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IMSS, la fábula inverosímil
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eña Nieto y José Antonio González Anaya, ex titular del IMSS, eludieron ajustar el diagnóstico deliberadamente equivocado –de fabricación panista– sobre la situación institucional. Por tanto, se vieron forzados a elaborar un nuevo principio fabulado, tan inverosímil como el de sus antecesores.

Cómo González Anaya esquivó el decisivo impacto que sobre las finanzas del IMSS generó la privatización pensionaria de la reforma Zedillo (1995), en The transformation of the Mexican Social Security Institute: progress and challenges (González Anaya-García Cuéllar, 2015) presentó una fábula emergente que, inventando un nuevo cambio financiero, se ostentaba como la fantástica salvación sexenal del IMSS, atribuible al peñismo.

Tramposamente, González Anaya hizo brotar la crisis financiera, primero, de la carga de la doble morbilidad simultánea que representan los padecimientos crónicos, junto con los respiratorios e infecciosos. Después aludió a que, médicos y enfermeras de atención primaria, tienen roles específicos y separados y no están coordinados para atender los males crónicos. Finalmente, arguyó que ellos son remunerados con salarios fijos no atados a los servicios prestados. Además, los sindicalizados perciben bonos de desempeño no vinculados a su propia actuación. Y esto generó una crisis financiera.

¿Qué relación guarda este rosario de culpas unilateralmente atribuidas al principal activo del IMSS: sus trabajadores, con el desfinanciamiento estructural que generó Zedillo con su reforma? ¡Nada! Pero, claro, González Anaya fue incapaz –como sus antecesores panistas– de ofrecer alternativas médico-clínicas viables.

Y, entonces, apareció el fantástico salvamento peñista. En 2012, apuntó, el IMSS enfrentaba una situación crítica. Pero gracias al Plan Estratégico para la Transformación y Modernización, se establecieron los objetivos simultáneos de mejorar la calidad del servicio y asegurar la sustentabilidad financiera a corto, mediano y largo plazos. Que, como confirman las innumerables quejas de derechohabientes, constituía –a todas luces– una agenda imposible.

A pesar de la restricción que significa un rígido Contrato Colectivo de Trabajo con poca flexibilidad para contratar o cambiar las actividades de los trabajadores (como denuncia la OCDE), González Anaya pronto se atribuyó el gran viraje institucional, articulando tres pilares del plan: 1) mejora de la transparencia, simplificación de procesos y fomento del cumplimiento de obligaciones (que lograron reducir el déficit a la mitad; 2) mejoras en la eficiencia y productividad de los servicios y trabajadores, vía proyectos pilotos, sin que pudiera citar sólo uno y 3) nuevos diseños para modificar el modelo de administración de recursos contemplando la gradual, pero creciente separación del financiamiento y prestación (como reclaman OCDE y Funsalud), así como la transición para financiar los servicios médicos sobre la base de resultados en los servicios prestados y sin que, nuevamente, pudiera citar sólo uno.

Así, siguiendo la fábula y, en sólo dos años, los esfuerzos para estabilizar al IMSS, disminuyeron a la mitad el uso de las reservas.

Pero eso no es todo. Como Reyes Baeza desde el Issste, también González Anaya mantuvo el doble discurso de negar de palabra aquello que, en los hechos, consolidó y depuró como francos procesos privatizadores: cuatro hospitales que –bajo el esquema de Asociación Público-Privada por más de 6 mil millones de pesos– pagará el IMSS durante 30 años, así como modelos innovadores de pago por desempeño a proveedores externos en función de los resultados alcanzados. Uno de estos programas pilotos contemplaba ceder 16 mil pacientes diabéticos a proveedores externos que se sumarían a los ya subrogados a privados en hemodiálisis y mastografía. La iniciativa está suspendida.

Finalmente, y para no perder la costumbre –inaugurada por los panistas– de cargar sobre los trabajadores las responsabilidades de Zedillo, González Anaya proclamó afuera lo que negaba adentro. Mientras aquí sostuvo que todos los trabajadores que han entrado de 2008 en adelante entran a un sistema financieramente sostenible y autosustentable. Debemos ver más allá de este tema ( Reforma, 24/6/13), en el exterior dijo: IMSS, Issste y Seguro Popular tienen rígidos contratos colectivos de trabajo que dificultan adaptar la fuerza de trabajo a los cambios en la demanda. Todos los trabajadores son pagados con salarios fijos. Es preciso institucionalizar un moderno modelo para la administración de los recursos. A fin de consolidar el sector salud y usar con mayor efectividad los recursos, reiteró González Anaya, México requiere integrar las instituciones mediante el intercambio de servicios. Ello introducirá señales de precios y competencia en el sistema.

El 22 de octubre 2015, durante la 106 asamblea general ordinaria del IMSS, González Anaya sostuvo ante Peña Nieto: señor Presidente, con orgullo colectivo le informo que la viabilidad financiera del instituto está garantizada durante su Administración. Sólo tres meses después su director jurídico estimaba que la falta de capacitación de personal y la deficiencia en la concientización sobre el significado y respeto de los derechos humanos en una institución como el IMSS es el origen de muchas quejas de los derechohabientes.

Como en la Secretaría de Salud y el Issste, a González Anaya también lo alcanzaban, por minuto, las denuncias sobre la calidad de los servicios, más allá de su inverosímil fábula para consumo externo.

González Anaya fue relevado el 8 de febrero de 2015 por el estudioso en genéricos Mikel Arreola, quien inmediatamente declaró que su antecesor reconstruyó los cimientos del IMSS. Eso es lo que le dará viabilidad a mediano y largo plazos. ¿Qué candidatos para 2018 arroparán semejante diagnóstico deliberadamente equivocado puesto en inglés?

*Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco