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Yogi Berra
E

n La Voz Brava Clarisa Landázuri cuenta que en el New York Times se topó con un largo panegírico que la atrapó a pesar de que en su vida había oído hablar del personaje fallecido al que se refería, Yogi Berra, según fue conocido, beisbolista estrella que murió en una residencia para ancianos en Estados Unidos en septiembre de 2015, a los 90 años de edad, debidamente inscrito en el Salón de la Fama, con un museo y un estadio a su nombre y, más curioso, con un doctorado honoris causa en humanidades otorgado por la Montclair State University.

Mientras leía el artículo y veía las imágenes de Berra en los distintos puestos y equipos en los que se desempeñó y triunfó en su larga y nutrida carrera, a la vez que se enteraba de las gracias y desgracias del protagonista se preguntaba por qué seguía leyendo la página, no sólo en vista de que ella no fuera precisamente fanática de ningún deporte, sino dado que Berra no había asomado nunca en el mundo de ella en calidad de personalidad notable, como sí lo había hecho, para hablar de beisbolistas, por ejemplo, Joe DiMaggio, que después de todo fue uno de los esposos de Marilyn Monroe. Es cierto, admitía Clarissa, que ella no reparaba en todo tema del que se hablaba en los diferentes círculos que solía frecuentar, y menos cuando de lo que trataban las conversaciones fuera acerca del deporte. Aun así, le extrañaba no reconocer el nombre que, a juzgar por la importancia que le daba el periódico, era muy conocido. Tampoco se explicaba por qué seguía leyendo, cuando no era capaz de comprender la mitad de lo que leía, dedicada a las jugadas en las que Berra se había lucido en particular, o el significado de las cifras de sus diferentes puntajes y ordenamientos ganadores.

Clarisa advirtió, continúa relatando en La Voz Brava, que subrayaba con plumón amarillo términos que quería entender mejor dado el contexto y los buscaba en el diccionario y anotaba el significado más pertinaz al margen. Desde joven había recurrido a la práctica de consultar diccionarios de todo tipo durante su lectura, y la satisfacía pensar que de esta manera ampliaba su conocimiento en general, más allá del de las diferentes lenguas en las que leía, incluida la materna, que era el español. En el artículo específico sobre Berra, se vio subrayando por ejemplo palabras como ungainly, unwittingly y unlikely (desmañado, inconsciente e improbable, respectivamente), o bellittle, derision y shortcomings (dar escasa importancia a, mofa y defectos, respectivamente), que, no tardó en notar, compartían el mismo ánimo negativo al aludir al sujeto clave que describían. En este caso no era tanto que Clarisa no conociera el o los sentidos que las palabras subrayadas tenían como la coincidencia de que todas fueran negativas, por definirlas de algún modo, lo cual, al aplicarse al contexto (un artículo sobre un difunto famoso), daba por resultado la idea de que el personaje del que se ocupaban provocaba polémicas.

Así que al mismo tiempo que la vida de Berra estimuló aplausos, provocó chiflidos, comenta Clarisa que, de algún modo, atrapada por el personaje, tomó partido por él, contra los que no entendieron la totalidad de la personalidad de Yogi Berra. Sin embargo, no fueron los bandos encontrados lo que movió el corazón de Clarisa respecto de Berra, sino el hecho de que se caracterizó como un raro epigramático.

Puedes observar mucho con sólo mirar, llegó a decir; Si no lo puedes imitar, no le copies, o Ya nadie se para por ahí; está demasiado lleno de gente. No en vano el título de su libro es En realidad no dije todo lo que dije, que fue una forma de admitir que muchos de sus epigramas eran atribuidos a él pero ideados por otros.

Llegó a inspirar una historieta cómica. Y se llegó a decir que el personaje Berra opacó al atleta, a pesar de que ningún jugador ha sido campeón con la frecuencia de Berra. Clarisa cita al NYT: Más allá de sus momentos históricos y logros individuales, lo que verdaderamente distingue a Yogi Berra son sus numerosos triunfos. A pesar de lo cual la prensa lo pintaba como un sabio idiota, devoto imitador de historietas y películas cómicas que apenas si habla inglés o como un triunfador de provincia.

Juzga tú, lector. Cuando visitó Milán, la tierra de sus padres, asistió a una representación de Tosca en La Escala y, al salir, opinó: Hasta la música estuvo bien.