Opinión
Ver día anteriorJueves 11 de febrero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Fuga de capitales y contrastes
D

e acuerdo con informes enviados por la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) al Banco de México, en enero pasado se registró una fuga de capitales que ascendió a 6 mil 173.5 millones de dólares, hasta entonces colocados en acciones de empresas cotizantes en el mercado bursátil nacional. El dato representa una caída de 4.6 por ciento respecto del mes previo, así como un desplome de 29.5 por ciento comparado con el nivel histórico más alto alcanzado por la inversión extranjera en renta viable del mercado mexicano, en agosto de 2014.

A decir de los reportes mencionados, la salida de recursos que habían estado invertidos en la BMV coincide con los periodos de alta volatilidad financiera e incertidumbre por el alza de tasas de interés en Estados Unidos, una medida que ha sido esperada y prevista desde hace varios meses como parte de la normalización de la política monetaria de Washington.

Los datos mencionados confirman el cariz no equitativo de los términos en los que nuestro país se ha insertado en la economía global: en efecto, si la dependencia de México respecto de los ciclos económicos estadunidenses lo condiciona negativamente cuando el vecino país enfrenta coyunturas adversas, no necesariamente se observa el fenómeno opuesto cuando Estados Unidos se encuentra en procesos de normalización y recuperación financiera, como ocurre en la actualidad. Por lo contrario, en este caso la perspectiva de un desempeño económico más dinámico en el país vecino se traduce en una salida de capitales, con los consiguientes efectos negativos para México, y ello pone en entredicho las afirmaciones sobre la supuesta solidez de la economía nacional.

Visto desde una perspectiva más general, el considerable monto de recursos que cíclicamente salen del país tendría que ser visto como una razón más para dar un viraje en el manejo de la economía y de las finanzas públicas, hoy diseñado para dar toda clase de privilegios a los grandes capitales: estímulos, subsidios, deducciones, créditos y diferimientos de diversa índole en el pago de impuestos. Ese trato preferencial contrasta con la realidad que enfrentan los ciudadanos comunes, quienes padecen una política de encarnizamiento fiscal aplicada y profundizada por las últimas administraciones, incluida la actual.

El precepto neoliberal de que para distribuir la riqueza, primero hay que generarla, colisiona con una realidad en la que el dinero generado es enviado al exterior por los grandes inversionistas. Los encargados del manejo político y económico del país tendrían que ver la implementación de mecanismos de redistribución efectiva de la riqueza y la reactivación de la economía y el mercado internos como los mejores antídotos para contrarrestar la dependencia y las debilidades estructurales de la economía nacional.