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De nuestras Jornadas

Negación de la realidad

L

os días más aciagos están por venir para la gestión duartista, que hace agua por todos lados. Se encuentra en pleno proceso de descomposición y abandono, pues nadie sale en defensa del jefe, algo ilógico, pues debiera contar con el respaldo del grupo político que en tan poco tiempo, como nunca, logró encumbrarse en lo económico y con tanta avaricia como el actual, pleno de nuevos empresarios, inversionistas inmobiliarios, entre ellos diputados federales y ex funcionarios cuyas fortunas son proporcionales al daño a las finanzas estatales, estimado por la Auditoria Superior de la Federación en más de 37 mil millones de pesos.

Parece haber una negación de la realidad cuando se desatienden las señales enviadas por medio del ritual priísta. Cuando el auditor superior de la Federación, Juan Manuel Portal, fue más allá de su obligación de informar a la ciudadanía de sus pesquisas en el uso del dinero público y deslizó su deseo de que ojalá el gobernador vaya a la cárcel, eso puede verse como punto de inflexión en las relaciones entre el gobierno estatal y el federal.

Tampoco se hace caso a un hecho inédito: sin excepción alguna, los aspirantes a las candidaturas coinciden en denunciar la corrupción reinante y la necesidad de que más allá del ajuste de cuentas con la ley se restituyan los recursos desaparecidos en cuentas bancarias, propiedades y empresas prestadoras de servicios que, en el colmo de la desfachatez, forman parte del padrón de provedores gubernamentales. En ello han coincidido Cuitláhuac García, Armando Méndez de la Luz, Miguel Ángel Yunes Linares, pero es de destacar que hasta el propio priísta Héctor Yunes Landa esté dispuesto a llevar a la cárcel a quien resulte responsable del quebranto financiero del estado.

La síntesis de los días de crisis del duartismo puede hallarse en el abucheo de maestros y pensionados porteños cuando, al término de una rueda de prensa en el café de La Parroquia, alguien supuso que Duarte se apersonaría en el local, lo que desató una andanada espontánea de improperios y reclamos. Aun sin su presencia física, el gobernador logró concitar la repulsa.