Opinión
Ver día anteriorSábado 13 de febrero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ladrones de mucha altura
M

ientras las autoridades muestran gran preocupación por la abundancia de ladronzuelos de muy poca monta que pululan por las calles de nuestras ciudades y hacen públicos grandes esfuerzos para combatirlos y reducirlos a la mínima expresión, con su ley en la mano o en la bolsa trasera del pantalón, o de plano al amparo de la imposibilidad de defensa a que está sometido el viajero, en cuanto a los vuelos el robo descarado campea alegremente.

Especialmente en una compañía que antiguamente fue mexicana y, cuando lo era, presumía con justicia de ser de las más eficientes, pero al pasar a garras de capital foráneo se convirtió en una verdadera cueva de Alí Babá.

El uso y abuso de los precios, su capacidad de penalizar al pasajero como si fuera un delincuente ante cualquier cambio y, cuando la necesidad es grande, recurrir a imponerle precios estratosféricos, hace pensar en la conveniencia de meterla en cintura o de plano nacionalizarla y volver a los buenos tiempos en que era una empresa de servicio y no un instrumento de latrocinio.

Dejemos a un lado la ya casi infalible ineficiencia en cuanto a puntualidad, la mayor parte de las veces como resultado de la sobrexplotación del equipo y la falta de respeto al pasajero. Verdaderos robos en las taquillas de dicha empresa constituyen el pan de cada día.

Por otro lado, se han arrogado el derecho a abrir a la brava el equipaje en ausencia de su dueño. Por recomendaciones internacionales o, lo que es lo mismo, por andar lamiéndoles el dese a los gringos y, a la manera de ellos, ahora lo pueden hacer legalmente, escondidos en las bodegas, y solamente le dejan al viajero, al igual que los güeros, un papelito. Siempre la misma cantaleta: para su seguridad. En él se aclara que tienen derecho a romper cerraduras y a destrozar la petaca si lo creen conveniente… pasándose por el arco del triunfo la protección legal que tiene la propiedad privada en México.

Pero hay una diferencia con lo que suele suceder en el país del norte: allá no se sabe que se pierda nada, pero en México a un señor que firma con el número 3482192, el 29 de noviembre, seguramente se le antojó una botella de aceite de oliva y se encargó de que no llegara a su destino. Hay que alabarle el buen gusto, pues era de excelente calidad, pero le causó un gran daño al propietario que la traía con fines profesionales.

Vale aclarar que este atraco ocurrió al volar de México a Guadalajara. Es decir, no pasó ninguna frontera.

En Estados Unidos se hace responsable de la operación el Departamento de Seguridad, aquí le pasan la estafeta a la compañía aérea. Hecha la reclamación, una “ejecutiva de atención ( sic) al cliente” de apelativo Díaz contestó que el producto robado es de una “categoría en la cual Aero… recomienda no documentar”, según se señala en un enlace que, una vez consultado, no dice nada de aceite. Tal vez la lúcida ejecutiva piensa que el aceite es perecedero, cuando con seguridad tiene una expectativa de vida superior a la que ella debería tener en su cargo.

En suma, el pobre viajero debe conformarse con el hecho de ser impunemente robado y su equipaje maltratado, sólo por haberlo confiado a una empresa que no es de fiar ni tiene los tamaños para responder.