20 de febrero de 2016     Número 101

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

El café en Colombia y México

Fernando Celis Callejas Asesor de la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC)


FOTO: International Center for Tropical Agriculture

De Colombia se ha dicho que es la “nación cafetera” y sin duda el café es lo que más identifica a este país en el mundo. Un factor central en la cafeticultura colombiana fue la creación en 1927 de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia (FNCC) que, según el investigador Marco Palacios, es una institución muy difícil de atrapar en una definición. Legalmente se le considera una “entidad de derecho privado que cumple funciones públicas esenciales al interés nacional”.

La FNCC llegó a manejar hasta 70 por ciento de las compras internas de café y estableció medidas, como el precio interno de sustentación, que dieron cierta estabilidad y seguridad en los precios pagados a los productores. Con la fuerte baja de las cotizaciones internacionales a fines de los 50’s, la Federación tuvo un rol importante en acuerdos internacionales, como el llamado Convenio de México en 1958, cuando la mayoría de los países productores de café acordaron regular la oferta para sostener los precios. Colombia y México jugaron un papel fundamental en el establecimiento del sistema de cuotas de exportación de café administrado por la Organización Internacional del Café (OIC), cuyo objetivo central era establecer un precio remunerativo para los productores de café. En función de una banda de precios se establecían las cuotas de exportación por país y esto era acordado también con los países importadores.

Una fuerte helada en Brasil en 1975 elevó los precios y ello junto con el sistema de cuotas propició más de una década de auge, lo cual benefició a los productores. En esta época se tuvo una fuerte intervención de organismos públicos que establecían precios de garantía y daban apoyos a los productores con plantas de café, asistencia técnica, fertilizante y préstamos en condiciones muy favorables. Hoy los cafeticultores añoran esa época, que contrasta con lo que ha pasado en las décadas recientes de “libre mercado” en el comercio mundial del café.

En 1989 se rompió el sistema de cuotas y se entró a una liberalización comercial. Hubo intentos de algunos países productores de llegar a acuerdos de retención de exportaciones para regular los precios, pero no tuvieron éxito. En las décadas recientes, los precios del café han sido los más volátiles entre las materias primas y se han vivido dos periodos de fuerte baja de precios, de 1989 a 1994 y después del 2000 al 2004, que redujeron fuertemente los ingresos de los productores.

Si bien Colombia llegó a producir hasta 17 millones de sacos de 60 kilos, del 2001 al 2008 el promedio anual fue de 11.8 millones de sacos; en los siguientes cuatro ciclos, las afectaciones por la roya bajaron el volumen a un promedio de 8.3 millones de sacos por año. La Federación de Cafeteros siguió manejando un nivel de compras no menor al 20 por ciento de la cosecha y establecía un precio que de alguna manera influía en los precios internos.

En los años recientes los cafetaleros se manifestaron fuertemente, cuestionando el papel de la FNCC; la acusaron de burocratismo e ineficiencia. Además, demandaron que se definiera un costo de producción adecuado y un mecanismo de compensación con recursos fiscales cuando los precios estuvieran por debajo del costo.

La fuerte movilización gremial, que bloqueó algunas de las principales carreteras, recibió el apoyo de otros grupos sociales y gremiales y la simpatía de parte importante de la opinión pública, lo cual obligó al gobierno del presidente Santos a una negociación directa con la dirigencia de los que protestaban, que finalmente lograron una victoria importante. Fue claro que el presidente Santos, que en el pasado fue funcionario de la Federación, manejó el conflicto con vistas a reelegirse.

Durante mucho tiempo se consideró al café colombiano como uno de los de mayor calidad, pero la variedad que introdujeron de manera masiva para controlar las afectaciones por el hongo de la roya está generando mucha controversia. Se estableció un programa de renovación de cafetales con la variedad Castillo (antes Colombia) que es un catimor (híbrido de arábigo y robusta) en unas 700 mil hectáreas, esto es casi 70 por ciento del total de las tierras de café. Con un manejo muy centralizado, se otorgó un crédito en condiciones muy favorables, con plantas de café y asistencia técnica, y se estableció un precio de garantía. Para 2015 la producción sumó 14.2 millones de sacos, lo que representó un aumento del 70 por ciento en sólo cuatro ciclos. Un efecto de esto ha sido el aumento de las exportaciones y una disminución de los precios de los cafés colombianos arábigos lavados, ya que los catimores, que son amargos, son considerados de menor calidad por muchos compradores y consumidores. Actualmente esos precios son menores que los de cafés de más calidad de Guatemala, Costa Rica, El Salvador, Nicaragua, México y otros.

En México se desmanteló totalmente la intervención estatal en la comercialización del café, y los apoyos fiscales se centraron en compensaciones a los productores cuando los precios fueron muy bajos. En la época de auge la producción fue en un promedio de 5.5 millones de sacos, con un récord de 6.2 millones en el ciclo 1999-2000, pero en los años recientes descendió a un promedio de 4.8 millones y se derrumbó a sólo tres millones en el ciclo 2014-15 por causa del mismo hongo de la roya que afectó a Colombia. Para la actual cosecha 2015-16 que está terminando, la producción probablemente no llegue a los 2.4 millones de sacos debido a la roya y a afectaciones climatológicas.

En el más reciente padrón cafetalero se incluye a 515 mil productores con cerca de 700 mil hectáreas; de ellos unos 310 mil tienen menos de una hectárea. En general la cafeticultura registra un fuerte minifundismo. Alrededor del 85 por ciento de los productores son indígenas de 25 etnias diferentes y se ubican en las regiones serranas de mayor marginalidad y pobreza.

La combinación de afectaciones por la roya y el clima está generando la mayor crisis que ha enfrentado la cafeticultura mexicana. La falta de producción se está sustituyendo rápidamente por mayores importaciones de café de menor precio y calidad principalmente de robusta. En el 2014 se importaron 1.8 millones de sacos, en el 2016 no serán menores de 2.7 millones de sacos y rebasarán el volumen de producción nacional. Por primera vez se importaría cerca de un millón de sacos de cafés arábigos lavados y lo demás de robusta.

Desde diciembre del 2012 ya estaba en el Soconusco la roya más agresiva y desde la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) se promovió aplicar un producto biotecnológico que no estaba probado y no dio resultado. La roya se expandió en Chiapas, Oaxaca, Veracruz y los demás estados productores. Desde la Sagarpa se quiso ocultar la situación y hasta fines del 2015 la institución difundió que no había daños. Eso bloqueó la posibilidad de acciones efectivas a nivel nacional contra la roya. Se dieron recursos fiscales de manera discrecional a gobiernos estatales, senadores, diputados y presidentes municipales con pocos resultados positivos. Los funcionarios responsables fueron cesados y se nombraron nuevos.

La mayoría de los productores de café en México tienen variedades de café llamadas tradicionales como la typica, bourbon, mundo novo y otras; hay una fuerte presión para que se cambien por catimores ya que se considera que aquellas no son resistentes a la roya.

Desde la Sagarpa se ha definido un plan nacional que concentra la aplicación de los recursos fiscales y el financiamiento en la renovación de cafetales pero que en el mejor de los casos beneficiaria a unos 60 mil productores.

El presupuesto público 2016 para el café asignado a la Sagarpa es de 730 millones de pesos, que es el más bajo en términos reales de las décadas recientes. Hay versiones de que podría ampliarse el monto con participación de otras instituciones, pero es difícil la coordinación.

En febrero del 2016 la situación se está agravando en las regiones cafetaleras; las familias tienen una fuerte disminución de sus ingresos y se tendrá una crisis alimentaria y social.

Llama la atención que pese a la magnitud de la crisis cafetalera, en el 2016 ya no se incluye ningún apoyo fiscal directo a los productores, cuando se había tenido durante los años anteriores. Ya se escucha que desde la Secretaría de Hacienda se asignan recursos incluso mayores que el programa oficial de café a algunos estados como Veracruz de manera discrecional y con fines claramente políticos. En Veracruz habrá elecciones para gobernador.

Ya hay versiones de que si se asignaran a Veracruz 280 millones de pesos adicionales alcanzarían para un apoyo de dos mil pesos por hectárea y que esto se debería extender a los demás estados cafetaleros.

A diferencia de Colombia, no hay un plan amplio de atención a la crisis y se tiene una mayor descoordinación institucional y dispersión organizativa de los productores. La tendencia de los gobiernos recientes ha sido en el sentido de expresar que muchos productores deben retirarse del cultivo ya que no son productivos ni competitivos, que su actividad no es rentable, etcétera.

La gran mayoría de las familias cafetaleras se ha mantenido en el cultivo de café, con estrategias específicas de diversificación de ingresos y en muchos casos de producción propia de alimentos. Hay mucho interés de seguir en el cultivo del café, ya que es adecuado para las regiones serranas y el manejo familiar, pero se demandan mejores políticas públicas y apoyos más amplios.

Pero pareciera que el gobierno mexicano sólo prestará atención al café si se presentan fuertes movilizaciones gremiales de los productores, como las de Colombia.

Las demandas desde el sector productor son claras. Un plan nacional con acciones más efectivas para el control de la roya, un programa más amplio de renovación de cafetales combinando crédito y apoyos fiscales, una actualización del padrón cafetalero y que no se amplíe con fines políticos, un apoyo directo al ingreso que permita mejorar la alimentación, apoyos de empleo temporal que se apliquen para mejorar el cultivo de café, revisión de las importaciones de café y que éstas no sean de cafés dañados que afecten los precios internos, una mayor promoción del consumo interno y que se fortalezca una institución pública con participación del gobierno federal y del sector productor además de otros actores para definir las políticas cafetaleras.

En el mercado mundial del café, la producción actual de cafés arábigos lavados es de alrededor de 41 millones de sacos, casi el mismo nivel que el consumo. Un 80 por ciento es producido por Colombia (35 por ciento), México, Perú y países de Centroamérica. Estos cafés son los que se considera de más calidad y tienen mayores precios.

Si unilateralmente Colombia sigue impulsando un fuerte aumento de la producción, y también lo hace Honduras, y si se recupera la producción en México, tendremos en poco tiempo una sobreproducción de este café y disminuirían los precios. Es mejor tener acuerdos para ordenar mínimamente el mercado de estos cafés. Es importante la cooperación entre estos países. Es necesario también un mayor acercamiento, coordinación y acuerdos de los gremios de productores de café de estos países, para una defensa conjunta de sus intereses.

opiniones, comentarios y dudas a
[email protected]