Opinión
Ver día anteriorDomingo 21 de febrero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Frente a la adversidad
D

igamos que el mundo entró en una zona nebulosa y nosotros con él. Lo que resulte no será placentero y, por su magnitud y carácter global, puede parecer excesivo atribuirle a la autoridad económica y financiera del Estado, depositada en el Banco de México y Hacienda, toda la culpa. No la tienen, pero la comparten con quienes los han hecho compadres: la Cámara de Diputados y el Senado; los empresarios organizados y sus loros mediáticos; lo que quede del movimiento obrero organizado, el zombi más grotesco que la república anterior nos legó.

No son responsables, pero no parecen dispuestos a ponerse a la altura de lo que pasa. Tal vez sea por eso que sus fotografías anunciando el recorte no puedan sino ser patéticas.

La probabilidad de otra ronda recesiva en el mundo crece con los días, a pesar del esfuerzo estadunidense por afirmar su recuperación. Para buena parte del planeta, este horizonte significará más penuria y menos esperanzas de una mejoría aunque sea de a poco.

Este es el caso de México y de América Latina en su conjunto, terminado el ciclo virtuoso de las materias primas y los altos precios del crudo. No hay escape a la vista sino el que pueda inventarse a partir de las capacidades y potencialidades de cada quien. Nunca hemos sido más globales que hoy, pero nunca hemos estado tan solos y carentes de apoyo o auxilio foráneo.

En esta perspectiva, de poco sirve regodearse con las adversidades de los demás. Como los vemos nos veían y pueden vernos de nuevo. Las comparaciones son odiosas, pero pueden cumplir fines pedagógicos si las sabemos usar. No es el caso cuando se ponen al servicio de la simulación y de la distorsión de la realidad.

Lo que hoy importa y urge es asumir con claridad que el desempeño económico y político, así como sus implicaciones sociales, no son lo que la sociedad requiere y que lo urgente es diseñar senderos a través de la adversidad basados en la protección de los más débiles y la defensa de la planta productiva y del empleo que nos queden. Luego veremos si la ortodoxia tiene algo que ofrecernos.

Por lo pronto hay que defender lo que tenemos… Y no ceder… Más de lo que hemos cedido que no es poco.