Relmu Ñamku, o el nuevo perfil
indígena en Argentina


Relmu Ñamku durante su juicio.
Foto: Gustavo Figueroa. Amnistia Internacional

Les habían armado una carpa gigante en el centro de Zapala para albergar el juicio que duró 8 días. Era tristemente histórico: una mujer mapuche corría peligro de convertirse en la primera presa política indígena de Argentina. No sucedió.

Relmu Ñamku es joven, es vivaz, habla claro. Una diadema de medallitas le surca la frente en cuanto acto público se la vea: “Haber logrado que nos absolvieran generó un fortalecimiento regional, un fortalecimiento desde la perspectiva de la mujer. Estaba acusada junto a dos hermanos, pero el cargo más duro era contra mí. Sin ánimo de hacerme la héroe decidimos resaltar eso en la lucha, que es más difícil para una mujer que se decida a pelear”.

Relmu es mapuche, ese pueblo originario que quedó dividido entre dos estados, Chile y Argentina. Los del lado argentino están en Neuquén, una de las provincias patagónicas, cordilleranas, asediadas por las empresas mineras, petroleras y la fractura hidráulica (fracking).

En octubre de 2015, Relmu y otros dos integrantes de la Comunidad Winkul Newen fueron acusados (y absueltos) de tentativa de homicidio y daño agravado por resistir una orden judicial en favor de una de las empresas petroleras que explotan pozos en sus territorios ancestrales.

¿El delito? La nariz rota de una auxiliar judicial por una pedrada durante el bloqueo que la comunidad le plantó a la Apache Corporation en los últimos días de 2012. La funcionaria de la justicia había bajado a la comunidad en compañía de representantes de la petrolera para obligar a los mapuches a que abrieran paso a las máquinas de la empresa en su territorio.

El intento criminalizador de las instituciones derivó en más legitimidad para el pueblo y para Relmu como su vocera.

El juicio fue duro. Así como los mapuches apelaron a hacer visible el conflicto de fondo por el territorio y la figura de su legítima defensa, los fiscales se empeñaron en poner en tela de juicio su calidad de indígena. La hicieron remontarse a su infancia, justificar algo como la identidad, a la ley le basta con que uno se reconozca como lo que es. O quiere ser. “Si a mí me hubiesen juzgado como una simple ciudadana argentina, el juicio no hubera podido tener un tribunal popular indígena”. El jurado estuvo conformado por seis mapuches en un total de doce personas convocadas. Fue la primera vez que se formó un jurado intercultural en el continente, traducido en simultáneo a mapuzungun, el idioma mapuche.

“La figura a la que apelaron nuestros abogados fue la legítima defensa del territorio, en el marco de los pueblos originarios. Mostrar lo crudo que es vivir en una comunidad afectada por explotación petrolera donde generaciones enteras pierden su vida sin beneficio alguno por la explotación. Por eso fueron tan duros en desacreditarme a mí y a mis hermanos de nuestra pertenencia o no al pueblo mapuche”.

Se dijeron tantas cosas sobre ellos que les terminó provocando gracia. Que la resistencia era un movimiento organizado desde Inglaterra, por ejemplo. “Creo que esa explicación que dieron tiene que ver con la mirada esterotipada sobre los pueblos indígenas, que deben ser callados, sin capacidad de defenderse por sí mismos porque no saben hablar, entonces dependen de un blanco. Nosotros rompimos con esos mitos. Adoptamos una posición activa en la causa, salimos a denunciar, apelamos a los medios sobre todo las radios comunitarias, buscamos apoyo en organismos de derechos humanos. Ese perfil de indígena no les conviene. ”

Hay más de 30 pueblos indígenas en la Argentina. En Formosa están los qom, pilagá, wichí y nivaclé que vienen de años de ser atacados, donde han perseguido y criminalizado a Félix Díaz, su referente. “Han violentado a mujeres, han golpeado chicos, han incluso asesinado a allegados de Félix para aislarlo”.

Explica Relmu que tras haber sobrevivido a dos extensos acampes en Buenos Aires (el primero, en 2011, lo sostuvieron durante un año sin que fueran nunca recibidos por el gobierno; el segundo, de 3 meses, en 2015), los pueblos originarios de Formosa se conformaron en una organización llamada Qopiwini”.

Uno de los puntos que le interesa remarcar durante la entrevista es el contrapunto entre su juicio y el de Matías Casas, asesinado por un policía en Neuquén. “Hace pocos días acompañamos a una familia víctima de gatillo fácil. El policía que mató a Matías Casas fue condenado a 20 años de prisión. La forma en que lo hizo fue macabra, le dieron una golpiza ya estando muerto. Mientras a nosotros nos montaron un juicio en una globa, una carpa gigante en medio de la plaza de Zapala, el juicio por la muerte de Matías fue en un lugar prácticamente escondido. Al policía que lo mató lo sentenciaron a 20 años, que es casi el mismo tiempo de condena que me pedían a mí”.

Los años ka se caracterizaron por un auge de las detenciones policiales arbitrarias, los fusilamiento por gatillo fácil, la tortura y muerte en los lugares de detención. El dato lo aporta la Coordinadora Antirrepresiva CORREPI: “A pesar de haber matado a un pibe por día, de haber fusilado a 20 personas en manifestaciones y haber sancionado 7 leyes antiterroristas, los ka lograron aparecer como un gobierno no represor.”

Es importante detenerse en esa voluntad de los mapuche, tal como expresa Relmu, de involucrarse en la amplia gama de luchas y violencias no sólo en su provincia, sino en todo el territorio argentino. Los mapuche cultivan la solidaridad. Y en ese acto reclaman ser un actor, sin representantes, y poder opinar.

“La cuestión indígena siempre se manejó con una lógica asistencial que no nos consideraba un sujeto de derecho sino de asistencia. El traspaso nos abre la puerta para impulsar la discusión de una política territorial. Nunca estuvimos en la órbita del ministerio de Economía a pesar de que los megaproyectos asentados en nuestros territorios, mientras los hermanos siguen empobrecidos materialmente”.

Una de las primeras medidas del nuevo gobierno macrista fue ordenar el traspaso del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas del Ministerio de Desarrollo Social, al de Justicia y Derechos Humanos. Luego, convocó a los pueblos originarios a reunirse con él. Las fotos del encuentro generaron voces disonantes.

“Nosotros no somos ni macristas ni ka, ni de izquierda ni de derecha, y sé que eso a veces duele. Pero la izquierda puede ser igual de racista y discriminadora que la derecha. Tal vez no en el campo popular, pero sí con los pueblos originarios. Los últimos 12 años fue el periodo en que se produjeron más muertes de indígenas por enfrentarse al modelo extractivo.”

Más interesante es tal vez poner el foco de luz sobre las repercusiones que los pueblos originarios cosecharon a partir de esa reunión desde los más diversos puntos del espectro político: “Macri puso al frente del Consejo Nacional de la Mujer a una feminista recontra reconocida (se refiere a Fabiana Tuñez) que viene de las luchas. Cuando hablamos con la gente, a nadie se le ocurrió decir que esta mujer se había dado vuelta o que la habían cooptado, mientras que a nosotros sí. Nosotros no asumimos ningún cargo, lo único que hicimos fue acudir a una reunión. Eso refleja la discriminación que hay”

Entrevista: Eliana Gilet