Opinión
Ver día anteriorJueves 25 de febrero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Dios pedirá cuentas a los esclavistas de nuestros días
D

urante estas semanas, importantes personajes han visitado o llegarán a México. El papa Francisco y el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, son los más relevantes con sendas agendas de actos públicos. Del lado del pontífice se escucharon mensajes sociales, morales, políticos, económicos y religiosos, pero la realidad ha podido más que el contenido o el fondo de los discursos.

Quienes deberían entender son los políticos y los empresarios, los que además de preo- cuparse o conmoverse, harían muy bien en hacer caso cuando el Papa les dijo claro y contundente que Dios pedirá cuentas a los esclavistas de nuestros días. Los dueños y directivos de las empresas se miraron unos a otros como si no lo creyeran o lo entendieran. Sus cómplices, los administradores y miembros del gobierno hicieron lo mismo, como preguntando ambos a quiénes se referiría o pensando que se equivocó de país, porque en México no hay empresarios esclavistas, sino emprendedores justos, equitativos, sensibles a las necesidades sociales y responsables, con lo que tienen aseguradas las puertas del paraíso.

Pero el Papa les indicó en Chihuahua que el infierno los está esperando y todas sus fantasías y fortunas no les servirán a los que explotan, reprimen, abusan, maltratan, agreden, expulsan y hasta golpean y abandonan en los accidentes o tragedias a los trabajadores o a las familias. Eso nos recuerda Pasta de Conchos, la guardería ABC de Hermosillo, Sonora; Ayotzinapa, Tlatlaya, Acteal, la contaminación criminal de los ríos Sonora y Bacanuchi, y muchos, muchos actos inmorales o vergonzosos del México de hoy. Cada vez que cometen esos actos indignantes, los empresarios y políticos cómplices confirman su egoísmo, avaricia y prepotencia desmedidas.

Francisco criticó, en su breve discurso de 15 minutos en Ciudad Juárez, que la mentalidad en las élites adineradas propugne la ganancia inmediata a cualquier costo. Ello, les aseguró, hace perder la posición ética de las compañías, porque con esa actitud no realizan la mejor inversión que se puede aplicar en la gente y en las familias. Los empresarios, al poner a las personas al servicio de la producción y la acumulación del capital, provocan la explotación de los empleados y los utilizan como si fueran objetos materiales o instrumentos de la operación para usar, exprimir y descartar. El Papa fue muy enfático al afirmar que el flujo de capital no puede determinar el flujo y la vida de las personas.

Conforme a la doctrina social de la Iglesia católica, el lucro y el capital no son un bien por encima del hombre, están al servicio del bien común. Respecto al valor del trabajo, el pontífice está claro de que la riqueza material no es más que una acumulación de energía y de esfuerzos para incrementar la abundancia, pero que el valor intrínseco del trabajo es el que genera los incrementos en la producción. Por lo tanto, el valor del trabajo está muy por encima de esa concentración excesiva de ganancias y riquezas y esto se debe reconocer en los centros de operación y en todas las plantas productivas e instituciones de servicio.

El jerarca de la Iglesia católica aclaró que no se trata de transformar a las empresas en instituciones de beneficencia, pero sí de velar por la integridad de las personas y las estructuras sociales. Agregó que cada vez que se vea amenazada la integridad social o personal, la doctrina social de la Iglesia será voz profética que ayudará a todos a no perderse en el mar seductor de la ambición; cada vez que la integridad de una persona es violada, toda la sociedad empieza a deteriorarse. El trabajo, señaló, debe ser una instancia de humanización y de futuro, un espacio para construir sociedad y ciudadanía.

Lo que más incomodó a empresarios y políticos fue que les preguntó si el objetivo era dejar a las futuras generaciones una memoria de explotación, salarios insuficientes, acoso laboral y tráfico esclavo, o si se quiere heredar un trabajo digno, un techo decoroso y tierra para trabajar. Para concluir, destacó que en México, como lo hemos sostenido reiteradamente, no debe haber trabajadores de primera, segunda o cuarta categoría. Que todos deben ser de primera y evitar que el mundo actual competitivo termine determinando el futuro de los pueblos, porque es peor dejar el destino en manos de la corrupción, el salvajismo y la falta de equidad.

Por otra parte, la visita del vicepresidente Biden seguramente incluirá la preocupación seria del gobierno estadunidense sobre la desigualdad, la pobreza y la inseguridad de México, así como los compromisos y las garantías de protección a las inversiones de Estados Unidos y la apertura de nuevas oportunidades de negocios para los capitales extranjeros. En la agenda de los temas probablemente se incluirá el respeto a los derechos laborales y humanos en el país, así como la preocupación por el movimiento creciente de firmas estadunidenses a nuestra nación para establecerse, dados los reducidos salarios y la explotación que se permite y existe en el territorio nacional, que nos convierten en una de los Estados de América Latina con mayor desigualdad e injusticias.

Parece que la presión externa es lo único que podría contribuir a un cambio de fondo en el modelo de desarrollo que permita reducir la deshumanización de nuestra sociedad, lo cual sólo conmueve a muy pocos.