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Toros

Tarde redonda de Sergio Flores, que corta oreja a cada uno de sus astados

Nuevo sainete entre la delegación Benito Juárez y la empresa de la Plaza México

Voluntad sin frutos de Arturo Macías; decisión y entrega de Andrés Roca Rey

 
Periódico La Jornada
Lunes 15 de febrero de 2016, p. a39

Uno quisiera empezar por las acciones meramente toreras en el ruedo, destacar las condiciones y comportamiento de los toros y el desempeño de los alternantes, pero hay plazas empeñadas en llevarse la cabeza y el lead de la nota, así sea por su desacertada gestión y decadente relación con la autoridá legalmente constituida… o lo que se le parezca.

Ya son más de dos décadas de nefasta relación entre la delegación Benito Juárez y la calamitosa, amateur e intocable empresa de la Plaza México o Cecetla (Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje), habida cuenta de que el poder se apoya en la falta de poder, en este retroceso siniestro de los afanes democráticos de una capital y un país instalados en el tíololismo, esa añeja tradición de hacernos pendejos solos, unos con otros y todos juntos.

En la decimonovena corrida de la temporada grande 2015-16, y en el enésimo cartel cuadrado, con tres toreros de similar nivel que en lugar de ponerlos con los que figuran los hacen alternar entre sí –el hidrocálido Arturo Macías, el tlaxcalteca Sergio Flores y el peruano Andrés Roca Rey– con una bien presentada corrida de Barralva, encaste español Parladé, con edad, trapío y los problemas que siempre da ésta, y en la que prevaleció la mansedumbre por encima del trapío, tuvo lugar un nuevo sainete –farsa, comedia con aspiraciones– entre la inútil, taurinamente hablando, delegación Benito Juárez y la inútil, empresarialmente hablando, administración de la Plaza México, ambas al margen de una gestión profesional que respete la tradición taurina de la ciudad y los derechos del paciente aficionado.

Andrés Roca Rey –19 años, cinco meses de alternativa y el torero joven más interesante y triunfador en los ruedos del mundo– decidió regalar un toro ante el poco juego de su segundo, levantando el dedo índice y atenido a que el francés Sebastián Castella lo había hecho en la corrida de aniversario, sólo que el juez Jorge Ramos, rebautizado como Juezpen por la empresa, negó la autorización al regalo. Tons que sale el empresario de su palco y con índice flamígero señala al palco de la autoridá, la cual por el sonido local replica que la empresa es la que no autoriza, para que al final matador y público se quedaran con las ganas. Burocratismo, subdesarrollo e irresponsabilidad.

El segundo espada Sergio Flores, con un lote disparejo pero con más juego que el resto, desplegó su sólida tauromaquia en ambos astados, de inicio doblándose en uno y por alto en el otro, templando, ligando y estructurando con más o menos fortuna –tandas cortas que a veces debieron ser largas–, pero siempre a la distancia precisa y sometiendo a los toros. La gente, agradecida, demandó la oreja en ambas faenas después de sendos pinchazos en lo alto.

Arturo Macías ha sufrido una involución, un proceso regresivo en su expresiva tauromaquia, instalada ahora en un academismo que poco dice y de infructuosos resultados para su incuestionable disposición, por lo que deberá recuperar más que un impersonal hacer su original y espontáneo decir delante de los toros.

Como es su costumbre, Andrés Roca Rey estuvo en torero toda la tarde: enterado, quieto y expresivo con las telas, cerebral ante las embestidas, fallido en esta ocasión con los aceros y sereno ante la estupidez de los que mandan. ¡Qué gran porvenir le espera donde las cosas sean en serio!