Fito como el que se plasma, tan auténtico, cálido, emotivo en ese fascículo. Nada tengo que agregar a lo dicho. Me concreto a suscribir y hacer propio lo que allí se dice y aquí textualmente transcribo:

Apasionado y profundo observador, Arturo Balderas; persuasivo, solidario, tolerante, Elsa Cadena; reflexivo, inquisitivo, convincente, Rosaura Cadena; amigo y referente obligado, Julio Carabias; poeta y campesino, viñetas de sotavento, Rolando Cordera Campos; el libertario, Alejandro Encinas; nuestro amigo agitanado, Roberto Escudero); más sabe el diablo… Antonio Franco; letras al vuelo, Ana Galván; la persistencia de la palabra, León García Soler; el difícil arte de la congruencia, Luis Emilio Giménez Cacho; hombre de pasiones, biólogo oculto, Jorge Hernández; uno de los imprescindibles, Gustavo Hirales Morán; compañeros de un largo viaje, Eugenia Huerta; presencia ética, política, cultural y emocional, Rosa Elena Montes de Oca; un hombre coherente, María Cruz Mora Arjona; el conversador que sabe escuchar, Paloma Mora Arjona; viñetas de la curiosidad inteligente, Ciro Murayama; el amigo entrañable, Federico Novelo; 1957, 1960… 2012, Lourdes Patiño y Antonio Gazol; un socialista mexicano de buena cepa, Patricia Pensado; un aleph en Jiutepec, Enrique Provencio; maestro de vida, Jorge Javier Romero; un hombre, siempre, de izquierda, Raúl Trejo Delarbre; somos los relatos que nos contamos… y los que otros cuentan sobre nosotros, José Woldenberg.

Poniendo mi mano izquierda (alternativamente) sobre unos libritos publicados en 1848, el primero y, en 1867, el segundo, asumo como propias todas las palabras contenidas en el fascículo titulado Querido Fito, publicado el 10 de abril de 2012.

Fabregats: estoy al ladito.

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twitter: @ortiztejeda