20 de febrero de 2016     Número 101

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Dignidad Agropecuaria
Colombiana. Construyendo
Dignidad en la Vereda Bojique

Nelly Iveth del Ángel Flores
Estudiante de la Séptima Generación del Doctorado en Desarrollo Rural de la UAM-Xochimilco


Imagen alusiva al Paro Nacional Agrario y Popular de 2014,
esta vez impulsado por la Cumbre Agraria: Campesina, Étnica y Popular

Mayo de 2015, un estrecho camino de terracería nos lleva a la Vereda Bojique (sector de la Isla, municipio de Ventaquemada), del departamento de Boyacá, en el centro nororiente de Colombia. Nos reciben en la finca papera de Rosita Rivera y familia, un grupo de más o menos 30 productores de papa, cebolla y leche, miembros de las Dignidades Agropecuarias Colombianas.

Estamos en el campo y con campesinos colombianos, queremos conocer un poco de su situación actual, pero lo que tenemos oportunidad de escuchar es más de lo esperado. En un auditorio improvisado en la bodega de aperos de la finca de los Rivera, nos exponen, utilizando computadora y proyector de imágenes, las situaciones y problemas del campo colombiano. Con ayuda del video documental Ovejas toreadas (https://vimeo.com/75011391), reseñan la historia, las motivaciones y los objetivos de su movimiento; hacen énfasis en la participación, tradicional y reciente, de las mujeres y los jóvenes. Explican cómo las problemáticas del campo compartidas en los distintos sectores de la producción y el comercio los han llevado a unirse, organizarse y prepararse para la causa: la defensa del sector agropecuario.

Cada orador, cuatro en total, desarrolla un tema específico, el que ha preparado arduamente y no porque lo tenga que presentar a este grupo de estudiantes mexicanos, sino porque con ese insumo dialogan con sus compañeras y compañeros campesinos. Se plantan ante los medios de comunicación; se enfrentan, exigen y negocian con los actores estatales, y se muestran al mundo, que observa y a veces acompaña su lucha. La presentación contiene argumentos profundamente estudiados: análisis crítico de datos históricos, manejo de cifras micro y macroeconómicas, detalles sobre las políticas públicas gubernamentales –nacionales e internacionales-, legislaciones ambientales, impacto de los Tratados de Libre Comercio firmados por Colombia e información comparada sobre el agro en otros países de Latinoamérica y el mundo.

No sólo toman la palabra César Pachón Achary (líder de la Dignidad Papera), Yoani Vela Bernal (miembro de la Dignidad Lechera), Rosa Elvira Rivera Pulido (Dignidad Papera) y Eduardo Moreno Rodríguez (defensor de los Páramos), sino que participan otros campesinos y campesinas presentes en la reunión, y algunos jóvenes que hablan de los motivos por los que abandonan el campo y buscan trabajo en la ciudad, o la señora Isabel, que habla de la crisis de su finca a la que ha dedicado toda su vida.

Su labor de reflexión y análisis no termina en la enumeración de los conflictos, sino que trabajan en propuestas. Por ejemplo, diseñan proyectos, que ya están probando, de distribución de la producción en las ciudades mediante la relación directa entre productores y consumidores y sin intermediarios; de innovaciones en el procesamiento de los productos a cargo de las mujeres, a quienes consideran “el león dormido del campo”, es decir, un grupo con mucho potencial que no se ha aprovechado y valorado suficientemente, por mencionar algunos.

Una expresión que enarbolan las Dignidades Agropecuarias describe muy bien lo que hoy presenciamos: “En las duras experiencias vividas durante las dos largas décadas de aplicación de políticas neoliberales, los productores acumulamos conocimiento sobre nuestra realidad y las necesidades fundamentales del sector”.

Asociando dignidades. Los recientes datos parecen mostrar que el agro colombiano no está en las mejores condiciones y que su desatención viene de tiempo atrás. Además de la falta de equidad en la distribución de la propiedad rural, los censos agrarios en Colombia evidencian el rezago del campo. Según las estadísticas presentadas en el tercero, realizado entre 2013 y 2014 por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), 83 por ciento de la agricultura es básica, sin maquinaria, ni insumos, el 80 por ciento de la tierra se usa para la ganadería y sólo entre 16 y 20 por ciento está destinada a la siembra.

Ante esta situación del campo, marcada además por la desatención y la posición de desventaja en que se le colocó principalmente con los procesos de descapitalización y de apertura comercial, los campesinos de Colombia se decidieron a organizarse para hacer visibles sus demandas.

Con antecedentes en varias protestas y momentos de organización popular, como el primer paro de cebolleros el 16 de noviembre de 2011, el movimiento de asociación campesina se ha ido construyendo sistemáticamente desde 2012, cuando de manera independiente distintos gremios campesinos generaron procesos y se fueron organizando alrededor de banderas comunes.

Ya en el periodo organizado, la Dignidad Cafetera fue el primer sector en integrarse e impulsar un paro, en febrero de 2013 (130 mil personas, con 20 puntos de concentración en 13 departamentos). Siguió a éste, el surgimiento de la Dignidad Arrocera, Dignidad Cacaotera, Dignidad Panelera, Dignidad Papera, Dignidad Lechera y Dignidad Cebollera, y ese mismo año las Dignidades empezaron a construir una agenda compartida en la búsqueda de una Mesa Común de Negociación con el gobierno, hasta llegar a consolidar la Dignidad Agropecuaria Colombiana.

En el camino, otras agrupaciones dedicadas a trabajar la tierra se han unido a la causa de las Dignidades y la suma de voces y acciones ha permitido formar un frente común más fuerte ante las instituciones del Estado. La asociación incluso ha generado sus estatutos, de los cuales se desprende el artículo 5, que expresa que el objeto principal de las Dignidades es “defender y fomentar el desarrollo del sector agropecuario del país y de las personas que se dedican a esta actividad para alcanzar la soberanía alimentaria, la protección del medio ambiente y el bienestar económico y social de los habitantes del campo. Para eso, luchará para representar ante el Estado, al sector”.

Mediante dos grandes movilizaciones, los campesinos organizados de Colombia han planteado sus demandas al gobierno, a todos los colombianos y al mundo. Primero, el Paro Nacional Agropecuario de septiembre de 2013, que tenía como algunos de sus principales ejes reivindicativos: reclamos por precios de sustentación con subsidio del Estado, condonación de la deuda y acceso a tasas de interés competitivas ante la crisis generalizada del campo, protección de la actividad agropecuaria por sobre la minera, renegociación de los Tratados de Libre Comercio; control del contrabando, oposición a la extranjerización de la tierra y la reestructuración de las gremialidades agrarias.

Posteriormente, el Paro Nacional Agrario y Popular de 2014, esta vez impulsado por la Cumbre Agraria: Campesina, Étnica y Popular, que ya sumaba a otros sectores. El pliego de peticiones que sostenían las protestas incluía la revisión de licencias ambientales en zonas productivas, la lucha contra el contrabando, la reestructuración de la Federación Nacional de Cafeteros, el pago del PIC para todos los caficultores y la reducción del 30 por ciento en el precio de los fertilizantes e insumos. Para ello hubo múltiples reuniones de negociación de voceros de las Dignidades como el caso de César Pachón y Orlando Beltrán, entre otros, con el ministro de Agricultura, Rubén Darío Lizarralde, y funcionarios del Banco Agrario y Finagro.

Justamente fue el ministro de Agricultura quien en medio de las negociaciones expresó a los campesinos, en un “acto de sinceridad”, que lo que ellos pedían “estaba muy bien”, pero no se realizaría pues respondía a un modelo económico distinto al que rige las políticas del gobierno colombiano. “Para lograr lo que ustedes creen que el campo necesita, deben estar de este lado”, es decir, en el gobierno, expresó en palabras semejantes Lizarralde. Los campesinos han tomado muy en serio ese reto y a la par de las movilizaciones para hacer posibles sus demandas, la búsqueda de alternativas de producción y comercialización, incursionan también en el plano electoral (en algunos casos construyendo vínculos con organizaciones indígenas que les llevan camino recorrido en ese ámbito). El objetivo es tomar parte en los preceptos políticos y económicos que dirigen el rumbo del país con una visión diferente, con una enérgica consigna: “Los colombianos debemos y estamos en capacidad de producir lo que nos comemos”.


Café con aroma a resistencia,
dignidad y autonomía indígena
en el norte del Cauca

Antoine Libert Amico y Miguel Carrillo Salgado Estudiantes de la Séptima Generación del Doctorado en Desarrollo Rural de la UAM-X. Miguel Carrillo también es docente de la Universidad Intercultural del Estado de Hidalgo

El Cauca huele a café con aromas de autonomía y resistencia indígena. En este departamento colombiano donde más de 25 mil familias dependen del café, la Central Cooperativa Indígena del Cauca (Cencoic) ha buscado articular las comunidades organizadas, a pesar del contexto hostil de guerra de baja intensidad por el conflicto armado. En una zona codiciada tanto por empresas mineras como por el mismo narcotráfico, la Cencoic funge implícitamente como propuesta organizativa que, en los hechos, está generando una alternativa económica a la producción de cultivos ilícitos.

CRIC: 44 años de resistencia por la unidad, territorio, autonomía y cultura. La Cencoic es una línea de acción del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), organización indígena que reivindica desde 1971 los derechos ancestrales de los pueblos originarios en Colombia. Sus objetivos se enfocan en reconstruir y fortalecer los planes o proyectos de vida de los pueblos indígenas del Cauca; reivindicar y desarrollar sus derechos constitucionales, económicos, sociales y culturales, y fortalecer el proceso de autonomía territorial, ambiental, política, económica, educativa, salud y de derecho propio (www.cric-colombia.org).

El CRIC está conformado por representantes de diez pueblos, organizados en 121 cabildos indígenas (comunidades indígenas organizadas con un territorio correspondiente), de los cuales 84 son reconocidos por el Estado colombiano. Ricardo Bustos, coordinador del departamento de café de Cencoic, menciona que “es una organización indígena que ha venido de un proceso de lucha de muchos años. La historia de nuestra organización nace a raíz del exterminio por parte de las fuerzas estatales contra las comunidades indígenas por medio del despojo de tierras. Ante este contexto, siete cabildos o comunidades se organizaron para seguir perviviendo”.


FOTO: Consejo Regional Indígena del Cauca

El CRIC es una alternativa organizativa indígena que se desenvuelve en medio del conflicto armado, enfretando actores armados de los dos lados del conflicto en Colombia: desde su formación, el 24 de febrero de 1971, hasta mediadios de 2015, el CRIC ha sumado más de dos mil 400 comuneros asesinados en su proceso de lucha. El Estado colombiano continúa respondiendo con represión a las demandas del movimiento indígena del Cauca, tal como se observa en la violencia y brutalidad policiaca ante el proceso de “liberación de la madre tierra” que indígenas del norte del Cauca realizan por medio de la toma de tierras de latifundistas de la industria cañera. Aparte de la represión policiaca directa a la lucha de las comunidades indígenas por la tierra y el territorio, el Estado moviliza al sistema judicial para procesar a dirigentes indígenas, tal como se ve en el caso de la detención el 15 de septiembre de 2015 de Feliciano Valencia, quien fue concejero mayor del CRIC de 2007 a 2009.

Cencoic: Base material para el sostenimiento de autonomías indígenas. La Cencoic es una línea de acción para el sostenimiento de autonomías indígenas, y se habla en plural, porque son diversos pueblos originarios que confluyen desde sus propios territorios hacia un cooperativismo empresarial, donde se concibe que “el café es una alternativa de desarrollo socioempresarial para las comunidades indígenas en el Cauca” (Ricardo Bustos, septiembre del 2015). Esta línea de acción tiene como objetivo central organizar a las familias productoras de café bajo el direccionamiento del CRIC y los cabildos por medio de la comercialización del grano, la dinamización de los mandatos en lo productivo y el posicionamiento del café en mercados internacionales, a la par de la capacitación técnica y el impulso de formas económicas solidarias y sustentables.

Según Ricardo Bustos, en sus inicios el movimiento indígena en el Cauca “andaba en tres patas”. Como muchos procesos organizativos, que construyen alternativas en lo político, en la educación y en la salud. El componente económico era el más débil. La necesidad más sentida en ese entonces, según el entrevistado, era la falta de dinero y la alta pobreza, aparte de enfrentar condiciones productivas difíciles por contar con suelos ácidos y poco fértiles, altamente dependientes de la aplicación de agroquímicos.

Es así que arrancó la Cencoic como proyecto económico, con figura legal para poder entrar en acuerdos comerciales y recibir transferencias de la solidaridad internacional en ese entonces.

En 1980 fue legalmente constituida, sin embargo, fue hasta 1996 cuando obtuvo certificaciones y logró concertar exportaciones independientes y directas a consumidores, sin la intervención de intermediarios. Ahora comercializa su café en Europa y Estados Unidos. También en Nueva Zelanda, país al cual exporta su producción con certificación orgánica.


FOTO: Cencoic

Cabe mencionar que entre 2010 y 2011 se externó una crisis organizativa debido a un caso de corrupción interna. Ricardo habla con apertura de esta crisis, del tipo que muchas organizaciones han enfrentado pero no han querido debatir en el ámbito público. Bustos menciona que “las grandes adversidades que han tenido que afrontar para ofrecer seguridad a los socios cafetaleros que conforman la cooperativa han sido constantes. Sin embargo, eso no es razón para doblar aspiraciones; al contrario, es razón para fortalecerse”. Ya en el 2011 se posicionó Cencoic como parte fundamental del programa económico ambiental del CRIC y se reestructuraron sus estatutos, reconstruyendo la confianza con sus socios por medio de una estructura organizativa renovada.

Si bien es cierto que el café en Colombia lleva un largo recorrido que ha consolidado una vocación productiva histórica como país cafetalero, y también se reconoce que ha sido uno de los mejores cafés del mundo; es importante evidenciar la diversidad social, territorial y dinámicas sociales que se desarrollan para obtener el aromático, en un contexto donde los sistemas político y económico se confabulan para invisibilizar la pluralidad cultural a través del corporativismo colombiano.

El café tiene una cara y un corazón. Es la diversidad social la que hace que el café obtenga aromas que reconozcan los procesos sociales por los cuales se desarrolla. Así también, es importante reconocer que es la base material para el sostenimiento de los modos de vida distintos a los de la monocultura neoliberal. Las autonomías que arropa el CRIC por medio de su línea de acción con la Cencoic han sido un elemento importante para celebrar la diversidad en resistencia a la homogeneidad.

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