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Ver día anteriorSábado 13 de febrero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Subastas de dólares: dispendio cuestionable
E

l titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), Luis Videgaray, indicó ayer que las subastas de dólares que el Banco de México (BdeM) realiza para intentar contener la depreciación del peso frente a la divisa estadunidense continuarán, aunque consideró que la Comisión de Cambios (integrada por Hacienda y el banco central) podría realizar ajustes a dicho mecanismo de intervención si las condiciones cambian.

De esa forma, las autoridades económicas del país ratifican su confianza en una medida que hasta el momento no parece tener mayor mérito que su apego a la ortodoxia neoliberal y monetarista en que se formó el funcionariado que controla la política cambiaria del país.

En efecto, la colocación de decenas de millones de dólares a precios inferiores a los del mercado no ha frenado la depreciación de nuestra moneda, que se desató a finales de 2014 y que en días recientes se ha acercado a una nueva sima cambiaria.

La razón evidente de ese fenómeno es que las subastas de dólares, además de minar las reservas estratégicas del país, constituyen una medida de carácter meramente coyuntural que beneficia principalmente a los especuladores cambiarios y no ofrece ningún alivio a las determinantes estructurales de las devaluaciones que enfrenta cíclicamente el país: la debilidad y dependencia de la economía nacional respecto de la estadunidense; la abdicación de potestades de soberanía monetaria como consecuencia de la instauración del modelo de libre cambio; las dificultades del país para hacerse de fuentes legales de divisas distintas del petróleo, las remesas y el turismo, y otros factores estrechamente vinculados a la imposición del modelo neoliberal en México.

En un contexto nacional de enorme dependencia del exterior en cuestiones tan cruciales como los alimentos básicos, los efectos inflacionarios de la devaluación dañan las finanzas, ya de por sí precarias, de la población en general y los únicos beneficiados, paradójicamente, son los bancos e intermediarios financieros que adquieren dólares baratos de las reservas y los venden a precios de mercado en operaciones en línea o en las ventanillas de las sucursales.

Ante tal circunstancia, sería deseable y necesario que, más que ajustar el mecanismo referido, las autoridades replantearan su pertinencia y evaluaran la adopción de medidas innovadoras y profundas, orientadas a revertir la condición de una economía postrada por la crónica falta de crecimiento, que enfrenta además la caída dramática en el precio de su principal activo –el petróleo– y cuya población ve sus ingresos mermar año tras año.