Jaspuypaim: los jamás bautizados

Iraís Piñón

La serie fotográfica de Roberto Córdova-Leyva contiene, bajo la interpretación particular del autor, la vida y la muerte de los pueblos indios de la montaña de Baja California, trascendiendo las representaciones idílicas o románticas. Jaspuypaim es habitada a tramos fotográficos y desplazamientos espirituales por los Kolew, del ejido Kiliwa o Shuwilo nmitay (Arroyo de Gato Grande); los Tipai, asentados en San José de la Zorra, San Antonio Nécua, La Huerta, Juntas de Nejí y otras rancherías; y  los Pa ipai —"La gente viva o en movimiento"— de  Santa Catarina y San Isidoro. 


Norma Meza captada en el Cañon del Alamo, BC, 2014.
Foto: Roberto Córdova-Leyva

Si bien se ha conservado el Shumul —familia ampliada y relacionada por parentesco— esta estructura social fue trastocada por diversas migraciones, desde las europeas de los siglos XVI-XIX hasta las nativas, así como por las políticas federales de México y Estados Unidos, cuyas consecuencias han sido el despojo de su territorio, el debilitamiento de su cultura, la división de sus comunidades y la reducción de los pueblos originarios, con sutileza o brutalidad, a sitios más agrestes.

Jaspuypaim: Los Jamás Bautizados refiere a la resistencia indígena en contra de la dominación española y las políticas misionales, que tuvo su momento más álgido en la rebelión de todos los pueblos yumanos y, con ella, el fin de las misiones. Sin embargo, en estos pueblos el riesgo de extinción representa una amenaza grave, reconocida por organismos internacionales. Sumado a la hostilidad  que hacia ellos dirigen las formas de vida y la ideología de las transnacionales, los monopolios, el nacionalismo exacerbado y el cosmopolitismo.

Aunado a lo anterior, el sincretismo cultural está presente tanto en sus apellidos —Meza, Peralta, Albañez, Castro, Fardlow, Crosthwaite, González— como en sus prácticas cotidianas. Los varones crían ganado, adoptan la indumentaria vaquera. En general visten lo que ofrece el mercado nacional. La división político-espacial impuesta por la “nación mexicana” y la frontera liberal entre México y Estados Unidos han afectado la hermandad cultural y consanguínea que existe en el Área Cultural Yumana.

El cambio impetuoso y el exceso de civilización moderna, del cual no están exentos, no han liquidado su amor, respeto y lucha por la tierra; la preservación de sus idiomas a través de sus cantos, su memoria histórica, mitos de creación, ritos, ceremonias y sitios sagrados. Procuran  el poder sanador  y alimenticio de las plantas. El venado lo secan al viento, lo hacen cecina; que junto al quelite y el atole de bellota son un manjar preciado. La hermandad cultural de la montaña reafirma lazos, iniciados miles de años atrás. Usos y costumbres como reto a continuar por las nuevas generaciones en un futuro incierto. 

Iraís Piñón, Programa Pueblos y Culturas Indígenas